En mi país, puedo decir con seguridad, hemos aprendido con inmensidad pedagógica lo que es un golpe de estado. Y tal cosa sólo ha sido posible por los maestros del asunto: el Estado norteamericano, seguido de sus “preparadores”, esto es, los países apuntados por tener, en sus respectivos gobiernos, horizontes de beneficios dados por las condiciones de facilidad de desarrollo del capital que tales “rupturas” favorecen. Todavía hay quienes creen que la democracia es el centro del asunto –inocentes–, y la gran paradoja es, que los procesos de golpe se “llenan” de inocentes; la inocencia –entendida como estupidéz y engaño– son el contenido de un fenómeno que, a su vez, necesita de la democracia ¿Será que me enredé?
En los casos de Venezuela y Ucrania, sólo en virtud de sus grandes diferencias, es que se aprecian las impresionantes similitudes. Pero primero tratemos unas formas de fondo: los golpes de estado, en su gran mayoría, son apenas el fenómeno político delante de las explicaciones de orden económico; procesos donde la percepción de muchos se engancha en diatribas gafas como el nacionalismo, los afectos, nociones balurdas como “lucha entre ricos y pobres”, o, entre “blancos criollos y pueblo”, u “oligarcas y patriotas”; peroratas sobre la democracia, o las libertades, los derechos humanos, entre otras; el asunto importante, la gran hazaña, es pescar el hilo de agua clara en el río revuelto.
El proceso grande, el escenario, debemos visualizarlo para poner en juego los análisis. La democracia no es el asunto central: como en una película de terror psicológico, ambos “bandos” expresados en dos mundos, el de los oficialistas y el de los opositores, reclaman la democracia que hay y la que no hay; el ser y no ser se encuentran en todos los lugares, y en una virulencia tal que volverían loco al mismo Heráclito.
Miremos al mundo, y tendremos una imagen clara: las grandes potencias del capital –en cuyos Estados se maneja sin trabas morales como política aquella de la tasa de ganancia–, con amplios sectores industriales territoriales, y a la vez monitores de economías menores, mediante diversidad de tratados de libre comercio, parámetros que hoy definen cualquier tipo de integración, sea latinoamericana, africana, u otra, tienen en “lo democrático” su comodín geopolítico; sumado al trabajo de los grandes medios de comunicación y las claves culturales capitalistas ya universalizadas.
Las realidades de Venezuela y Ucrania no escapan a estos “concretos históricos de fondo” que, curiosamente, quedan por fuera de los análisis; siendo gracioso el comercio de conceptos como “gobierno mundial”, “imperialismo yanqui”, “club de los poderosos” que plenan los análisis de corto alcance de muchos camaradas; y nos hacen creer que el dominio político es el objetivo, cuyo contrario, por supuesto, es el “gobierno popular”, el de las “mayorías”, entre otros.
Sumemos dos realidades: 1) la sociedad capitalista, ésta de la burguesía, es decir, la sociedad que centra sus esfuerzos en acumular capital bajo el control privado de un sector de la sociedad, no tiene problemas con la “forma de gobierno”, no importa nada en la manera en que se relacionen gobernantes con masa social, las culturas que desarollen, nada de eso importa… pero algo si importa, y esto es, el desarrollo de sus procesos, sus caros procesos, de producción y realización de plusvalía; es simple. 2) Esta misma sociedad, que en apariencia vive bajo los efectos del mágico contrato, es ella misma, un caos con apariencia de orden. La misma clase burguesa tiene una cantidad de estamentos, sectores, facciones, que la hacen, en sí misma, figura e imagen de lo fraccionado y heterogéneo; he aquí que sólo ella actúa en su forma más organizada y unida, justo cuando el peligro proletario, el peligro comunista amanece más que como fantasma, como realidad amenazadoramente concreta. Sólo en esos momentos tenemos a la burguesía llamando las cosas por su nombre, eliminando a sus enemigos con drones ad hominem, y movilizando ¡Clase trabajadora! En forma de policía y ejército.
Venezuela y Ucrania comparten unas cosas, por ejemplo, una posee la mayor reserva de petróleo del mundo y la otra es uno de los graneros del sector que comprende la Gran Europa; de manera que la producción de sus suelos es muy grande, cosa que al capital internacional le es muy grato; pero uno se pregunta ¿Acaso el suministro de petróleo al “mundo capital” está en peligro? ¿O sucede eso con el comercio de granos y cereales de Ucrania? Lo dudo. Comparten además otra cosa: sus presidentes son electos popularmente; las potencias industriales dirán ¿Y qué? Ya lo dijo Condoleezza Rice, puede haber gobiernos impopulares elegidos popularmente (¿?). Ambos tienen diferencias claro: nuestro gobierno es presidencial, mientras que el de Ucrania es “semi”; Ucrania tiene mayor extensión territorial que cualquier país de Europa, excepto Rusia; tiene además casi el doble de habitantes que Venezuela y el segundo mayor ejército en la zona, además de una relación con la Flota del Mar Negro rusa.
Ahora, ninguna de estas diferencias-igualdades son suficientes para entender el asunto, sin embargo, son determinantes al entender la estructura del capital mundial. Al reconocer el movimiento del capital, considerando que este año promete para los países dominantes del entorno una recuperación de las tasas de ganancia, y pensar que esta crisis que ya pasó aun no ha logrado entablar una jugosa “gran guerra”, sumado al hecho que para las economías emergentes –los amenazadores BRIC’s– no se abren estos horizontes, es entonces totalmente claro entender dos cosas: 1) la carrera por acceder al mercado y recursos de Ucrania tanto por la U.E. como por Rusia, pasa, como es de esperarse en una sociedad donde la democracia no es sino reflejo de lo que se le impone a los Estados burgueses como solución de convivencia con las clases productoras, por un protocolo de golpe que en ambos –Venezuela y Ucrania– han sucedido con pequeñas diferencias; y 2) el equilibrio interno pasa, necesariamente, salvo decididas políticas de verdadera movilización de la clase trabajadora –que en nuestra realidad están muy distantes de ocurrir y en Ucrania caducó su posibilidad–, por la negociación con las burguesías internas; en el caso de Venezuela, pienso, eso está por suceder, tomando en cuenta que el planteamiento productivo del gobierno no ha dado el paso a una avanzada industrial, sino que aún permanece en el foso de la “producción local”. En el caso de Uncrania, el equilibrio interno ya ha sido desgarrado, el protocolo de golpe ha dejado, fuera del acuerdo entre gobierno y oposición, a los acontecimientos a depender de la U.E. encabezada por los EE.UU., y de las acciones de último momento que pueda desarrollar Rusia.
El protocolo de golpe no es sino una consecuencia de la democracia burguesa, la única que hay, de hecho. Podríamos decir que la misma democracia es consecuencia de la reversibilidad de las formas de gobierno; esto es, de las posibilidades de modificar radicalmente lo referente a los gobiernos para poder “resetear” a condiciones anteriores más favorables a los intereses históricos del capital; no es casual que el último bastión que se rompe es, justamente, el moral: cuando las condiciones están dadas para el asesinato, exterminio, aniquilación de sectores de la clase trabajadora en movilización revolucionaria; con el consecuente terror, el retroceso político, y el castigo que se refleja en desaparecidos, torturados, madres buscando hijos, es decir, lo que vimos en Chile, Argentina, Uruguay y en Venezuela durante los años setenta y ochenta. Lo que he descrito ha sido el producto de un largo proceso de totalización de los intereses del capital sobre los límites de la paz democrática.
Este protocolo de golpe fue interrumpido aquí en Venezuela, pero llegó a su climáx en Ucrania: creo que debemos atender a este proceso para poder anticipar próximas “semejanzas”; pienso que es urgente, tanto es así, que me arriesgo a escribir de nuevo, cosa que había abandonado.
Este protocolo tiene cuatro fases principales: 1) movilización de sectores para crear situaciones de caos, muertes, confrontación con cuerpos represivos, entre otros; 2) aparición en escena de sectores de los cuerpos represivos que actúan en conexión con la movilización descrita; con esto se logra la connotación de “régimen represor” para; 3) actuación de medios que, en contacto con los sectores movilizadores de 1) y 2) difundir información para motivar una matríz de opinión favorable a la intervención; y 4) intervención de, ya sea, un sector de las fuerzas armadas, mercenarios con poder de armamento y apoyo financiero internacional, fuerza militar extranjera.
Según mi parecer, en Venezuela, se logró aislar el punto 1) neutralizando el 2) y el 3), quedando aún latente, al acecho, el sector militar o para-militar que plantearía el escenario 4). Mientras que en Ucrania se cumplieron los pasos completos. Vale destacar algo interesante: en enero del 2014 el parlamento de Ucrania sanciona las “leyes anti-protesta”, para luego, a finales del mismo mes cancelar 9 de las 10 leyes. Al leer los puntos importantes de dichas leyes, no puedo dejar de pensar en lo que sucede en mi país:
Penalización de la actividad “extremista”.
Simplificación de los procesos de revocación de inmunidad parlamentaria.
Amnistía para fuerzas represivas en acción contra manifestantes.
Juicios en ausencia.
Simplifación de procesos penales.
Penalización con cárcel para quienes cierren acceso a edificios residenciales.
Penalización por obstrucción de vías.
Penalización por divulgación de información sobre jefes de policía, ejército, jueces y sus familiares.
Penalización por falsificación de información por medios de comunicación.
Penas de cárcel por bloqueo y ataque a edificios gubernamentales.
Pena por instalación no autorizada de tiendas, tarimas y equipos de sonido.
Pena por uso de máscaras u ocultación de la identidad.
Penalización por recibir fondos de organizaciones extranjeras.
Control del Internet.
No puedo dejar de leer esto y no pensar en lo que pasa en nuestro país. Y a pesar que durante mi vida de estudiante siempre estuve de lado de los encapuchados cuando quemaban la TOYOTA, y apoyaba las manifestaciones en contra del poder capital, en países como los EE.UU., España, Francia, y otros; no puedo dejar de pensar que estos pendejos que incendian y asesinan la tienen papayita con nuestros cuerpos policiales y militares bolivarianos, que si les caen a coñazos y plomo a los Yukpa, a los trabajadores de la MITSUBISHI y del sector automotríz, a quienes fuímos a protestar por entregar a un camarada comunista como Pérez Becerra a un gobierno asesino como el de Colombia, o la entrega de camaradas vascos al asesino gobierno de España. En momentos como estos, que me confunden las capuchas, y me obstinan las consignas vacías, porque sé que no son todas iguales, me dejo guiar por una vaina que nunca me ha fallado: mi querido y nunca bien ponderado odio de clases.
Profesor
Universidad Bolivariana de Venezuela
progmarxubv@gmail.com