Es cierto que ante la indignidad y la crueldad del capitalismo, algunos burgueses (los mejores y más capaces) se pasan a las filas del proletariado revolucionario. Marx y Engels, por ejemplo. Son la excepción claro. La mayoría de los burgueses (y, sobre todo, de los pequeños burgueses) que se visten "de izquierdas" solo nos traen lo peor de su clase: afán de protagonismo, componendas, sectarismo, chalaneo, reformismo... Sean abogados, funcionarios universitarios o tenderos, se presentan siempre en el papel de "conductores", de jefes, de generales. Nunca de tropa, claro.
Cuando algunos hernández, o gonzález, o santana -por no ir más lejos- se atreven a cuestionar sus posiciones, se llenan de santa indignación. ¿Pero que se han creído que son? Sin apellidos ilustres, sin contactos en la "alta sociedad", a veces sin carrera, o sin dinero, o hasta sin coche, se atreven a cuestionar a "los de toda la vida". ¡Hasta ahí podíamos llegar!
Los conozco bien. He tenido que soportar durante décadas su desprecio de clase, su gazmoñerías, sus egos hipertrofiados. Cuando usan la palabra "revolución" -poquito, la verdad- es sólo de forma decorativa. Porque si algo teme nuestra izquierda burguesa es, precisamente, a una revolución. Oigh, porfa, no le vayamos a alterar su acomodada vida. Lo suyo son las elecciones (burguesas) y las reformas (burguesas) para que el capitalismo sea más cool, más chachi. Y que huela bien, fitetú.
Canarias es el caso extremo de una izquierda totalmente secuestrada por los señoritos. Los que "triunfan" se pasan con armas y bagajes a la derecha. Y los que no siguen enquistados en la izquierda impidiendo que llegue la primavera irreverente, anticolonialista, sin pedigree. La primavera de los no-A, de los asalariados, de los parias.
Los franceses le llaman la gauche divine, no les digo más. Como se dice, quién no los conozca que los compre. O sea.