Por VTV, no sé si por todos los medios televisivos y radiales del Estado, se pasa una cuña que, según unos cuantos quienes la hemos visto y analizado, la interpretamos como una manifestación de desconocimiento de lo que pasa en ese sector del mercado; descartamos se trate de un ejercicio de ironía de los autores y promotores de la misma.
En ella, a bordo de un peñero, un personaje que simula un pescador o quien es de verdad, exhibe unos peces, entre ellos pargo y jurel y hace un discurso lleno de tantas falsedades que pareciera intentar burlarse de la gente. Dice el personaje, palabras más, palabras menos, lo siguiente:
“Vean estos pescados, como pargo. Todo esto es para el pueblo. Vengan a buscarlos”.
Pareciera decir la cuña que la pesca es buena, cuantiosa y a precios solidarios.
Uno entiende, lo que en verdad hay en ello; que se trata de una promoción de la labor de envergadura del gobierno nacional para elevar la producción pesquera del sector artesanal. Nos consta, pues vivimos en oriente, en la costa misma, que los trabajadores del sector han recibido respaldo del gobierno nacional descomunal. Jamás en la historia de este país, gobierno alguno, se había ocupado por conservar los espacios de pesca, la fauna y el lecho marino; menos de las condiciones de trabajo y vida de los pescadores artesanales.
La revolución bolivariana, empezó por enfrentarse con hidalguía a las roscas de las grandes empresas de pesca de arrastre, a un fuerte sector del capitalismo, cuando aprobó por Ley Habilitante la ley de Pesca, que obligó a aquéllas a operar mar adentro. Con ella se estaba defendiendo el lecho marino cercano a la costa y la vida que allí debe desarrollarse, lo que ha beneficiado ostensiblemente a pescadores artesanales y debería resultar lo mismo para los consumidores, como lo fue en principio. Aquella audacia, fue uno de los motivos del intento de golpe de abril del 2002 contra el presidente Chávez.
Pero el gobierno revolucionario no se quedó sólo en eso. Cualquier costeño sabe, es fácil constatarlo, como en muy buena medida, se ha dotado a pescadores de barcos o botes de pesca de buen calado, motores modernos, potentes, los aperos necesarios y hasta de combustible barato.
En muchos sitios, se les ha dotado de centros de acopio, con grandes cavas y hasta se les ha brindado servicios de otra naturaleza que en justicia se merecen como trabajadores que son.
En tales circunstancias, uno no maneja las cifras, esto es lamentable, es de suponer que la producción debería haber aumentado ostensiblemente; si tomamos en cuenta que las embarcaciones de mayor calado, de los grandes inversionistas privados, que pescan más allá del límite que le estableció la Ley, continúan sus operaciones.
Pero uno tiene la sospecha, por eso molesta la cuña de VTV, que el capitalismo ha hecho polvo todo ese esfuerzo del gobierno. O para decirlo de mejor manera y realistamente, se está aprovechando, como los estafadores de Cadivi, de la tarea gubernamental en el sector pesquero.
El capitalismo ha fortalecido una rosca de viejo cuño, sólo que esta vez se aprovecha de los pescadores artesanales, como siempre; pero ahora también de los esfuerzos del Estado, para especular escandalosamente a los consumidores.
El asunto es tan grave, que cualquier pescado, como tajalí o tahalí, corocoro o cojinúa, por sólo nombrar tres, de los más comunes y tradicionalmente baratos, de alto consuno entre los habitantes de la costa, cuestan por kilo por encima de la carne de primera y hasta dos veces más que un kilo de pollo “en el mercado capitalista”, como suelen decir agentes gubernamentales. Mientras un kilo de pollo se puede comprar entre 60 y 65 bolívares, uno de corocoro representa una inversión de 120 o 140 de la misma unidad monetaria. Pero es aún más caro, porque la carne de vacuno y la de pollo, en la cocina o en la mesa, rinden mucho más que el pescado a la hora de consumirles. El pargo y otras especies, las que se exhiben en la cuña, quedaron para los grandes restaurantes y las élites de elevados ingresos.
La rosca capitalista de los caveros, que puede ser un solo cavero o un capitalista con varias cavas, se vale de viejas mañas que los costeños conocemos, para atrapar en su red de comercialización a los pescadores. Son ellos, los caveros capitalistas, quienes fijan el precio del producto y el pescador artesanal atrapado en la red, no la de pescar peces, sino la del capitalismo y del chantaje, se presta para que el consumidor sea esquilmado. Imagino que toda esa trama se ha armado desde el despacho de los grandes empresarios de la pesca; aquellos de los grandes barcos de arrastre.
Es frecuente que usted llegue a un sitio donde atracan peñeros de pesca, donados o vendidos a bajo precio y módicas cuotas por PDVSA e intente comprar al pescador buscando mejor precio, y su esfuerzo resulte vano. El patrón de pesca del peñero, con o sin pena, cada día menos de esto tienen, le hará saber que si quiere comprar hágalo al cavero o caveros que allí mismo están, quienes antes que el producto salga del bote, ya a ellos pertenece. Si tiene suerte, porque algo queda, o un contacto amistoso, le venderán al mismo precio que le venda el cavero. Pues éste, valiéndose de mecanismos nada misteriosos, ha impuesto el precio; que no puede estar por debajo de lo que él determinó porque se arruinaría o denunciaría el macabro negocio.
Lo triste es que todo eso sucede y en el sector oficial no hay reacción alguna y se permite, que una mafia, que no siempre, o mejor, casi nunca, son los conductores de las cavas, convierte a los pescadores artesanales, quienes suelen reconocer lo que por ellos hace el gobierno, en cómplices de una cadena especulativa odiosa y escandalosa. Lo peor que, siendo la más escandalosa, como la de Cocchiola y su 800 % de sobreprecio, no hay voz autorizada alguna que se levante ante ella.
Está allí, corrompiendo, estafando, haciendo daño y pareciera pasar desapercibida; nadie, entre quienes están obligados, la siente; sólo el pueblo por ella cruje y llora.
Por eso, uno costeño como es, consumidor de pescado habitual, siente que la propaganda de VTV se burla de nosotros.