De entrada, de perogrullo, todas, absolutamente todas las mercancías están más al servicio del lucro comercial, fabril y bancario[1] que de sus compradores.
Como nos lo venden, del Oriente vinieron los afamados, venerados y conmemorados anualmente 3 Reyes magos, [2]y de allá también vinieron los mercaderes que se diseminaron por el mundo como aires respiratorios. Revisemos esta tradición cristiana.
Independientemente de que revelaciones como las siguientes pudieran molestar a este extraordinario y valiosísimo proceso revolucionario socializador, amante de bellas, bellos, feas, feúchas y feos, respetuoso de superdotados y subdotados, de intelectuales y de ignaros e ignaras, de “flojos”, “flojas” y diligentes, de prosaicos y prosistas, de actores, actrices, espectadores y espectadoras, de castaños, castañas, blancas, blancos, amarillas, amarillos, rojas, rojos , grisáceas y grisáceos, de ricos, ricas y pobres, de chavistas, escuálidos y escuálidas, de vivianes, vivianas, pendejos y pendejas-por ahora-
de explotados, explotadas, explotadores y explotadoras, por ahora, independientemente de esta amplitud con polivalentes relaciones sociales, decimos, debemos dilucidar la cuestión de los Reyes bíblicos y variopintos magos, quienes pudieron ser 3 o más , quienes pudieron visitar al Niño Jesús, o no hacerlo, porque ese no es el punto que queremos tratar.
Lo que nos desconcierta es que en su privilegiada y vitalsucesoral condición real pudieran haber sido regaladores de algo, habida cuenta de que ningún rey ni reina, ni reyezuelo ni reyezuela, ni emperador ni emperatriz, jamás se caracterizan ni se caracterizaron por ser manisueltas, por ser dadivosos, sino todo lo contrario[3]. Siempre fueron los grandes beneficiarios de impuestos, regalías, tributos, botines y regalos en abundancia. Perdería sentido de realeza que un rey regale algo. Sería como pedirle a un comerciante que haga una “obra de caridad”, como decir “Pedirle peras al olmo”.
Cuando un comerciante regala es sólo como promoción a sus mercancías que ya están listas para su venta; simplemente usa el regalo para penetrar los mercados.
Sabemos que hubo quienes fungieron de mecenas, pero eran más bien antimecenas, habida cuenta de que sólo lo practicaban para mantener una suerte de censura disimulada sobre cuánto se escribía, esculpía, pintaba o tocaba. Beethoven renunció a esas falsas ayudas[4], y eso le valió cierta burla de Goethe, respetuoso de tales mecenazgos.
Detrás de cada institución política, religiosa, deportiva, recreativa, artística, prosista o prosaica, artesanal, profesional, “obreril” y afines, hay un piso económica, una ideología subyacente que determina por qué pensamos así o asao, por qué hacemos esto o lo otro. No hay salida, es un asunto estrictamente científico dialéctico y materialistísimo. En este caso, todo el contenido de la literatura prosocialista-a mi duro entender-está cruzada desde la Z hasta la A de informaciones y propaganda comercial, aunque de entrada no lo percibamos así, pues así de analfabetos y de analfabetas seguimos manteniéndonos a pesar de nuestra disciplinada presencia en afamados centros universitarios, más acreditados por sus altos precios de matriculación que por sus currícula o sus pensa.
[1] La economía vulgar los pone al servicio de la Economía nacional, del progreso y pare de contar loas y leer panegíricos.
[2] Le oí decir a una humilde señora que tales reyes eran, más bien, “espías herodianos”. Muchos creen que eran portavoces de comerciantes.
[3] La versión que buscaría hacernos ver que la presencia de miembros de la realeza oriental en el mismo pesebre prestado que le sirvió de cuna circunstancial al Bebé Jesús, pudiera haber sido para reconocer a l incipiente mesías como su máximo jefe-Rey de reyes-, eso sería más grave porque por encima de los reyes se hallan los emperadores, máxima expresión, pues, de la figura política más antidemocrática o antipopular que podamos concebir, y eso, contradictoriamente, no es precisamente lo que afirma la Biblia. Efectivamente, monocracia es antónimo de democracia, y, si a ver vamos, esa supuesta función diplomática de los reyes de marras demostraría sus propósitos antidemocráticos de reemplazar las monarquías por otras con mayor fuerza de dominación de los pobres ya oprimidos desde aquel entonces y de más atrás.
[4] Cuentan que el virtuoso compositor no se quitaba su acopado sombrero al paso de la familia real austríaca, como, al revés, sí lo hacía el poeta Goethe. Véase Giovanni Adamoli La Gran Música, Libro 2, Assuri. (MCMLXXVIII, p. 164 España).