Al escritor no se le ocurre nada, como una lápida a punto de aplastarlo lo amenaza la página en blanco, no tiene más remedio que caer en la tentación de escribir sobre la página en blanco.
El escritor toca distraído las teclas, por accidente da en la combinación que dispara el letrero “¿Está seguro de que quiere borrar los archivos que contienen toda su obra?”, seleccionar SI anulará toda su vida, seleccionar NO lo atará a sus errores, quedar paralizado ante el letrero será peor que elegir.
Hay tantas formas de tratar la página en blanco sin maltratarla: la pajarita, el barco de papel, la flecha que viajará por siempre en los aires.
Kasimir Malevich duda ante el lienzo en blanco. Ya todo ha sido pintado, lo que no ha sido pintado no existe. El mensajero insiste en que le entregue el cuadro ofrecido para la galería y Kasimir Malevich malhumorado le dice que se lleve de una vez por todas el lienzo sin tocar que después los críticos elogiarán eternamente como Blanco sobre Blanco.
Quién soy. De dónde vengo. Qué hago aquí. El hombre se incorpora, se toca el golpe en la cabeza, no puede recordar cómo se lo hizo ni si se lo hizo, no puede recordar el golpe ni nada anterior a él, no puede recordar si querría recordar o si mejor no saber nada de un pasado en el cual a lo mejor no hay más que ataduras.
Para que el expediente quede limpio ocurre un soborno y para que el soborno no manche el expediente sucede un asesinato y para que el asesinato no ensucie el prontuario acontecee la masacre y blanquear el expediente requiere toda la suciedad del mundo.
Cada vez que el calendario da una vuelta siente el cursi la tentación de compararla con una página en blanco. Página en blanco el siglo que comienza y página en blanco el Año Nuevo y página en blanco el arranque del nuevo gobierno y página impoluta la del profesional que comienza y la del edificio que se inaugura y la de la mente que no puede inventar otra cosa.
Existe el cursi acelerado que arranca llamando página en blanco la década que empieza y página por trazar el cumpleaños, pero también cada mes puede ser un nuevo comienzo y si a ver vamos cada semana día hora minuto o segundo.
Nada más promisorio que la página en blanco y nada más fatal que la página que resplandece eternamente en blanco: la de la obra del profesor TMT (todo menos tesis), la del escritor subsidiado que hace literatura verbal en los bares, la del Diente Roto, la de tanto político, tanta eminencia, tanta prepotencia.
Quién tuviera la inocencia de merecer el signo incluso en su error o su suciedad o su belleza.
El escritor autocrítico que escribe con tinta blanca porque sostiene que ningún trazo supera la pureza de lo posible.
Angustia de no saber si todas las páginas en blanco están ya escritas.
Comparte la página en blanco el prestigio de la inocencia, pero alguna vez fueron papel impoluto la sentencia de muerte, el contrato usurario de deuda, el Tratado contra la Doble Tributación.
Sostiene Juan Jacobo Rousseau que el pueblo ideal para implantar un sistema de leyes no ha de tener tradiciones ni costumbres ni hábitos arraigados. Tras mucho peregrinar viviendo de mujeres amables que lo mantienen, al fin encuentra lo que busca. El pueblo sin costumbres ni hábitos arraigados no sabe lo que es una ley, ni la necesita.
El escritor que de tanto borrar lo que escribe y reescribe sobre una página para dejarla nuevamente en blanco termina quedándose sin página.
Con el Hágase la Luz estropea Dios la página en blanco de la Nada.
Con el Apocalipsis estruja Dios la página estropeada de la Creación; con el “Dios ha muerto” desecha Nietzche la arrugada página de la divinidad.
Enloquece Isaac Newton al descubrir que la luz blanca contiene todos los colores y que la página en blanco contiene ya todas las escrituras posibles.
Empieza a escribir sobre la página en blanco y no hace más que repetir sus hábitos, sus manías sus vicios. La página en blanco no existe.
Desdicha de la mayoría de las hojas en blanco cuyo destino es limpiar la mierda.
Al nacer es página en blanco y al morir sepulcro blanqueado.
La página en blanco nunca se desecha porque es la posibilidad; a la papelera van a parar las estropeadas por el error de la escritura.
La Revolución, la más pura de las páginas en blanco