Según la versión dialéctico materialista, pilar filosófico de toda teoría socialista, las clases sociales sólo se acomodan la una con la otra cuando la clase dominante tiene el sartén por el mango, tiene todos los controles, el económico, el político y el religioso o idealista.
La clase oprimida se limita a callar, so pena de que sus protestas de cambio sean penadas con la muerte, la desaparición del mapa, las torturas y afines. De este aserto tuvimos un buen rollo con la conducta de la derecha de la 4ta república frente a los disidentes de izquierda.
Cuando se da ese tipo de coexistencia pacífica, hablamos de la paz burguesa. Así fue durante toda la mal llamada vida democrática regida por la Constitución de 1961. Hasta que llegó el Comandante y ya sabemos qué ha pasado, y sigue pasando.
Quienes abogan por reconciliación ignoran ex profeso esa versión dialéctica, de esta manera serían víctimas y victimarios ideológicos. Quienes aboguen por el diálogo interclasista y sean conocedores de la Dialéctica marxista o materialista, cargan un gato en mochila’o, por mucho que se cuadren abiertamente con la izquierda. Con estos apologistas de la reconciliación hay que tener más cuidado.
Corolario. Ni la reconciliación, ni el diálogo son confiables cuando las clases, como ahora, entran en su fase de antagonismo abierto. La paz burguesa se le acaba a la clase ex dominante y eso no lo podrían tolerar. Esto es de Perogrullo.
Creemos que el Estado con el gobierno de turno podrían manejar esta diplomática estrategia de paz en búsqueda una mayor capacidad de maniobra porque piensen que durante los conatos y tentativas de diálogos la derecha pueda bajarle 2 a sus desafueros anticonstitucionales, pero, se trataría de una estrategia harto peligrosa, porque donde haya traidores y tartufos bien ubicados con capacidad teatral de excelente calidad, la derecha siempre llevará una ventaja leonina.
Porque con quienes sean magníficos usuarios de los medios y defiendan esa estrategia terca y majaderamente representan una compañía dialoguista que en sí misma representa a la derecha burguesa.
¡Cuidado!, dándole el beneficio de la duda, ellos como agentes de la izquierda, ellos mismos, podrían no haber sopesado bien el alcance perverso de un diálogo huero entre representantes irreconciliables per se, y menos cuando el gobierno se declare abiertamente socialista. A buenos entendedores, poco bla, bla.