Cuando Julián Conrado fue detenido en territorio venezolano – por lo menos es lo que sé y uno trabaja con lo que sabe o cree saber -, se llevó a “prisión”, por considerarle miembro de la Farc dentro del territorio venezolano. Esta suposición queda corroborada ahora mismo, cuando al ser puesto en libertad, parte a Cuba a incorporarse a las conversaciones sobre la paz en representación del grupo guerrillero. Además, nadie de todos aquellos que salieron generosamente en su defensa lo negaron.
Es conocido por todos, como en Venezuela, por diversos medios, en particular Aporrea.org, se desarrolló una campaña sistemática en solidaridad con el combatiente, canta autor colombiano y en solicitud de su libertad, por demás justificada.
Es bueno recordar, que el asunto Conrado, lo relativo a su detención en Venezuela, se inició siendo presidente el compañero Hugo Chávez.
En algunos casos, por razones que uno entiende perfectamente, como la necesaria solidaridad internacional entre revolucionarios, hombres justos, honestos y amantes de la justicia, la demanda de la libertad se hacía poniendo en duda que el gobierno venezolano estuviese siendo consecuente con esos principios y sentimientos. Por lo menos, los demandantes aparte de sentirse moralmente obligados a ello, parecían no entender aquella actitud del compañero presidente y además al parecer disgustado con éste y luego con Maduro.
Pero la realidad no solo es terca, sino que obliga en muchos casos a ajustar nuestra conducta de acuerdo a alguno de sus parámetros, que pudieran no gustarnos. En casos, es valedero el uso de aquel viejo refrán, sin intención peyorativa alguna, sino con la mejor intención pedagógica, “una cosa piensa el burro y otro quien le monta”.
Cuando Conrado fue detenido, eso lo sabe todo el mundo, se habían restablecido las relaciones con Colombia, rotas en los tiempos de Uribe. Chávez, aquel hombre a quien tanto debemos y decimos amar, se comprometió con Juan Manuel Santos a “no permitir que nadie nos descarrile”. Estaban de por medio esas relaciones necesarias y la marcha por la constitución del CELAC.
Por eso, uno que no está en el gobierno, ni siquiera cerca de alguien quien lo esté, entendió sin dificultades, que el presidente Chávez, no podía unilateralmente tomar la decisión de poner en libertad a Conrado, mantenerlo libre en Venezuela o mandarlo a un país donde pudiese estar con libertad y seguro, como Cuba, por ejemplo. Hacerlo significaba descarrilar el tren que estaba en marcha o poner una palanca entre las ruedas de la carreta. Había además la experiencia de aquel, que llamaron “el canciller” de las Farc, cuyo nombre ahora no recuerdo, secuestrado por fuerzas colombianas en Venezuela y llevado a la fuerza del otro lado de la frontera. No era bueno tentar de nuevo, quizás a las fuerzas de Uribe, para que éste metiese el palo en las ruedas de la carreta.
Hay más, del momento que fue detenido Conrado, al inicio de las conversaciones de paz entre la guerrilla y el gobierno, en el escenario cubano, no transcurrió mucho tiempo. De donde uno sin ser adivino u oráculo, puede afirmar que cuando se produjo aquella detención, ya las conversaciones, en un nivel menor, por lo menos ya estaban adelantadas y los gobiernos de Venezuela y Cuba, estaban enterados de los detalles. Pues una cosa de esa naturaleza, que envuelve un cuidadoso trabajo diplomático bajo las más estrictas reglas de discreción, no se ejecuta de la noche a la mañana.
Por todas esas razones ni Venezuela ni Cuba, se interesaron o manifestaron en hacer nada distinto a lo que hicieron y optaron por dejar a Conrado, como “prisionero del gobierno de Venezuela”, si es apropiado calificarlo así y para no contradecir espíritus que crean tener motivos para hacerlo. También es pertinente – a nosotros nos llamó mucho la atención ese asunto desde el principio – que el gobierno de Colombia, el de Juan Manuel Santos, tampoco puso empeño, por lo menos que sepamos, en solicitar la extradicción de Conrado.
Por eso, en más de un artículo nuestro, por la angustia de camaradas que solicitaban ante cada incidente o circunstancia, la puesta en libertad del colombiano, con todo derecho y mejor buena fe, dijimos que se debía esperar con paciencia porque con seguridad ese asunto estaba dentro de los temas que se discutían en La Habana y el intercambio frecuente de la diplomacia colombo-venezolana. Sin dejar de entender que la incesante solicitud de libertad era conveniente y valedera por distintos motivos.
Había que lograr la libertad de Conrado sin lesionar o interferir las relaciones de los países vecinos y menos las conversaciones de paz en Cuba. Una cosa y otra estaban y están íntimamente relacionadas. Sin hacer mención al futuro del trabajo diplomático por la unidad de nuestras naciones.
Este asunto, más que lo que parece encerrar en sí mismo, la libertad de Conrado, sin lesionar las relaciones entre Venezuela y Colombia y menos las conversaciones en Cuba, sirve de enseñanza para entender que los problemas suelen tener muchas aristas y tocar intereses que en muchos casos uno no percibe a simple vista. Por eso, los compañeros dirigentes, como Nicolás Maduro, merecen un poco más que un mínimo de confianza de nuestra parte.
Muchos temas, asuntos de la política, de la economía, etc., se atascan en vericuetos que no se pueden desdeñar y que desde lejos uno no puede ver con claridad. Por lo que pronunciarse a priori, corriendo el riesgo de indisponer a los más, es un poco riesgoso e inapropiado. Lo que no equivale un llamado a arriar banderas y menos a descuidar la vigilancia.
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