Los jinetes de la Poquedad

Cuando llegó a Santa Ana de Anzoátegui, procedente de las llanuras de Monagas, mi vieja, Lilia Rosa Arasme de Solórzano, sentenció a los galleros de la zona: “¡gallo que salga pataruco, gallo que pegue la carrera, gallo que termina en la olleta de un sancocho!”. Con el tiempo, ese terrible decreto de mi madre se convirtió en ley. Y con la anuencia de ese mismo veredicto, los últimos gallos huidos, cañamaos, finos de pelea y marotes, nos los almorzamos el pasado cuatro de diciembre, para celebrar el unánime resultado de la victoria en las elecciones parlamentarias venezolanas.

Es que nunca antes en la historia electoral de la patria, nadie había tramontado una corredura de semejantes proporciones. Toda esa gente de la oposición, convertidos en gallos espantadizos, agarró las de Villa Diego. A los cronistas de las grandes corporaciones mediáticas no les quedó otro recurso que narrar los acontecimientos tal y como sucedieron en la inmensa territorialidad venezolana. Estas son sus propias palabras. Estos son sus reportes:

“¡Señoras y señores: estos jinetes de la poquedad son unos verdaderos atletas carretistas! ¡Es una evasión sin par! ¡Es una fuga rimbombante de líderes patiquines, lechuguinos y petimetres, se quedaron sin el respaldo del pueblo! ¡Es el más desleal y ruinoso abandono, que es el despilfarro a la confianza de la gente! ¡Es un éxodo espantoso!”. Y por allí se dejan correr los reporteros con sus despachos informativos sobre las elecciones parlamentarias venezolanas y el polvorín de la estampida de la oposición. Aquí sus epítetos que no pudieron ser silenciados: Partida. Ausencia. Diáspora. Desbandada. Hégira. Deserción. Escapada. Dispersión. Escape. Escabullida. Desertar. Correr. Paticas pa’que te tengo. Vaina es lo que es: si preguntan por mi, digan que yo me fui por aquí.

Hay que desaparecer, fugarse, escabullirse, evadirse, esquivarlo todo, desbandarse, marcharse, eludir todas las responsabilidades, eludirlo todo: hasta los padres, los hijos y los amigos. Evitar. Eclipsarse. Largarse. Pirarse. Evaporarse. Aventarse. Najarse. Rajarse. Perderse. Ahuecar el ala. Es que todos ellos llevan un hueco en el alma, ¡perdón!, en el ala.

¡Sí!: los jinetes del corretaje pegaron la carrera. Cuentan las crónicas del día a día que el rostro de los que anunciaban la largada, permanecía cubierto por un manto de cobardía. Y los patriotas les espetaban en su cara: miedosos, pusilánimes, apocados, encogidos, asustadizos, medrosos, espantapájaros, espantadizos, aprensivos, irresolutos, rajados, gallinas, acoquinados, amilanados, vergonzosos, cagones, caguetas, collones, temerosos, timoratos, tímidos, cortados, vacilantes, blandos, acojonados. ¡Ustedes no merecen salir más nunca en las pantallas! ¡Recojan su gallo muerto!

Porque sino, mamá, allá en Santa Ana de Anzoátegui, tiene la olleta montada, esperando otro gallo pataruco para hacer su sancocho.


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