Ya que hablamos de violencia y delincuencia

Ahora que se impuso la moda de referirse al auge delictivo y la inseguridad que agobia a Venezuela, algunos aprovechan esta circunstancia negativa para atacar al gobierno del Presidente Nicolás Maduro, acusándolo de ineficiente en esta materia; éste, por su parte, recurre a un diálogo abierto con los sectores políticos que lo adversan, incluyendo a los propietarios de los medios privados de comunicación social, esperando crear un verdadero ambiente de paz en todo el territorio nacional que se antoja ilusorio; mientras que el grueso de la población sigue esperando resultados concretos que le devuelvan la tranquilidad y la seguridad perdidas. Cada uno, a su modo, cree saber cómo combatir y reducir drásticamente los índices de violencia y de delincuencia existentes en este país. Sin embargo, parecieran obviar las raíces de este problema: el modelo de sociedad capitalista dependiente vigente que induce a todos a un consumismo irracional, imponiendo, a su vez, estilos de vida y de valores ajenos a la idiosincrasia venezolana. Esta realidad es aún más evidente entre la población infantil y juvenil del país, la cual es sometida a un constante bombardeo mediático sin control de las autoridades ni de sus padres, lo que acaba por moldear una personalidad al gusto de los intereses de los dueños del capital que aseguran así un contingente de seres humanos desprovistos de conciencia crítica y dóciles a los manejos del mercado capitalista mundial.

Por otra parte, existe otro factor determinante en esta realidad sobre el cual pareciera no haber control alguno: el embarazo precoz de niñas y adolescentes. Al respecto, las fórmulas utilizadas (hasta ahora) para prevenirlo han resultado ser un simple saludo a la bandera, sin efectividad alguna, sirviendo -en muchísimos casos- de materia para proyectos estudiantiles que, a la larga, tampoco tienen consecuencia en cuanto a un objetivo específico. Tal factor representa, posiblemente, el de mayor influencia en el desencadenamiento y vigencia de los hechos violentos y delictivos que conmocionan al pueblo venezolano, puesto que -en su gran mayoría- las madres adolescentes carecen de una formación y de una educación adecuadas mediante las cuales pudieran influir positivamente en la crianza y desarrollo de sus hijos, teniendo que hacerlo de un modo precario y solitario, dada la irresponsabilidad y la ausencia notoria de quienes serían sus padres. Esta situación se agudiza más cuando la madre debe trabajar para cubrir los gastos diarios de su familia, dejando a sus hijos a merced de la influencia de la calle y de la programación nada edificante de muchos canales de televisión, entre otros elementos.

En síntesis: los malandros que hoy azotan a la ciudadanía en general existen, en un primer plano, como consecuencia directa del tipo de sociedad que caracteriza a Venezuela desde mediados del siglo pasado; luego por la falta de valores ciudadanos; la inexistencia de un hogar emocionalmente estable y, por último, por la falta de vocación de servicio, de compromiso ciudadano, de ética y de moral por parte de quienes ocupan cargos de gobierno y de otra índole en la administración pública, lo que se refleja en el incumplimiento de las leyes vigentes y en la indolencia de las autoridades, sea cual sea su nivel. De esta forma, la realidad creada por los malandros en los barrios venezolanos debe abordarse de un modo integral y no coyunturalmente. Sin leyes, sin padres ni madres, pero sobre todo, sin valores ciudadanos reales (especialmente cuando se habla de revolución y socialismo) los se mantendrán en el tiempo y el espacio, con todas las consecuencias que se puedan deducir al respecto.-


Maestro ambulante
¡¡¡Rebelde y Revolucionario itinerante!!!
¡¡¡Hasta la Victoria siempre!!!
¡¡¡Luchar hasta vencer!!!


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Homar Garcés


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