Hasta los mejores ilusionistas de los teatros más refinados del mundo y del siglo XVIII se quedan cortos frente a la ilusión manejada con perfecta maestría por los ricos[1] burgueses cuando practican lo que ellos denominan inversiones económicas, ¡y mire usted que se trata de tremendas inversiones! como las siguientes:
En la circulación simple opera: M-D-M, es decir: eme de mercancía, de de dinero y eme de otra mercancía. En la circulación capitalista o usurera opera: D-M-D. Estas fórmulas contienen una fase común inversa: D-M y
M-D, una inversión que marca la profunda diferencia entre el dinero gastado para comprar bienes satisfactorios de necesidades humanas, y un dinero anticipado y usado para la usura, para la explotación de quienes producen las mercancías que compra el trabajador para vivir y la que compran y revenden los usureros eufemísticamente conocidos como empresarios e inversionistas en lugar de agiotistas.
En los intercambios de una mercancía por otra, el dinero funge de intermediario. El vendedor de M usa el dinero recibido por el precio de ella para pagar el precio de la mercancía M que destinará a su consumo personal, con lo cual sale del dinero recibido en esas compraventas. Es precisamente lo que hace el asalariado: vende su fuerza de trabajo (M) a cambio de un dinero o paga(D) que recibe de su patrono, y que se ve obligado a gastarlo en las compras de su cesta básica (M), puesto que todo aslariado trabaja para vivir, so pena de morirse hambre. En consecuencia, este vendedor y comprador usa el dinero para gastarlo y no para conservarlo.
Sin embargo, cuando el usuario del dinero que se limita a gastarlo le vende su mercancía a un capitalista, a un patrono, a un comerciante, muy posiblemente no reciba de estos la justa cantidad de D, o sea, ese comparador le escatima parte del valor de la mercancía del vendedor; a eso se le llama robo en la pesada.
Esto es muy característico de todo patrono, de todo comerciante en su tendencia natural a minimizar sus costos, aunque, paradójicamente, para los estados financieros que debe presentar al Estado para el pago de impuestos suele inflar esos mismos costos ya minimizados a fin de minimizar también la ganancia declarada.
Este tipo de patronos en contubernio con contadores de dudosa escrupulosidad[2] son verdaderos pillos con patentes comerciales para ejercer sus tracalerías comerciales contra la gente gastiva que es su razón de ser por cuanto representa su clientela, clientela que este tipo de comerciantes convierte en coto de caza, en animales a quienes cazar a su antojo.
Como si fuera poco, cuando este asalariado o artesano decide gastar su dinero, D, también es objeto de sobreprecios, de una usura que toda la vida ha practicado todo comerciante que se precie de serlo ya que está en su naturaleza de usurero, y la usura no tiene límites mientras haya compradores, mientras haya libre comercio, mientras haya gobernantes tolerantes y complacientes[3].
El sobreprecio que puede sufrir el asalariado como usuario del dinero para gastarlo es dual: por una parte sufre recargos de precios cuando el comerciante adultera los precios de compra, o sea, sus costos de inventario. También los sufre cuando aquel carga costes falsos de los que ya he tratado en anteriores artículos, y sufre sobreprecios cuando el comerciante recarga los márgenes de ganancias justificadas de mil maneras, como la actual, con el supuesto encarecimiento de alquileres que él tolera para locales donde también ese inquilino podría ser copropietario.[4]
Vemos, pues, que el otro tipo de usuario del dinero viene a ser el capitalista porque este no gasta su capital, sino que lo anticipa, y a este anticipo lo llama inversiones de capital. En este caso, la mercancía funge de intermediario porque D se ha capitalizado.
Este usuario comercial e inversor lo usa, según la fórmula. D-M-D. Como persona rica que es, tiene una cantidad D con la que compra mercancías, M, no para consumirla, sino para revenderla a cambio de un dinero D de mayor volumen. En este caso, nada le garantiza al dueño de D que la cantidad de mercancías M tenga un precio justo ya que otro usuario, como él, se maneja con las mismas prácticas del pillaje comercial.
Posteriormente, tampoco el sistema le garantiza a este inversor la venta de su M por una D a precio justo, ya que este dependería de la oferta y la demanda, salvedad hecha para bienes de primera necesidad que tendrán compradores al precio que sea ,siempre los habrá dispuestos a pagar precios especulativos, máxime cuando se trata de usuarios que vean en los precios altos un motivo de enorgullecimiento cuando sus ingresos les permitan adquirirlos al precio que sea y por elevados que estén. Se trata de típicos usuarios del dinero para gastarlo a manos llenas, un dinero que posiblemente no tenga una sana procedencia.
De allí la imprescindibilidad de una permanente auditoria oficial, con el riesgo de un incremento burocrático que pudiera traducirse en matracas de variopintas manifestaciones. Pero para bachacos, chivos, y para estos, empalizadas.
[1] Observación pertinente: Cuando hablamos de los ricos no lo hacemos por odio como la propia mediática burguesa les ha hecho ver a los ignaros de media clase a fin de banalizar la crítica a su explotación-del rico-en funciones de explotador. Sólo los ricos pueden explotar porque sólo ellos pueden compra medios de producción y contratar mano de obra esclava, feudaloide y asalariada.
[2] Alfredo Capone diz que lo tuvo y a quien le garantizaba su vida y holgura con una férrea protección con policía privada y todo.
[3] Si los preceptos bíblicos condenatorios de la usura desde hace milenios (más mil años) no han podido ni siquiera suavizar su práctica e intensidad, mal puede algún gobierno que no sea socialista o comunista acabar con semejante flagelo antihumano. La usura, por definición, es todo anticipo de D a cambio de otra D mayor que la primera. A lo sumo un gobierno prosocialista podría minimizarla, pero no erradicarla. En este sentido son usureros natos todos los practicantes de actividades capitalistas, la más sencilla de las cuales es el préstamo con intereses, bajos, medianos o altos, pero todos son usurarios.
[4] Con los sobrecostos de inventarios y cargos de falsos costos, este comerciante gana dos veces: Recarga el precio de venta, luego lo rebaja para atraer clientes y pagar menos impuestos con menos ganancias que las obtenidas realmente.