Trincheras de Ideas

De la perrera y los perros realengos a la Misión Nevado

Cuando estaba muchacho y ya algo crecidito tengo un recuerdo triste cuando llegaba una camioneta, de las tipo jaula, que tenía un letrero grandote que decía: PERRERA MUNICIPAL. De ella se bajaban unos hombres fortachones, vestidos con una bragas no sé si grises, azules o color kaki. Traían en sus manos una especie de red con la que, de manera inmisericorde, atrapaban a los perros, sanos o enfermos, los maltrataban, los asustaban con sus gestos violentos, y si algún can intentaba defenderse de tanto atropello el vejamen era mayor. Después los alzaban en vilo y los introducían en la parte trasera del vehículo atestada de perros de todo tipo.

Eran tiempos en los que si se violaban por parte de los gobernantes los derechos humanos de los ciudadanos ¿qué podían esperar los indefensos animales de los que nadie se ocupaba salvo personas caritativas, sobre todo adultas mayores, viejitas que les daban comida?

El amor por los animales ha sido una callada y silenciosa lucha de resistencia de infinidad de personas de nuestro pueblo, de familias enteras por años y años donde ante la actitud inhumana de los gobernantes de turno en la Cuarta República, destaca de manera ostensible el papel de las abuelas en ese transmitir el amor por los animales a los nietos y nietas. Como en muchas otras actitudes de resistencia social, cultural contra las opresiones, en la defensa de nuestra identidad nacional como pueblo y nación, la defensa de los animales, sobre todo perros y gatos y aves, ha sido una constante que ha pervivido por año, una evidente actitud de negarse a que muera el amor por los animales que integrantes de nuestra nación en la que tienen derechos.

La penetración imperialista percibió que nuestro pueblo ama los animales y fue convirtiendo esos sentimientos de amor en mercancías. Los animales pasaron a ser un rentable negocio sobre todos aquellos sectores de la clase media o pequeña burguesía que adquirían mascotas pero los que a su vez pasaban integrarse al circuito del capital de la venta de animales. El capitalismo por un lado desarrollaba la compra/venta de animales o mascotas e impulsaba la proliferación de tiendas especializadas en animales y la invasión en el país de decenas y decenas de alimentos de todo tipo, en su abrumadora mayoría importados y de altísimos costos.

Paralelamente se abrió una industria clandestina del tráfico de animales sacados clandestinamente de los zonas selváticas y exportados al exterior de múltiples formas de contrabando, pero igualmente los abastecedores de las tiendas especializadas en la venta de animales, mascotas por lo menos las más conocidas y formalmente permitidas, pero otras como monos, culebras pitones y de otras especies, arañas monas, babas, morrocoyes bebés y adultos, aves exóticas como las guacamayas y otras más que se cotizan a altos precios en el mercado negro de animales.

Es común ver en calles de Las Mercedes o de Santa Mónica, por ejemplo, en Caracas, la venta de cachorros de perros de raza a altísimos precios, con supuesto pedigree y hasta con presuntos documentos de identidad de los padres y abuelos. Ya no son sólo las casas especializadas que se abastecen muchas veces no se sabe cómo ni por cuáles medios, incluso con licencia de importación, ahora son los “vendedores independientes”, sectores de la clase media con algunos recursos (camionetas, jaulas, etc.) que se paran en algunas calles a ofrecer sus “perros de raza”.

Otro negocio medio clandestino es la venta de perros de razas violentas, agresivas que sus adiestradores los convierten en asesinos, los preparan para peleas igualmente clandestinas donde se alzan altas apuestas. Razas como la Pitbull, Bull Terrier, Dogo, Rottweiler se las pueden ver llevadas por sus dueños fuertemente encadenados para controlar su poderosa fuerza física.

En algunas universidades como la UCV se fortaleció la carrera de veterinaria, no concebida para la atención del desarrollo ganadero del país –al menos no en gran escala como debió ser– sino del creciente negocio de las mascotas de la clase media, floreciente negocio de los muchos negocios, por lo regular en manos de personas extranjeras.

Con la Revolución Bolivariana parece que toda esa situación va a cambiar. Ya las abuelas y las familias no tienen que hacer la prédica del amor por los animales entre los hijos y los nietos casi de manera clandestina. La idea del proyecto impulsada entre otros compatriotas y camaradas por Tadeo Kosma desde hace mucho tiempo no surgió de manera espontánea, tuvo un proceso de elaboración donde se fueron insertando varios colectivos amantes de los animales, incluso de gente políticamente afín a la derecha política que en algún momento trataron de controlar el proyecto. Pero ya la suerte estaba echada, el grupo de personas y colectivos que fue agrupando Tadeo le dio forma y encajó en el concepto chavista de misiones sociales, desde esa perspectiva un gobierno sensible y humanista como el de Chávez y Maduro apoyó con fuerza el proyecto popular de apoyar y defender –en una primera etapa– a los animalitos realengos, perros y gatos sobre todo digamos que en situación de calle.

El lanzamiento de la Misión Nevado, así bautizada en honor al perro mucuchí que acompaño al Libertador Simón Bolívar a su paso por los andes venezolanos y al que bautizó con este nombre, durante la Campaña Admirable de 1813 donde se fundará la Segunda República. La Misión Nevado –por cierto hecho único y novedoso que marca un hito en latinoamérica– arrancó con muy buen pie, con la perspectiva de albergues para perros y gatos, clínicas veterinarias, un espacio de calle para caminatas dueños/mascotas. Pero, por supuesto, la Misión Nevado tiene una filosofía fundamentada en el humanismo chavista –el gran mentor e ideólogo de este pueblo– donde se redimensiona el amor por los animales y la defensa de la naturaleza, 5º objetivo del Plan de la Patria, y se abre un compás tan amplio de actividades que incorporará a miles de compatriotas dispuestos y dispuestas a dar su aporte por la defensa de los animales, de la fauna, de la depredación y la extinción de las especies.

Por cierto una de las peticiones de quienes organizan esta Misión que es que el Gobierno le ponga la lupa a los precios de los alimentos para animales, la mayoría de los cuales son importados. Pero no sólo de los perros, las aves, loros, periquitos, canarios, etc. no tienen alpiste ni el girasol, los tienen acaparados y sus precios son exorbitantes, el girasol estápor encima de los Bs. 220 cuando costaba Bs. 30 el kilogramo, pero además no se consigue. Eso amenaza miles de aves que son mascotas de infinidad de familias.

Quiero felicitar a mi gran amigo Tadeo Kosma que poco ha sido mencionado como uno de los padres de esa hermosa idea junto al equipo piloto inicial. Ellos han hecho posible que el movimiento popular avance en uno de sus objetivos estratégicos como parte del poder popular y que el Gobierno Revolucionario le dé y preste todo su apoyo. Entendiendo y dejando claro que no es el Gobierno el que organiza la Misión Nevado sino son los movimientos sociales y el poder popular el que ha tenido la iniciativa y quién debe dirigir este gran proyecto, de esta manera se evita que se burocratice y lo menudo se imponga sobre lo trascedente.

Adelante camaradas con tan magnífica iniciativa y cuenten conmigo, humildemente me pongo a su servicio porque yo, como ustedes, amo a los animales, enseñanza de mis padres, enseñanza que le hice a mis hijos y nietos, pero además tengo mis mascotas.

 

 



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Humberto Gómez García

Director de la revista Caracola. Pertenece al Movimiento de Medios Alternativos y Comunitarios (MoMAC). revistacaracola.com.ve

 humbertocaracola@gmail.com      @hgcaracola

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