Conocidos y aceptados por los actores políticos los resultados definitivos del 8-D, una suerte de pacto sella la legitimidad del proceso, Presidente, alcaldes elegidos y la legitimación, en tanto re-certificación, del CNE.
Para los bolivarianos supone una recuperación política, moral y de la esperanza. Imposible no escapar inicialmente del triunfalismo y de una lectura sobrestimada de los resultados. Obligante abocarse a un descarnado análisis del voto, de la gestión y del rumbo que ha tomado la transición al socialismo. Inminente superar la larga etapa del “electoralismo” y medidas coyunturales que resultan en la inmediatez y en la pérdida del sentido del largo plazo.
La convocatoria a la “plebe” a desaprobar la gestión de Maduro se torna en mayoría aprobatoria, derrota nada fácil de deglutir para la oposición. Análisis iniciales evaden el verdadero problema. Un chavismo que “Todos saben… ya no es mayoría”. Una victimizada oposición que “le sobran líderes”, “luchó en desventaja y resultó fortalecida”. Un país que amanece “dividido”, “reclamando diálogo” y a cambio recibe un “discurso incendiario”. Un Maduro que “sigue en Miraflores por el dakazo”, “gobernante acosado que ha perdido el poder de la situación” y debe lidiar con una “herencia envenenada…”.
Argumentos evasores que descalifican el triunfo del GPP y distraen la atención de un inminente ajuste de cuentas y reacomodos en la MUD. Sin embargo, dos análisis anuncian el “colapso opositor”. Se reconoce “la peor derrota sufrida en Caracas en estos últimos años” y se aclara que “quien no esté en la línea de la Mesa no debe estar allí”.
Las reglas del juego cambian de manera radical con la invitación del Presidente a alcaldes electos y gobernadores de oposición al Palacio de Miraflores. Un Maduro legítimo, fortalecido y certero define las tres condiciones para ser recibidos: respetar la Constitución, su reconocimiento como Presidente de Venezuela y el respeto al Plan de la Patria (programa de gobierno) como ley de la república.
La asistencia y los argumentos manejados por alcaldes y gobernadores expresan la aceptación de las dos primeras condiciones. Probablemente el Plan de la Patria, en tanto ley, romperá la ilusión de armonía que imperó en esta primera reunión, a la vez que acelerará el inminente ajuste de cuentas en las filas opositoras.