Réplica a : http://www.aporrea.org/actualidad/a181748.html
Los asuntos socioeconómicos no son dicotómicos en sus soluciones
De entrada: no podemos optar dicotómicamente por Socialismo, así de fácil, o capitalismo libérrimo como usted sugiere, aunque al sugerirlo, y sabemos que de buena fe lo hace, está incurriendo en una contradicción con usted misma.
No debemos confundir el laissez faire, laissez passer [1] dieciochesco que buscaba caminos abiertos para la proliferación acelerada de la producción y su comercialización correspondiente en serie, propia de las revoluciones industriales en marcha, con las necesarias y actuales regulaciones que todas las actividades sociales requieren. La misma idea de Estado implica regulaciones sociales para ambas clases. Así lo reconocieron Marx y Engels en su Manifiesto Comunista.
En su caso, pareciera sugerirse que los trabajadores se cojan las empresas en cambote, o alguna otra barbaridad como si ya estuviéramos listos para dar el salto que usted alternativa y contradictoriamente trata en su artículo, para salir del capitalismo que usted misma acertadamente niega como imperante en nuestro mercado mal llamado país.
Precisamente, usted tiene razón porque eso de que somos un Estado rentista y no capitalista ya lo saben hasta las piedras. No hemos tenido un capitalismo arrancador y usurpador de plusvalía al mejor estilo inglés o norteamericano o francés o italiano o alemán u holandés, sino, a lo sumo, conatos fabriles emprendidos por pequeños empresarios fabricantes de jabones, de caña, de cueros, de quesos llaneros, de conservas de coco y empanadas, de cachapas, panaderías y dulcerías luso hispanas, queso de mano y huevos sancochados, de zapatos y alpargatas y unos que otros centros textiles que hasta dejaron quebrar para dedicarse al saqueo de los dólares petroleros[2]. Además de exportadores de nuestras materias brutas y primas. El Cerro Bolívar se lo llevaron completico en su mejor tenor.
Esa es la cruda historia de los llamados empresarios venezolanos, los mismos que ahora se rajan las vestiduras, y siguen pidiendo dólares diz que para ayudar a la Economía nacional, y lo que sí debe preocuparnos es que el gobierno actual, los actuales administradores del dólar petrolero, sigan creyendo en esas ofertas de parte de un empresario rentista por excelencia que en su mayoría carecen de cualidad fabril, aunque sí y en mucho de saqueadores de oficio revestidos de comerciantes. Son verdaderos empresarios de maletín aunque con registros legalitos y todo.
Esa cacareada economía nacional no existe, como no existe país a secas, ya que una sociedad de clases, sólo existe para la clase dominante. Un Estado burgués se refiere a que sólo le sirve a la clase de los ricos, y, por citar un caso emblemático y harto preocupante, es que las transnacionales establecidas en el país para ayudarnos serían la alternativa a nuestra diversificación de fuentes de Ingresos no petroleros, en lugar de estar solicitando dólares de cadivi para llevárselos al exterior de donde ellas provienen.
Las transnacionales deberían limitarse, por regulación estatal, a cambiarnos sus dólares provenientes de su capital extranjero, dado su carácter transnacional, por bolívares para cubrir sus necesidades monetarias por concepto de consumos domésticos, pago de salarios, por ejemplo. Ya es hora de revisar a fondo los mecanismos alternativos para diversificar nuestras entradas de divisa.
Entonces, como somos rentistas, con más razón el Estado desde hace tiempo debía regular al máximos el uso de la renta petrolera, el uso y destino de eso dólares, y lo peor ha sido entregarle dólares a quienes sólo han usado los registros comerciales como comerciantes o fabricantes como artilugios jurídicos o mamparas jurídicas para su libérrimo el ejercicio de ese rentismo que usted reconoce.
Ya Karl Marx comparó el conato de capitalismo y sus comienzos en la Alemania de entonces con el inaugurado en Inglaterra, pionera del industrialismo textil burgués. Se lamentaba de las barbaridades cometibles por un capitalista libérrimo sin sujeción ni regulación alguna de parte del Estado, de un capitalismo carente de las regulaciones estatales que mantengan cierto mínimo de orden y con respeto al ejercicio comercial, y a la salud de los trabajadores, quienes, si a ver vamos, son el mercado potencial de cuanta basura produzcan los capitalistas, a los que tampoco habría que regularles, según usted dejó entrever, qué producen ni cómo lo hagan.
La copiosa y minuciosa legislación laboral inglesa con sus cuadrillas de inspectores informaron a la Corona y al mundo de las miserables condiciones que sufría el asalariado de los empresarios capitalistas de marras quienes, además de prepotentes e infatuados por su riqueza personal, comercialmente readquirida con sus compras leoninas a los artesanos proveedores y ventas especulativas a sus clientes, minimizaban y aspiraban mantener a sus asalariados a punta de pan y cebollas. Tales capitalistas, pioneros todavía, seguían considerando al trabajador como un vulgar cuasianimal servil, tal como era considerado el siervo de sus glebas, y poco menos miserables como los esclavos romanos[3].
[1] Traducido: Dejar hacer (producir), dejar pasar (el comercio).
[2] Las regulaciones chavistas, precisamente, están cambiando esa pobre y deficiente arquitectura fabril. Así lo pienso e infiero.
[3] Los fisiócratas sólo reconocían a la tierra como creadora de la riqueza, y al campesino como una herramienta o algo parecido. Adam Smith no pudo llegarle al fondo de la esencia del valor porque no podía reconocer que aquellos obreros fueran la causa de la riqueza de la misma Corona, independientemente de que buena parte de sus bóvedas fueran alimentadas con rentas extranjeras creadas por trabajadores extranjeros, pero que llamaban simplemente tributos o botines de guerra. Tampoco podía imaginar que el trabajo salariado fuera la fuente de su riqueza personal ni la de sus colegas capitalistas para quienes escribía y a cuyo servicio intentó acientíficamente explicar el origen de la riqueza nacional, pero sin aludir para nada el problemita de la génesis de la pobreza. Curiosamente, ni siquiera el iluminado Jesús de Nazaret pudo deducir de dónde provenía la riqueza, a lo sumo condenaba los excesos del rico frente al humilde.