A los miembros de la Junta Directiva Nacional del Colegio de Arquitectos de Venezuela:

Con mucho respeto, como el que merecemos cada ciudadano y luego de pensarlo varias veces, he decidido dirigirme a ustedes para hacerles llegar mi reclamo.

No es este el de un arquitecto que tiene divergencias con las opiniones que puedan expresar personalmente cada uno de los miembros de la directiva de su colegio profesional. Es, simple y llanamente, el reclamo de un ciudadano ante una institución que está obligada, como consecuencia de su propia esencia institucional, a ser sumamente cuidadosa en el tratamiento de aquellos aspectos de la vida política del país, que pudieran estar afectados por consideraciones personales y grupales.

No hay duda que estamos atravesando hoy en Venezuela una severa crisis social y política y que ella es consecuencia de la confrontación de dos concepciones antagónicas sobre la organización del Estado y la Sociedad. Pero estamos obligados a que esta confrontación no desborde los cauces democráticos existentes, pues, tal cosa, llevaría a que la confrontación ideológica se transforme en una pelea de perros.

En Venezuela, más allá de las torpezas y perversidades individuales que siempre hay a cada lado de la calle, esos cauces existen y los que queremos desmarcarnos de lo anterior estamos obligados a hacer todos los esfuerzos necesarios para que nuestras diferencias se debatan y se confronten dentro de esos cauces, dejando que, en última instancia, sean las mayorías las que diriman esa confrontación de la única forma aceptable que existe. Y esto no sólo es obligatorio para cada ciudadano, lo es más para cualquier institución, pública o privada.

Pues bien, es en nombre de estas consideraciones que me siento con el derecho de reclamarles, no solamente el sesgo tendencioso de su declaración institucional, realizada a través del medio oficial que los representa; les reclamo que se publiquen allí opiniones terriblemente parciales, pero, sobretodo, provocadoras y ofensivas al extremo, como las que expresó, no se con que derecho, el arquitecto De Lamo.

En estos dos textos, el de ustedes y el de ese arquitecto, sobran las muestras de esto que afirmo, pero, voy a mencionar sólo aquella donde ambos coinciden: la referencia a Dudamel. Tal coincidencia no es casual, es la muestra más terrible de la intolerancia a la que nuestras pasiones políticas nos pueden llevar. El espantoso degollamiento de anoche, de un motorizado en una calle de El Marques, evidencia de manera atroz a lo que nos conduce tal intolerancia.

No pido la publicación de esta carta, yo me encargaré de hacerla correr.

jmrr44@hotmail.com

Caracas 22 de febrero 2014



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José Manuel Rodríguez


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