El anuncio de la convocatoria del Congreso Ordinario del PSUV no deja de abrigar la esperanza de sentar las bases para una nueva etapa del proceso revolucionario, cosa que se da por sentado que es necesaria, con base en el profundo análisis de las consecuencias de la desaparición física del Presidente Chávez.
Ya algunos han asomado la dificultad de que 445 delegados de los 945 sean designados por sus cargos burocráticos, entre ellos: Alcaldes y Gobernadores, recordando la postura del Presiente Chávez en el Congreso Fundacional cuando invitó a estos que se encontraban presentes a retirarse del evento para ir a trabajar, asumiendo que quienes debían estar en el Congreso eran aquellos delegados que no tuviesen tan alta responsabilidad. Desearíamos, como Chávez en su momento, que las bases tuviesen mayor cabida en el Congreso, y apuesto porque esto aún sea posible.
Creo que debemos enfocar más la atención en cómo lograr que las diversas corrientes internas del PSUV tengan vocería dentro del Congreso, esto daría aún más legitimidad al acto, superando así cualquier escollo que se presente el camino. Para ello, lo importante es, ante la definición del método de escogencia de los delegados, articular esfuerzos entre las diversas corrientes que no se sienten expresadas en todos o la mayoría de los delegados ya seleccionados, para garantizar presencia en el Congreso, que a todas luces definirá el rumbo de la revolución y de la construcción del socialismo en Venezuela y el mundo.
En el PSUV existen diversas corrientes atomizadas, cuyo vínculo fundamental es seguir con el legado de Chávez, este ha sido el factor de unidad para la creación del PSUV y ahora para su preservación y desarrollo. Este legado de Chávez siempre giró en torno a garantizar mayor democracia participativa y protagónica, a dar espacio a la crítica y la autocrítica, todo siempre en torno a la “Unidad, lucha, batalla y victoria”.
La unidad no se decreta, pero es el más preciado legado del Presidente Chávez para la izquierda venezolana, labrado con su empeño y tenacidad. Es por ello que este Congreso será determinante para lograr este fin, y aún más, alcanzarlo a través de una renovación impostergable de la conducción del partido junto con sus aliados. La renovación no implica desconocer los liderazgos actuales, pero si implica evaluarlos, cosa que será difícil si todos los delegados son empleados de la actual dirigencia, es por ello que renovar implicará crear los espacios para el debate permanente, y para la inclusión de nuevos cuadros políticos que reoxigenen el proceso revolucionario.
Articular y vencer, es la esperanza que se abre en este Congreso por parte de quienes creen que pueden aportar cosas novedosas y que lo hecho se puede hacer aún mejor y no han tenido la oportunidad por diversas causas de demostrarlo.
Nicmer N. Evans
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