El suplemento del periódico español El Mundo, Magazine nº 744, hace un repaso de todos los muertos importantes de 2013. Ahí están dos luchadores: Mandela (Madiba) y Chávez. El subtítulo de la página de Chávez es toda una declaración de intenciones «Mesías bolivariano» mientras que el de Mandela es «El evangelio de la libertad, según Madiba». El mundo occidental, sus empresas e intereses, nos crean productos de consumición rápida y digestión y evacuación lenta. Entre esos productos están las imágenes de aquellos que ellos presentan como «líderes de toda confianza» hasta llegar a los abominables revolucionarios mesiánicos, que a pesar de no haber iniciado guerras imperialistas, masacrado a poblaciones indefensas por sus recursos naturales a miles de kilómetros de distancia, de no haber colocado y mantenido a sus dictadores, reciben mil adjetivos peyorativos, uno de ellos el de mesías, equivalente en la cultura occidental a iluminado, orate, poseso, predicador barato.
El amaño del cambio de poder político (no el poder económico) entre blancos y negros en Sudáfrica, sin derramar sangre, significó el colocar a Mandela en una vitrina decorativa en la que sacarse fotos con él. No es fácil cambiar las cosas, ser un revolucionario y que hablen bien de ti. También Madiba levantaba su puño desafiante en las fotos. Hasta 2008 estuvo en la lista de terroristas del gobierno de Estados Unidos. Defendió la lucha armada y era amigo y admirador de Fidel. Pero a diferencia de Chávez, Madiba se convirtió en una foto fija, un producto al que la edad no permitió luchar contra el sistema que todo lo cosifica y santifica de manera barata.
Es por eso que Chávez tiene tantos enemigos. No aceptó el puño en alto sólo para la foto, ni la admiración por Fidel como una visita protocolaria. Su gran triunfo fue que el pueblo no lo reconoce como un adorno, sino como un revolucionario y en eso sí que fue mesiánico en el buen sentido de la palabra.
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