Un país cuyos valores han rodado por el suelo. Un país con una cultura de ganar lo máximo. Un país donde cada quien hace lo que quiere y acostumbrados, los venezolanos y muchos extranjeros, a la riqueza fácil. Sin esfuerzo alguno y sin correr riesgos. Un país que su economía depende del petróleo, y no del esfuerzo creador de su población. Un país que todo lo importa. Un país como el nuestro, que en los actuales momentos luce fragmentado, polarizado y donde el pan nuestro de cada día es la diatriba y un verbo agotado y fastidioso, tanto por parte de la derecha, como del liderazgo revolucionario. Un país así, reitero, no va por buen camino.
Desde que comenzó la guerra económica, hace unos tres o cuatro meses aproximadamente, la escasez de los productos de la cesta básica se ha incrementado. Pero no es sólo los de la cesta básica, ahora está faltando otros productos que son necesarios para el equilibrio emocional de los venezolanos y venezolanas. A la guerra desatada por la derecha rancia, donde para ellos todo vale, se une el contrabando de alimentos, de gasolina, etcétera, hacia Colombia, e inclusive Guyana.
¿Qué vendrá en los próximos meses? No se necesita ser un genio para predecir que estamos a las puertas de una escasez de pronóstico reservado. La Ley de Precios Justos entró en vigencia el pasado lunes. Esto mantiene asustados a los comerciantes y empresarios. Y tienen toda la razón. Ellos, por décadas, se han acostumbrado a las máximas ganancias que van desde el 300 hasta 2000 y 3000 por ciento. Ahora la Ley los obliga a bajar a un tope máximo de 30 por ciento. ¿Cómo creen ustedes que se encuentran estos comerciantes y empresarios? Mal, muy mal. Asustados. Muchos están muy asustados. Pues, pareciera que les llegó la hora de parar.
Estos son los elementos que me permiten afirmar que la escasez se incrementará: en primer lugar, la aplicación de la Ley de Precios Justos que obliga a los comerciantes y empresarios trabajar con un tope en las ganancias (30 por ciento). En segundo lugar, el contrabando existente hacia Colombia y Guyana. Se está enfrentando con fuerza esta práctica, pero hay que esperar. En tercer lugar, la baja de los alquileres de los locales en los centros comerciales. En cuarto lugar, las políticas que se aplican para adquirir divisas para las importaciones. En quinto lugar, la baja productividad en algunos rubros que forman parte de la cesta básica de los venezolanos y venezolanas. Eso es suficiente.
Consecuencias: un incremento de la escasez de alimentos y otros productos de consumo vital para la vida de los hogares del país, va a molestar a mucha gente. La escasez de las medicinas para pacientes de alto riesgo preocupa grandemente a una parte de la población. Pero lo peor de todo, es este desastre; el mismo puede conducir a un estallido. No estoy exagerando. Sencillamente si a usted le falta el alimento y la medicina, ¿qué hace? Coge tremenda arrechera. Y esa arrechera requiere descargarse, porque sino intoxica. Y es allí donde no debemos llegar. A nadie le conviene un estallido social. Ni a la derecha, ni al chavismo. No juguemos a la candelita. Se avecinan días duros y nos podemos quemar. ¡Volveré!