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Con el respeto que usted se merece, como Presidente de todos los venezolanos, como revolucionario y como depositario del legado del Comandante Eterno, Hugo Chávez Frías, me permito hacerle una observación que pudiera estar haciendo ruido para consolidar la Conferencia de Paz y Vida, creada por usted mismo y que adelanta con el objetivo de motivar a todos a sentarse en la mesa para dialogar, sin condiciones, tal como usted lo ha dicho. Eso con el fin de lograr la paz y la convivencia entre los habitantes de este país, que permita tomar el rumbo de la actividad empresarial, educativa, y el libre desempeño de todo lo que tenga que ver con un país en movimiento.

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Esta observación tiene que ver con su lenguaje. Es conveniente y necesario que, para conseguir el objetivo de un diálogo sincero, fecundo y permanente entre todos los sectores de la población, modere sus palabras cuando tenga que dirigirse públicamente a un dirigente de la oposición. No es lo mismo que yo califique de Chuky- Chuky, mentiroso, o cobarde a Henrique Capriles, a que sea usted quien diga esas cosas. Yo puedo decirle guarimbera a María Machado, traidora o malinche. Pero usted no debe. Yo puedo decirle violento, irresponsable, lacayo, fascista, o traidor a Leopoldo López. Pero usted no debe. ¿Sabe por qué, Presidente? Porque usted corre el riesgo que le falten el respeto. No se puede permitir que se llegue a eso.

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Usted, es el Presidente de todos los venezolanos. Usted es un mandatario de un país que juega un rol muy importante en América Latina y el Caribe, gracias al carisma, a su oratoria, a la firmeza ideológica y a la gestión integradora del gigante Hugo Chávez. Por eso y por mucho más, usted debe modificar su lenguaje, en especial cuando está en la búsqueda de la paz y la convivencia entre los venezolanos y las venezolanas. Miguel Ruiz, autor mexicano de “Los Cuatro Acuerdos”, que afirma que la mente humana es un campo fértil en el que continuamente se están plantando semillas. Las semillas son opiniones, ideas y conceptos. “Tú plantas una semilla, un pensamiento y éste crece. Las palabras son como semillas…”.

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Usted, señor Presidente Nicolás Maduro, tiene asesores. Todos los presidentes los tienen. Si ellos no le han hecho está observación, están fallando. Y si se la han hecho, y usted no les para, entonces quien está fallando es usted. En todo caso un Jefe de Estado debe ser impecable en sus palabras. Las palabras son un poder, cuando se usan adecuadamente, pero son dañinas para el que las pronuncia, si no están en concordancia con la majestad del cargo. Las palabras es un Don que Dios nos dio. Por eso hay que saberlas usar. Yo soy un hombre humilde y no pretendo darle lecciones a usted ni mucho menos. Cumplo, eso sí, como revolucionario y como miembro del PSUV, en hacerle llegar esta observación. Tal vez usted la ignore, pero mi conciencia queda tranquila, ya que he hecho lo que me inspira mi condición de combatiente de este proceso.

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Usted, Presidente Maduro, está empeñado en lograr vender, a nivel nacional, la Conferencia de Paz y Vida. Eso es maravilloso. Pero para que haya paz verdadera tiene que atraer a la mesa de diálogo a la dirigencia opositora, en especial a quienes no están en la onda violenta y criminal. Entonces, urge un cambio en su lenguaje. Debe moderarlo y desterrar todos esos calificativos negativos contra esta dirigencia, que no niego ha sido y será golpista. Pero eso se lo puedo decir yo. Un humilde pecador. Usted gobierne para todos y sea garante de unas condiciones mínimas para que, en verdad, se logre el cometido del diálogo nacional. El país lo necesita. La Paz es el camino. Todos tenemos que remar parejo hacia ella. El futuro de Venezuela depende de la paz, la convivencia y la tranquilidad social. Señor Presidente, perdone mi atrevimiento. ¡Volveré!