Decía el poeta español Antonio Machado que Para dialogar, preguntad primero, después, escuchad. El diálogo puede tener dos acepciones: una expresa que éste puede ser una plática entre dos o más personas que intercambian pareceres, ideas u opiniones sobre algo, la segunda expresa que este intercambio puede tener como objetivo buscar una avenencia o acuerdo, esta segunda acepción se aproxima al concepto de negociación.
Dialogar no implica negociar, pero para negociar hay que dialogar. Lo cierto es que como decía Paulo Freire Lo que caracteriza a la comunicación es que ella es diálogo, así como el diálogo es comunicativo, por lo que todo aquel que pretenda dialogar desea comunicarse, por ello la voluntad de comunicarse es imprescindible para garantizar las condiciones de un diálogo fluido.
En política, el diálogo es la herramienta fundamental para el logro pleno de su ejercicio. Si asumimos que la política es la acción para la obtención y ejercicio del poder para la búsqueda del bien común, en nuestra actual sociedad que en consenso asume a la democracia como el medio para el ejercicio de la política, la necesidad de persuadir más que la de imponer, implica una amplia comunicación con el otro, y esto sólo se logra con el diálogo.
Sin embargo, en la política la imposición de una visión o concepción ideológica interrumpe cualquier posibilidad de diálogo y esto a su vez frena el ejercicio pleno de la democracia, por lo que se requiere del reestablecimiento de condiciones para que la democracia no sea vulnerada.
Para generar condiciones adecuadas con el fin de desarrollar un diálogo entre actores antagónicos, la necesidad de definir una serie de aspectos que garanticen que éste fluya de la mejor manera, pasa por definir el espacio adecuado, los interlocutores válidos y las reglas, así como, si se considera necesario, definir quién puede apoyar o facilitar tal ejercicio. La concreción de todas estas variables de por sí ya implica un avance significativo que pone sobre la mesa la voluntad política de dialogar.
Las condiciones para el diálogo definen la forma como se va a desarrollar, lo que no es lo mismo que condicionar el diálogo a una serie de puntos de honor que son los temas que deben discutirse en el proceso de diálogo con la intención de poder llegar a acuerdos en todos o algunos de ellos. Cuando esto pasa, se pone en evidencia la negación de una voluntad real de comunicarse.
Si aún a pesar de haber cumplido con todas estas condiciones algún sector minoritario de los actores del diálogo definitivamente está negado al diálogo, su autoexclusión del proceso debe ser evaluada dentro del diálogo, y dependiendo de los resultados que se generen, será inevitable que este sector se aísle, se agote o se incorpore en el devenir de la acción.
No tengo duda que el diálogo en nuestro país es posible, siempre y cuando sea dialógico, esto quiere decir, que se asuma como un proceso de aprendizaje, y que además sea dialéctico, esto quiere decir, que lo irreconciliable se deje en manos del proceso histórico que permita la definición de la verdad a través de la resolución del conflicto por procesos democráticos, que podrá derivar en soluciones que se den por la vía de la razón y no de la violencia, por ello: reconozcamos, preguntemos y escuchemos al otro.