Creo poder dárselo por la cantidad de años que le llevo. El hecho de haber estado más tiempo que usted en la lucha política y sobre todo en medio de la demasiado frecuente e insustancial diatriba de la izquierda. Tan insustancial que tuvo que llegar Chávez desde el cuartel, a sacarnos las castañas del fuego.
Anoche en la AN, en los primeros instantes de su discurso, recordando las conversaciones y quizás lecciones del compañero Chávez al grupo íntimo del cual usted tuvo la suerte de formar, hizo definiciones que a él atribuyó, acerca del ritmo y la estrategia del movimiento, que aparte de escuchar por primera vez de parte de ustedes, comparto totalmente y he compartido por años.
Por las dos razones anteriores y por haber sido amigo de su padre, el flaco Nicolás Maduro, nativo de Coro, me siento tentado a aconsejarle; además, porque quiero, sueño profundamente que tenga éxito para el bien de todas las generaciones venideras de venezolanos y compatriotas de América nuestra. Pues para esta meta, este período que usted preside tiene trascendente importancia. Ese sueño, es el mismo que me acompaña, desde muy jovencito, cuando en mi noble pueblo, pude empezar a desplegar mis alas.
Demás está decirle que nada busco, nada quiero, porque afortunadamente nada necesito; la vida me ha dado demasiado, como llegar a viejo y ver a los míos, mis compañeros de ruta, en el gobierno y porque me acostumbré en la vida, desde niño, criado entre el río manzanares y las costas del Caribe cumanés, a ganarme el muy modesto espacio que ocupo luchando a brazo partido sin pedir ventajas. Es como dije, muy modesto mi espacio, muy pocas mis virtudes, pero son míos, construidos con constancia y empeño en caminar siempre derecho y paso lento, sin mortificarme porque nadie se me adelantase.
Varias veces le he criticado, como también lo hice con Chávez y no le quepa duda que continuaré haciéndolo. Creo eso mi deber y ya estoy acostumbrado a pagar las consecuencias de no ser en exceso solícito y complaciente. No seré nunca, porque nunca lo fui, de quienes hoy ven el mundo de una manera y mañana de otra, según la generosa o esmirriada carga de guamas que el río traiga. Mis mudanzas responden a los movimientos de la vida y los acomodos de mis instrumentos a aquéllos y no al revés.
Cuando Chávez estuvo vivo, y hablaba y hablaba, unas veces saltaba de alegría y entusiasmo y otras me deprimía y angustiaba por percibir falta de definiciones para mí, en apariencia comprensibles o acción competente. Siempre estuve claro, que el socialismo es tan complicado construirle que en ninguna parte hasta ahora han podido hacerlo, salvo alcanzar eso de construir una estructura estatal y un Estado en disposición de ayudar a avanzar hacia una forma de organización social homogénea, coherente con el socialismo, generar una esperanza y voluntad propicia. Pero no una sociedad socialista, con predominio de relaciones de producción socialista, tanto como para que, como aspiraba Marx, se alcanzase la producción hasta reventar y abundase para “repartir a cada quien de acuerdo con sus necesidades”. Digo ayudar, porque comparto con usted la idea, que nadie le hará o construirá el socialismo a ningún pueblo, si éste no juega el rol protagónico que le corresponde. Porque el socialismo no es una dádiva que el Estado otorga, crea una vanguardia, a su manera para una sociedad toda. Como tampoco, el socialismo se construye imponiendo a todos, tirios y troyanos, lo que “un grupo de lúcidos”, cree conveniente, saca de un sombrero de copas o de un viejo recetario. La construcción del socialismo es una tarea histórica que el pueblo, la humanidad, tienen pendiente para transcender y proyectarse en el futuro
Por eso le recomiendo, renuncie a la tentación desde su alto rango, de caer en diatribas y discusiones, sobre todo cuando le hablan en lenguaje abstracto, encriptado, indefinido, como quien tiene las ideas encerradas en un envase talla única, con quienes buscan liderazgo y audiencia.
Pareciera muy burgués lo que voy a decir, pero lo digo porque la circunstancias lo demandan; “no baje del solio presidencial” a discutir abiertamente con quienes no tienen el aval del pueblo, ni recogen lo que éste piensa, sino hablan en signos cabalísticos y con frases manidas, tomadas en algún texto, para referirse a otras situaciones, que podrían servir como un buen ejemplo muerto; porque el marxismo vivo, como creyó Ludovico Silva, está en ese pensamiento para asimilar el proceso que transcurre y actuar para hacer que la sociedad avance en beneficio de la especie humana y la supervivencia.
No le dé escenarios a quienes parecieran particularmente empeñados en hacer que sus voces sólo se escuchen y se manejan y hablan, como gustaba a la vieja izquierda, promover la división “porque ya cuatro somos muchos”.
Sobre todo, le recomiendo, no adjetive, como quien lanza al aire “la chupa a quien le caiga”, porque hasta el más sensato y leal de los críticos, que no van ni deben desaparecer, pueden sentirse aludidos.