Superando mitos
Quienes llevamos unos lustros en la lucha política revolucionaria teníamos un sueño: lograr un parlamento con mayoría absoluta para adelantar sin obstrucción
los proyectos de la revolución y, al fin, se logró. Se trata de superar el mito bipartidista que concibe la política parlamentaria como la negociación entre dos
élites reformistas que supuestamente representan dos opciones distintas de concebir y orientar las políticas públicas y que se rotan en el ejercicio del poder. Un mito que esconde la naturaleza clasista del poder legislativo (y del Estado como tal) y lo proyecta como el enfrentamiento entre el “gobierno” y la “oposición”, cuando la verdadera contradicción es entre los intereses del capital y los del trabajo, es decir: entre la derecha y la izquierda. Ahora tendremos a la vista esta contradicción y podremos definir con precisión la orientación del proceso bolivariano: si reforma o revolución.
II
Refundar la política
Lo peor que pueden hacerle al pueblo venezolano y al proyecto revolucionario los dirigentes del Bloque del Cambio, es conformarse con el argumento de la “abstención histórica” en las elecciones parlamentarias para justificar la escasa participación popular del 4 D. Si en verdad impulsan el cambio político deben revisar a fondo su concepción de la política y despojarla de todos los “prejuicios” y “verdades comunes” de la vieja concepción. No puede “refundarse” una república sin nuevas bases políticas y mucho menos si queremos una república socialista. Lo más difícil no es vencer a los partidos políticos del “puntofijismo” (que ya están derrotados desde 1998), sino vencer al “adeco que todos llevamos dentro”. Y al decir “adeco” (pensando en los diputados) nos referimos a lo siguiente:
1. Profesionalización de la política: el diputado se convierte en un funcionario público que cobra quince y último, aspira a una jubilación y cumple unas
funciones establecidas en un reglamento, lo que lo lleva fácilmente a la mercantilización del curul, porque algunos grupos de interés, como por ejemplo una empresa transnacional, puede ofrecer una remuneración extra por “favores recibidos”. Esta profesionalización se ve favorecida por el disfrute de privilegios como el sueldo, la tarjeta de viaje, la inmunidad, el prestigio social, etcétera.
2. Aislamiento del parlamentario: consecuencia de lo anterior, el parlamentario se aísla de sus electores porque se lo traga la rutina parlamentaria, los compromisos adquiridos durante la campaña y los compromisos que adquiere en el ejercicio de sus funciones con los distintos grupos de interés que exigen sus servicios para la solución de problemas o para interceder ante algún organismo público (el chapeo, la palanca, etc.). Esto se resume en una sola frase: Triunfo de la política muerta sobre la política viva,
3. Constitución de facciones por incompatibilidad de intereses personales: los líderes fuertes o históricos agrupan en torno suyo a los diputados más débiles, a
los flojos, a los vivos advenedizos y de esa manera se conforman facciones que terminan enfrentándose entre sí por los cargos y las cuotas de poder dentro del
partido y dentro de la estructura de la Asamblea Nacional (cargos directivos, representaciones internacionales, comisiones permanentes, etc.)
III
Política viva vs. Política muerta
Si en verdad nuestros diputados están interesados en hacer una revolución, deben realizar una nueva concepción de la política parlamentaria que no se crea el mito del “parlamentarismo de calle”, porque no se trata de estar en la calle, cosa imposible con esta estructura parlamentaria que responde a la concepción derechista de la política y que, por muy buenas intenciones que tengan los parlamentarios termina tragándoselos, sino que la calle, es decir: las luchas del pueblo con sus orientaciones de clase, entre al parlamento y se plasme en las leyes. Se trata de concebir una nueva relación práctica entre el poder legislativo y el pueblo que, inclusive, no desestime la posibilidad de transformar el parlamento en una institución abierta e itinerante ¿Descabellado? No, simplemente revolucionario y acorde con la tesis de la “municipalización del poder” que se está impulsando en otras instituciones políticas de base.