El lamentable caso de Mónica Spear y su esposo haya servido para que algunos venezolanos estén hablando de implantar la pena de muerte en Venezuela, para caso como ese y otros parecidos. Para mí estas personas que abogan por la pena de muerte no están bien informadas en torno a esa penalidad, y, en especial, sobre las consecuencias que arrastraría. Está comprobado que ese castigo no disminuye la violencia y la criminalidad. Información sobre la materia abunda. Inclusive, la Fiscal Luisa Ortega Díaz se ha pronunciado sobre el tema, negando esa posibilidad.
Hablemos de los Estados Unidos, donde aún existen estados que aplican la pena capital, en otros ha sido abolida (existen otros país en el mundo, sobre todo en el mundo árabe donde se aplica este castigo). Pero la criminalidad, en general no se ha detenido. Todo lo contrario. Hoy día hay más crímenes a todas horas. Tiroteos en escuelas, en colegios, donde mueren niños y niñas por docenas; en supermercados, en cines, en aeropuertos, en todas partes. Todo el mundo en ese país anda armado. Y sus películas violentas lo que hace es reflejar la realidad que se vive en esa nación. Vi una película estadounidense donde para pertenecer a un banda, el aspirante tiene que asesinar a cualquiera persona. Sólo así lo aceptan. En Colombia, en el sicariato, creo que también tienen este procedimiento.
No estoy de acuerdo que se aplique la pena de muerte en mi país. Pienso y tengo la plena seguridad de que el problema tiene solución, sin que se llegue a extremos, como la pena capital. Lo que sí me parece adecuado es llevar la pena máxima a 50 años, para crímenes como el de Mónica Spear y su esposo. Elevar a 30 años le pena para quien posea un arma ilegal, es decir no permisada. Sea prestada, regalada, alquilada o robada. Pero eso no basta. No he querido decir eso.
El problema de la seguridad tiene que ser atacada en bloque. Toda la sociedad involucrada, pero con el peso en el Estado, así como en los gobernadores, gobernadoras, como alcaldes y alcaldesas. Cada quien en su trinchera, trabajando las 24 horas del día en función de ese objetivo. Estos funcionarios tienen la palabra: regularizar el funcionamiento de las licorerías, es fácil. Regularizar el tránsito de los motorizados. Es fácil. Promover, desde la escuela primaria, la secundaria y la universitaria, una cultura por la paz, la tolerancia y la convivencia. Eso no es difícil llevarlo a cabo. Crear unas escuelas para padres, donde se divulgue los elementos fundamentales del cómo crear los hijos en la sociedad del consumismo y la moda. Es fácil.
Traer a conferencistas internacionales, para que dicten conferencias en de todo el territorio a manos de expertos, en las escuelas y los liceos. No cuesta mucho. Controlar el funcionamiento de las discotecas, a nivel del territorio nacional. No es nada difícil. E involucrar de manera formal e intensa a la comunidad, donde aporten ideas y proyectos para el fin que le compete a toda la sociedad venezolana. También es fácil. Por otro lado, hay que involucrar activamente a los medios de comunicación. La televisión, por ejemplo, es una fuente de modelaje, con respecto a películas, así como en el consumismo desmedido. Tal vez haya cierta resistencia, ustedes saben por qué. Pero hay que ejercer presión.
Todos estos aspectos impactan negativamente a nuestra juventud. Y dejé para lo último a las universidades del país. Estas instituciones jugarían un rol muy importante en el logro de la paz, la tolerancia y la convivencia, que tanto anhelamos. Estas casas de estudios tienen herramientas humanas, técnicas y científicas, suficientes para apoyar este anhelo con eficacia. En fin, se le ponemos empeño a esta gran tarea, saldremos adelante, de eso no tengo duda. ¡Sí a la familia, como pilar fundamental en la siembra de valores? ¡No a la pena de muerte! ¡Sí a la vida! ¡Volveré!