Ideas para el dialogo nacional sobre el tema económico. Superando la Guerra económica

Quien no ha investigado no tiene derecho a opinar.

¡Inadmisible! ¡Inadmisible! ¡Hay que investigar! ¡No decir disparates!

Mao Tsetung en CONTRA EL CULTO A LOS LIBROS (mayo de 1930)

En la actualidad, en la segunda década del siglo XXI, se está hablando en Venezuela de la necesidad de un dialogo nacional sobre el tema económico. De hecho, el 26 de febrero de 2014, el presidente Nicolás Maduro tomó la idea planteada por el empresario Lorenzo Mendoza, presidente del Grupo de empresas Polar, para convocar a un diálogo nacional, franco, sobre ese tema, con el fin de crear un Comisión de la Verdad de la economía venezolana.1

A pocos días más de 600 empresarios –representantes de sectores y grupos empresariales más importantes del país- se reunieron en el marco de la Comisión de Paz en el Área Económica que forma parte de la Conferencia Nacional de la Paz impulsada por el presidente Maduro, donde se presentan propuesta que según el Vicepresidente de la República, internacionalista Jorge Arreaza, tienen como objetivo “Equilibrar y fortalecer nuestra economía, producir, estimular la producción en Venezuela”.2 De esa reunión se conformaron cinco mesas de trabajo en las siguientes áreas: Industria, Comercio, Salud, Infraestructura y Seguridad. Cada una de estas mesas está encabezada por los ministros del área, un representante del Ministerio para el Trabajo y del Ministerio de Interior, Justicia y Paz, y técnicos del Centro Nacional de Comercio Exterior (Cencoex).

En esas reuniones participan por el Ejecutivo Nacional: el ingeniero Rafael Ramírez, que es el Ministro del Poder Popular para el Petróleo, Presidente de Pdvsa y Vicepresidente del Área Económica a la vez; la abogada Andreina Tarazón, la Superintendente de Costos y Precios Justos; y el M/G Herbert García Plaza, el jefe del Órgano Superior para la Economía, entre otros funcionarios vinculados con las decisiones de la política económica nacional.

Es un dialogo necesario y oportuno, que debe servir de puente para conocer realmente la situación política y económica de las diversas clases sociales que hacen vida en el país, en el marco de una “Guerra económica” que mantienen vivo el rentismo petrolero como modelo de desarrollo económico con una serie de perversiones que ha dejado sus secuelas en la sociedad. Un dialogo que debe superar la participación de los partidos, de representantes de gremios, de sectores empresariales, de entes gubernamentales. ¡Allí no puede quedarse ese diálogo! Hay que ir más allá de eso.

Es una oportunidad histórica para encontrarnos, para conocernos, para comprender los males y fortalezas de nuestra economía, que en la actualidad no está estructurada para superar los principales males que aquejan a nuestra sociedad: la inflación, la falta de producción nacional de bienes y servicios, inestabilidad del empleo, inseguridad, falta de vivienda, la poca industrialización, y otros elementos que permitan decir que seguimos siendo dependientes económicamente del exterior.

¿Dialogar para qué?

Para que en un marco general y específico se identifiquen los elementos que explican la situación actual de los grupos sociales y económicos, sus fortalezas, debilidades, decadencia y rol en la Economía rentista actual, su participación en el proceso de distribución de la renta petrolera, su aporte actual en la producción nacional y al desarrollo del país.

También, para comprender la complejidad de nuestra propia economía política, y de esa forma, identificar qué tan lejos estamos de un modelo económico con tendencia socialista. Pero es una comprensión cuya información, datos, elementos, debilidades y fortalezas deben surgir de la diversidad de nuestra propia sociedad, desde los propios actores, de sus propias vivencias, desde los propios venezolanos y venezolanas, vengan de donde vengan.

¿Cómo se hace eso?

El diálogo nacional por la verdad económica tiene que ser una experiencia distinta. No es encerrarse en un auditorio público o privado para que entre pocos se pongan de acuerdo, sobre la base de sus apreciaciones e intereses particulares o grupales y cuyos resultados sirvan sólo para la formalidad protocolar de encuentros mediáticos, para la foto, para el discurso idealizado; sino más bien, dejar atrás esas técnicas e irse a donde cohabitan las clases sociales venezolanas, en su ambiente, en su contexto, donde se padecen los problemas económicos. El Comandante Chávez era experto discutiendo los grandes temas con el pueblo, nunca cayó en provocaciones ni aceptó chantajes de nadie. Se iba con el pueblo a debatir. Y los revolucionarios de paz hablamos con el pueblo que en su mayoría quiere paz.

Es con el pueblo que padece la problemática, con ellos es con quien hay que discutir, y no caer en la tentación de creer que la solución la tienen dos o tres representantes de los grupos económicos, políticos, religiosos, sindicales, más poderosos del país. Esa práctica se quedó atrás. Raymond Lotta (1994), planteaba que “el cambio económico y la creación de la riqueza social deben ir acompañados por cambios en todas las esferas de la sociedad, incluyendo sobre todo cambios en la concepción y el pensamiento de la gente.”3

Sin embargo, tiene que ser un debate de apertura, basado en el principio de reconocimiento y empatía por el otro que no piensa igual a nosotros. Debe ser un debate sincero, con mucha humildad, el verdadero diálogo de las diferencias para resolver los problemas comunes. Esto sería una forma efectiva para mejorar la comunicación entre nosotros, para reconocer nuestras diferencias e identificar nuestra interdependencia. Para mirar a nuestro país de la misma forma, con el mismo sentimiento, incluso con la misma lastima. Y así construir el futuro con la misma visión, asumiendo cada uno su propia misión. En fin es construir nuestra Nueva Economía sin prejuicios ni complejos. Es diseñar los futuros posibles para una Venezuela diversa pero integrada.

Esto en términos generales es investigar, sí, ¡debemos investigar! Esos diálogos deben ser para investigar la complejidad de la economía venezolana en el contexto actual, para comprenderla, teorizarla y luego buscar las posibles soluciones.

Para alcanzar esto, se requiere que los actores dejen de lado sus intereses individuales o grupales, se despojen de sus ideales –como el epojé de Husserl- y dejen que de la realidad emerja la información sobre los problemas sociales y sus posibles soluciones, siempre con miras a alcanzar las mejores soluciones y superar, de una vez por todas, los problemas que aquejan al modelo de Estado rentista actual.

Por tales razones, la consulta o el diálogo debe darse directamente con el pueblo, en su totalidad, con cada uno de sus partes, de allí debe surgir la disección y la solución. No de los grupos de intereses, así lo ha demostrado la historia.

¿Cuáles serían las referencias teóricas?

Ese diálogo nacional tiene que terminar en una investigación complementaria. Que si bien se puede referenciar en las ideas plasmadas en libros sobre nuestros ancestros –Bolívar, Zamora, Simón Rodríguez, y otros libertarios de nuestras tierras, incluyendo las del propio Hugo Chávez-.

Pero eso no lo es todo, hay que ir más allá de ese idealismo, y ver la realidad al desnudo. Ir a la realidad de la vida cotidiana, a buscar la fuente de la verdad en nuestra propia realidad: la de los obreros, campesinos –pobres, medios y ricos-, comerciantes –pobres, medios y ricos-, economía informal, productores -grandes, medianos y pequeños-, banqueros, militares, artesanos, profesionales, los servidores públicos –directivos y empleados, contratados o no-, amas de casa, entre otros. Ir allá, a la fábrica, a la comunidad, a la institución pública, al conuco, a la casa. En fin, conocer la realidad de todas las clases sociales que hoy padecen, influyen y explican la situación económica de la Venezuela de nuestros tiempos.

Y por supuesto, entre todos, aportar su granito de arena para superarla. Si fuera el caso, con apoyo gubernamental, de las universidades públicas y privadas, de los empresarios y trabajadores, de las comunidades organizadas. Un apoyo irrestricto desde los propios actores, porque ellos son partes del problema y de la propia solución.

¿Sobre qué se debe debatirse?

No considero pertinente, y sería una pérdida de tiempo en este tiempo histórico, que los actores sociales se pusieran a dialogar por problemas coyunturales: sobre el Sistema de asignación de divisas, sobre la Ley de Ilícitos Cambiarios, sobre la Ley Orgánica de Costos y Precios Justos, sobre la eficiencia del sistema de aduanas nacionales, ni mucho menos sobre el socialismo o el capitalismo, esos son temas coyunturales. ¡Hay que elevar el discurso en ese dialogo por la paz política, económica y social venezolana!

En vez de eso, el tema central de discusión debe ser sobre el modelo de Estado rentista que tenemos, por cierto, bien teorizado por muchos intelectuales desde la academia venezolana; y cuál es su relación con la inflación en la actualidad. A este modelo de Estado, Juan Pablo Pérez Alfonso lo llamaba así: “Estado rentista”4; Baptista (2010)5, Mommer (1986)6 y Espinaza (1999)7 lo llaman “Capitalismo rentístico”; Zanoni Vargas (2007)8 lo llama “Economía rentística” basada en un Capitalismo de Estado; y Mendoza Pottellá (2000)9 lo denomina “Economía parasitaria de la renta petrolera”.

Este modelo de Estado puede definirse como aquel Estado que no se apoya de la renta que aportan los excedentes de producción de la sociedad nacional, sino que es dependiente de los ingresos generados en el exterior por la vía de rentas, es decir, las generadas por la venta del petróleo en el sistema internacional.

Es por ello, que el objetivo central de ese diálogo debe ser: Comprender la distribución de la renta petrolera y su compleja relación con la inflación, que requiere de una perspectiva integral –sistémica y compleja- de los promotores, relatores, investigadores y actores participantes en los debates.

Todos los aportes desde los distintos sectores de la sociedad deben girar en torno a cómo superar las fallas de la economía rentista venezolana.

¿Qué espera alcanzarse?

En fin, la meta es comprender, con miras a teorizar nuestra propia realidad, y a partir de allí definir las bases para superar la situación actual. Planificar de manera prospectiva las estrategias a corto, mediano y largo plazo, y definir el rol de cada uno de los actores en ese nuevo camino. Determinar cuál es el papel de las comunidades, los empresarios, trabajadores, las fuerzas armadas, de los gremios, de la iglesia, de las universidades, etcétera, para superar el rentismo petrolero.

Esa es una vía segura para superar la “Economía rentista parasitaria” que tenemos a inicios del siglo XXI, por una ideal “Economía rentista productiva”. Porque hay que estar consciente, querámoslo o no, que seguiremos siendo una economía que dependerá de los ingresos fiscales petrolero hasta que queramos, lo cual implica que estadísticamente hablando, la proporción de los aportes fiscales de los sectores no petroleros superen, al menos 2 veces, al del sector petrolero.

Imaginémonos, que en vez de dilapidar nuestros ingresos petroleros en importaciones de bienes y servicios de todo tipo, dedicáramos ese capital a multiplicarlo internamente por la vía de la producción de los bienes y servicios que realmente requiere la sociedad venezolana para vivir. ¡Allí seremos un gran país! Amén, de los beneficios en empleos directos e indirectos, de la reactivación del aparato productivo, del comercio nacional, del “hecho en Venezuela”, de la disposición de los bienes y servicios de primera necesidad, mejora en la recaudación fiscal, y de la caída de los niveles promedio de los precios.

Temas centrales para el diálogo nacional sobre la economía:

La distribución de la renta petrolera y su relación con la inflación

Cualquier debate público sobre la economía venezolana de inicios del siglo XXI, gubernamental, públicos, académicos, o entre los diversos sectores y actores de la sociedad, debe centrarse en el modelo de Estado rentístico venezolano con la finalidad de superarlo.

Sobre este tema es que hay que dedicar el mayor esfuerzo de diálogo e investigación, que está relacionado con el uso efectivo de los cuantiosos y permanentes recursos petroleros que se inyectan en la economía, que generan una dinámica propia cuyo comportamiento se reflejan en los indicadores económicos y financieros. Todas las propuestas que se presenten deberían ir en la búsqueda una economía liberadora: del estado parasitario al estado rentístico productivo.

Hay que comprender el destino o uso de esa renta, dado que, hoy, al igual que en el pasado, cada vez que se extrae –liquida- un barril de petróleo de nuestro subsuelo con fines de venderlo en el exterior–, en contraparte el país recibe de la industria petrolera dinero en forma de divisas que luego, parte de ellas, son cambiadas por el Banco Central de Venezuela e inyectadas por el Gobierno a la economía por diversas vías: gasto público, inversión, consumo, transferencias, pago de deudas interna, entre otras. Y, esto genera, una demanda pública de dinero, que en su medida, ha tenido sus efectos en el termómetro económico conocido como inflación, otro tema que hay que aludir de una manera franca y con conocimiento de causa.

Al estar relacionado con el uso y el manejo de dinero, ese proceso es reconocido como un hecho monetario, y las decisiones gubernamentales de su destino son políticas económicas relacionadas con la política monetaria.

La problemática de la inflación

Indudablemente, Venezuela está sumida en esa problemática de la inflación, que no es nueva, ni mucho menos puede etiquetársele a la Revolución bolivariana. Es un problema estructural de nuestra economía, que está directamente relacionada con la manera cómo se ha distribuido la renta petrolera, algo que en el plano macroeconómico está vinculado a la política monetaria. Por tanto, en su esencia, la inflación es un problema monetario, porque está atada a ese dinero captado en el exterior y que no tiene una contrapartida interna en la producción de bienes y servicios disponibles para el consumo de la sociedad. Está imbricada al modelo de Estado y de desarrollo económico impulsado en el país desde Juan Vicente Gómez hasta la actualidad.

Es por lo anterior, que son dos temas de interés nacional, necesarios para poder comprender los fenómenos económicos que afectan a la sociedad venezolana del presente, y cualquier decisión en el presente tendrá sus efectos en el corto, mediano y largo plazo, es decir, en el futuro político, económico y social de la Nación, de la misma forma como el presente es explicado por las decisiones que sobre este tema se tomaron en el pasado.

En ese Estado rentístico, hay que identificar los elementos complejos que explican su comportamiento, con la finalidad de lograr los correctivos necesarios por medio de la política económica y sus herramientas –política fiscal, monetaria, cambiaria y comercial-, que conlleve a medidas más estables y logre su disminución, palpable, en el mediano y largo plazo.

Desde una perspectiva onto-epistemológica, ambos temas, tanto la distribución de la renta internacional del petróleo como la inflación, deben ser comprendidas desde una perspectiva integral –sistémica compleja-, autorreferenciandolas una con la otra, de una forma dialógica, y hologramática, dado que, la manera como se distribuye la renta petrolera como el incremento del nivel promedio de los precios –inflación- es producto de la acción de la otra, la primera modifica a la otra y la otra modifica a la primera, y así sucesivamente, creando una condición tautológica que ha generado la inestabilidad económica y el atraso industrial acumulado de las últimas décadas.

Visión socialista de la renta: Hugo Chávez Frías

La “visión socialista de la renta” tiene como objetivo que la política petrolera nacional la realice el Ejecutivo Nacional por intermedio del Ministerio del Poder Popular para la Energía y petróleo, y que las actividades operacionales y financieras sigan siendo administradas por la corporación estatal Petróleos de Venezuela S.A. en todos los procesos: exploración, producción, manufactura, transporte y mercadeo de los hidrocarburos en el país. Ahora se le presenta al país como una nueva empresa, totalmente subordinada al Estado y por consiguiente está en pleno control de la sociedad venezolana tanto las reservas petroleras como todos los procesos que se desarrollan en ella.

En la visión socialista de la renta, se mantiene la tradición del Estado terrateniente atrapado por la ideología rentista; resurge el nacionalismo petrolero; se consagra la tendencia conservacionista de los recursos petroleros; en un marco de respeto de las cuotas de producción establecidas por la OPEP cuyo fin es defender los precios internacionales del petróleo; y la concepción política pregona la distribución de la renta con fines estrictamente social. Aquí el petróleo cobra una importancia estratégica para el impulso de un modelo de desarrollo político, económico y social con tendencias socialista, las cuales representó, y aún sigue representando, una amenaza para los intereses de los sectores económicos y políticos tradicionales.

Como puede apreciarse, se está en presencia de una “racionalidad económica-capitalista” pero con una visión hacia la “utilidad social”. En cuanto a las organizaciones de la industria petrolera nacional, estas accionan sobre la base de estrategias que buscan fortalecer lo económico para poder cumplir con los compromisos sociales. En este caso mantienen su carácter de empresas productoras y replicadoras de fenómenos económicos, pero que son atendidas y administradas desde una lógica social.

La organización es interpretada como el espacio físico donde se replican fenómenos complejos vinculados con la “economía social de mercado” y todo lo relacionado con el manejo del sistema capitalista vigente. No obstante, hacia el plano externo de la organización, el gerente actúa desde otra racionalidad económica: la Dualidad ingreso-distribución (...) Aquella vinculada a la ejecución de acciones política-económicas en función de captar mayores ingresos con fines de una justa distribución de la renta, que sería perseguir el fin económico-social hacia lo externo de la organización. En términos concretos, se enfrenta e intenta manejar eficientemente, dos momentos estratégicos: “el ingreso” y “la distribución de la renta. (Giussepe:2013, p. 188)10

¿En materia económica en dónde estamos?

Por lo que respecta a la visión socialista del manejo de la renta aún queda mucho por hacer para saldar las deudas pendientes del pasado. Tenemos en el papel una gama de documentos donde se plasma el sentido productivo de nuestro país: la Constitución, leyes, reglamentos, el Plan de la Patria, Plan Siembra Petrolera. No obstante, aún falta por materializar un conjunto de soluciones a los problemas reales de nuestra sociedad y que nos encamine al desarrollo de una economía socialista planificada, que supere la dinámica de las regulaciones burocratizada y la tradicional reproducción de las opresivas relaciones capitalistas, por una que impulse subordine el hecho económico relacionado con el crecimiento y el desarrollo, a criterios sociales y políticos, valga decir, donde las necesidades sociales impongan la agenda económica, y a partir de allí, los actores sociales se pongan de acuerdo políticamente para dar respuesta efectiva a esas necesidades.

Y la materialización de esto, desde una perspectiva socialista, sería a través de la vinculación de la cuestión de la coordinación económica a las de la iniciativa y la participación de masas. Esa es la verdadera esencia de “una economía liberadora”.

Propuesta para una economía liberadora´: Estado rentístico-productivo

A manera de propuesta, en primer lugar, se requiere detener el auge de adquisición de compromisos financieros extranjeros, indistintamente de que estos estén dirigidos efectivamente al soporte del gasto improductivo dirigido a la disminución de las deudas sociales históricamente acumuladas. Asumir deudas en el presente es comprometer nuestro principal activo financiero en el futuro: las reservas petroleras probadas.

En segundo lugar, la visión revolucionaria debe tender a superar el modelo de Estado vigente conocido por ser “rentístico-parasitario” por un “Estado rentístico-productivo”, en donde los ingresos petroleros sean destinados primordialmente a desarrollar aquellos sectores productivos donde se tiene tanto ventajas comparativas como competitivas, que denominamos sectores productivos estratégicos.

Lo que se propone es cambiar la manera de distribuir la renta petrolera, donde el gobierno planifique el desarrollo de esos sectores estratégicos en todas sus ramas productivas y conexas: industrial, mediano y micro empresarial, artesanal, formativa, infraestructura, comercial, etc., con base en los ingresos previstos por la Industria Petrolera Nacional. Estos sectores, deben estar conectados en redes de producción financiadas, administradas, protegidas y controladas por el Estado mediante las distintas modalidades productivas existentes: empresas públicas, mixtas, consejos comunales, Empresas de Producción social (EPS), entre otras.

Entre los sectores considerados estratégicos está el mismo sector petrolero, donde debe continuarse con la política de estatización de sus sectores conexos, fortaleciéndolos y conectándolos a otros sectores industriales como el hierro, el acero y la petroquímica, con el fin de impulsar la producción de insumos, maquinarias y tecnologías nacionales para el sector petrolero. Esto es gerenciar el desarrollo con una visión integral. En este sentido, este sector no sólo forma parte de la formación de la renta nacional, sino también, de las fuerzas productivas nacionales.

Los otros dos sectores a los cuales deberán destinarse una gran parte de la renta petrolera son el turismo y el agropecuario, grandes generadores de empleos y de ingresos a la vez (vía impuestos sobre la renta) para el futuro Estado rentista. Aquí se propone crear dos Fondos Especiales de Desarrollo: el turístico y el agropecuario, que se irán alimentando con parte del Presupuesto Nacional y de los excedentes petroleros. Son fondos para el largo plazo que no podrán ser traspasados por ningún motivo para apaliar gasto público no productivo. El sentido general, es no seguir liquidando nuestro principal activo productivo y patrimonio común de todos los venezolanos: los yacimientos petroleros, para cancelar gastos no productivos, que como la historia nos ha venido demostrando, no apalancaron el desarrollo económico y social del país en los distintos y cambiantes presentes, ni lo apalancarán en los posibles futuros.

Y en tercer lugar, el “Estado rentístico productivo” deberá financiar el resto de los sectores productivos y no productivos (salud, educación, deporte, etc.) con los aportes que arrojen en materia tributaria las actividades productivas y servicios conexos a los sectores estratégicos, así como, por el resto de los sectores no estratégicos. En este caso, el gasto público en sectores no estratégicos se ajustará con base en los aportes fiscales de los sectores estratégicos, y no lo contrario, como aún se sigue ocurriendo: ante una caída en los precios del petróleo hay que endeudarse para satisfacer el gasto público.

Esa perversión económica debe terminarse algún día. Si los ingresos fiscales caen el gasto público debe ajustarse a él. En este caso se habla de la disminución de costos, de disminución de gastos superfluos o no urgentes, etc., este es el verdadero sacrificio estatal por su población. Sin embargo, con un sector turístico y agropecuario sólido, aportando ingresos permanentemente, se podría apaliar los tiempos de precios petroleros bajos.

En ese sentido, insistimos en que la renta petrolera debe ser concebida como una fuente de acumulación de capital, para financiar y desarrollar el mismo sector petrolero y sectores estratégicos como el turismo y la agricultura, que deben comenzar a ser vistas como economías reproductivas y progresivas. En este caso “Sembrar el petróleo” dejaría de ser un sueño y se convertiría en una realidad.

Recomendaciones en cuanto a la política económica venezolana

A través de la política económica, se podrían fijar los recursos -por la vía de leyes o reglamentos-, en esos sectores estratégicos, de tal forma que mejoren la certidumbre, mejoren la eficiencia y eleven la estabilidad del valor del dinero en esos sectores –inflación-.

Por la vía del gasto público se fijaría la participación porcentual de los sectores estratégicos a impulsar en relación con el gasto total, excepto en el caso de una emergencia declarada. Para controlar los cambios cíclicos de la renta petrolera, el ingreso fiscal se debe fijar igual al gasto del gobierno en su promedio de los últimos tres años o cuatro años, esto permitiría que el presupuesto gubernamental que se calcule para incluir otros gastos fuera del presupuesto, tendría un déficit en las recesiones y un superávit en las expansiones o auges, pero manteniendo su equilibrio a lo largo del tiempo.

Finalmente, como los problemas de la economía están relacionados directamente con la política monetaria, como política antiinflacionaria, se recomienda que la liquidez monetaria –la cantidad de dinero disponible por la sociedad- debería crecer a un ritmo de crecimiento igual a la diferencia que existe entre la tasa promedio de crecimiento de la producción nacional real –Pib real- de los últimos tres años y el crecimiento promedio de la velocidad monetaria también con promedio móvil de tres años.

Sobre el rol del empresariado y el uso de la renta petrolera

Aún quedan muchas por hacer, todavía sigue pendiente la de mejorar y hacer más justa la distribución del Ingreso Nacional, una de las causas por la cual no se avanza en el desarrollo económico y tiende a fomentar las convulsiones sociales sea de sectores ricos o pobres. De quiénes en la historia pasada y presente se han aprovechado de los cuantiosos recursos petroleros ocasionados por el exceso en el Gasto Público de los recursos de capital colectivo constituidos por reservas de recursos naturales de origen fósiles, hoy podemos decir, con mucha responsabilidad del caso, que siguen los sectores tradicionales recibiéndolos para mantener una cultura de importación, ensamblaje y comercio de mercancías no necesarias para la vida diaria como las relacionadas con chatarras tecnológicas, modas, franquicias, entre otras.

Y se ha descuidado el fomento de sectores estratégicos como la agricultura, ganadería y el turismo, amén de sectores sociales vinculados a la seguridad individual y familiar, la salud y la educación y vivienda, que dependen de bienes y servicios que en su mayoría no son producidos en el país, por lo tanto, engrosan la factura que se paga por importaciones. En ese sentido nos hemos hecho dependientes de las importaciones. Allí está la mala distribución del Ingreso Nacional y que ha hecho más ricos a los ricos y a los pobres más pobres.

Es por ello que la mala planificación del Gasto Público ha estimulado la ineficiencia y el despilfarro de las riquezas petroleras. Y quienes se han aprovechado de esos gastos mal dispuestos son los empresarios y comerciantes que participan directamente en las actividades de asignación de las divisas y que justifican su supuesto desarrollo industrial y productivo basado en la importación bienes y servicios intermedios para la generación de cualquier tipo de mercancías no controladas ni supervisadas por el Estado.

Cualquier empresario que desea traer lo que le venga en ganas sólo debe tramitar ante las instituciones correspondientes la solicitud de las divisas que requiera para importar lo que le reportará beneficios individuales. Sin ninguna planificación estatal, sin ningún tipo de control, sin ningún tipo de beneficio social. Aquí cabe la tesis de la economía liberal que plantea que la “oferta genera su propio mercado”, porque se ofrece lo que se importa, y no basado en las necesidades reales o planificadas por la sociedad. Ése es uno de los elementos que nos atan al modelo capitalista global que han impuesto las transnacionales: dependencia de cuantas mercancías pueden traer los importadores y colocar en los anaqueles. Y hemos dejado a un lado la producción de los bienes y servicios básicos para satisfacer nuestras necesidades más elementales y que nos harán libre.

Es por ello que hay que hacer un inventario de que bienes y servicios finales e intermedios necesitamos para poder satisfacer nuestras necesidades básicas más inmediatas y ser independientes económicamente. Comencemos por los 400 productos de la cesta básica. Comencemos en una batida nacional por la producción de eso 400 productos, esa si sería una verdadera misión por Venezuela.

En fin de cuentas, los sectores económicos más beneficiados por la injusta distribución de la renta petrolera son también los que más presionan para que el gobierno sea más eficiente en la asignación de las divisas, para que se les otorguen mayor cantidad de esas divisas y para que se incremente el Gasto Público. En ese sentido, el despilfarro les conviene y lo aprovechan. En realidad, ha venido ocurriendo un traslado directo de la riqueza petrolera, considerado por Pérez Alfonzo un patrimonio común de todos los venezolanos, al patrimonio privado de unos pocos privilegiados, gracias a la mala planificación productiva del recurso más valioso y estratégico de la industria moderna como lo es el petróleo, que por su carácter agotable, debe ser bien pensado, ideal y racionalmente, el uso de los recursos financieros que se obtienen directamente de su liquidación en el sistema petrolero internacional.

Es por ello, que el mejor beneficio económico y social para las presentes y futuras generaciones es invertirlos con el concurso de todos, de manera planificada y compromisos reales de todos los actores –Gobierno, empresarios, trabajadores y comunidades organizadas- en aquellos sectores identificados como prioritarios para mejorar las condiciones de vida de la población, es decir, invertir realmente en el bienestar material y social de la población.

Por eso decimos con mucho énfasis, que ¡no se puede seguir invirtiendo nuestras divisas petroleras en la importación de mercancías chatarras o saldos de la moda pasada! El que quiera importar chatarra que genere sus propios dólares y los traiga al precio que quiera, y el que quiera gastar su salario en chatarra cara que lo pague caro, pero garanticémosle a los que no quieren, o no pueden pagarlos, los bienes y servicios alternativos, los de producción nacional que estoy seguro serán de buena calidad como lo eran antes. Recordemos que hasta la década de los ochenta, éramos un país cuya producción era de calidad. “El hecho en Venezuela” era un orgullo nacional. Nuestros sectores calzado, textil, agricultor y ganadero eran exportadores, la producción de productos de limpieza eran de buena calidad, por mencionar algunos.

El 13 de noviembre de 2013, el autor de este escrito (Giussepe: 2013)11 publicó en el Portal Web de Aporrea.org, el “Informe político-económico parte 1: La situación económica en la Guerra Económica actual: 2013”, donde insiste sobre la necesidad urgente de dejar de invertir la renta petrolera en importaciones, cuyo texto se repite a continuación:

Para afrontar el panorama anterior, el Gobierno revolucionario debe aprovechar esta oportunidad histórica para cambiar la estrategia de dedicarse sólo a asignar gran parte de las divisas generadas por la renta petrolera al sector empresarial privado en el mediano y largo plazo sin exigirles nada a cambio, y por el contrario, exigirles una política de reversión y fortalecimiento del aparato industrial con el fin revertir ese problema estructural de dependencia de tecnologías e insumos importados.

En ese sentido, el Gobierno debe plantear un debate nacional sobre la ineficiencia de esos sectores empresariales tradicionales de generar su propia independencia económica, tecnológica y financiera dentro del país, haciendo un llamado a los verdaderos productores con espíritu de innovación e invención, que quieran invertir la renta petrolera en Venezuela y no en otros países.

Por ejemplo, se podría convocar al encuentro Nacional de productores innovadores de tecnologías en maquinarias y equipos, métodos y procesos productivos, con la finalidad de ir creando las verdaderas redes de producción de bienes y servicios  nacionales. Y así dar pasos firmes para terminar con la Guerra económica existente con los sectores empresariales privados, que están afectando directamente a los consumidores, que en fin, son todas las familias venezolanas.

Se está consciente que es un camino largo y difícil por recorrer pero ¡hay que comenzarlo ya!, o seguiremos siendo aquel país monoproductor, con altos ingresos y poca producción  de bienes y servicios. En ese sentido cabría insistir que ¡Ya basta de empresarios revendedores de mercancías importadas en el país! y ¡Ya basta de invertir la renta petrolera en importaciones!

1 Maduro, Nicolás (2014: feb 26). “Maduro está de acuerdo con Mendoza: Crearemos una Comisión de la Verdad de la economía”. Pórtal Web Noticias 24. Disponible en línea por www.noticias24.com/venezuela/noticia/224980/maduro-considero-ineludible-propuesta-de-mendoza-vamos-a-crear-comision-de-la-verdad-de-la-economia/

2 Arreaza, Jorge (2014: Mar, 06). “Arreaza: Presidente Maduro ya aprobó 56 propuestas presentadas por el empresariado nacional”. Correo del Orinoco. Disponible en líea por http://www.correodelorinoco.gob.ve/energia/arreaza-presidente-maduro-ya-aprobo-56-propuestas-presentadas-por-empresariado-nacional/

3 Raymond Lotta (1994). Economía Maoísta y el Camino Revolucionario al Comunismo: El Manual de Shanghai sobre Economía Política Socialista. Disponible en línea por http://www.acgcr.org/mlm_archivos/Archivos/chmash02.htm

4 Pérez Alfonzo, Juan Pablo (2009). Hundiéndonos en el excremento del diablo. Fundación Editorial El Perro y la rana. Ministerio del Poder Popular para la Cultura. Venezuela.

5 Baptista, Asdrúbal (2010). Teoría económica del capitalismo rentístico. Colección Clásicos del Pensamiento Económico Contemporáneo de Venezuela. Banco Central de Venezuela. Venezuela.

6 Mommer, Bernard (1986). "La renta petrolera, su distribución y las cuentas nacionales: el ejemplo Venezuela". Cuadernos del Cendes, N° 5, Caracas.

7 Espinasa, R. y Mommer, B. (1999). De una a otra Venezuela. Fundación Gumilla. Disponible en línea por http://gumilla.org/biblioteca/bases/biblo/texto/SIC1987500_477-481.pdf

8 Zanoni Vargas José R. (1997). El cuadrilátero petrolero: Bases de la política petrolera venezolana. UCV. Venezuela.

9 Mendoza Pottellá, Carlos (2000). Crítica petrolera contemporánea. Facultad de Ciencias Económicas y Sociales de la Universidad Central de Venezuela. Venezuela.

10 GIUSSEPE, Andrés R. (2013). La Gerencia Social-Política: Nueva racionalidad de la gerencia petrolera venezolana rumbo al Socialismo del siglo XXI. Ministerio del Poder Popular para la Energía Eléctrica. Oficina de Comunicación y Relaciones Institucionales. Fondo editorial Colección Bibliográfica N° 7. Venezuela.

11 Giussepe, Andrés (2013: Nov, 13). “Informe político-económico parte 1: La situación económica en la Guerra Económica actual: 2013”. Pórtal Web Aporrea.org. Disponible en línea por: www.aporrea.org/

 

 



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Andrés Giussepe

Doctor en Gerencia, Especialista en Política y Comercio Petrolero Internacional y Economista de la Universidad Central de Venezuela. Secretario Nacional del Movimiento Profesionales de Venezuela.

 agiussepe@gmail.com

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