El fracaso histórico del Estado burgués-liberal en garantizar y promover el ejercicio democrático de todos los estratos y las clases sociales -marcado, además, por el paradigma desarrollista que busca equiparar las economías de países, como los de nuestra América, con la gran potencia capitalista de Norteamérica- obliga a plantearse un cambio realmente revolucionario, el cual debe forjarse por igual en el terreno económico, social, político y cultural, basándose en la efectiva participación y el protagonismo del pueblo organizado y consciente. Este fracaso histórico es visible al constatarse la existencia de problemas irresolutos, tales como la pobreza, la delincuencia, el tráfico de drogas y la corrupción política, que responden a causas estructurales y no coyunturales como generalmente se piensa y son abordados por quienes dirigen, precisamente, el Estado burgués-liberal, algunas veces con políticas sancionatorias y represivas que, a la larga, resultan poco eficientes o, sencillamente, absolutamente nulas.
Por ello, la democracia participativa y protagónica que se halla implícita en la propuesta del socialismo revolucionario bolivariano debe concretarse y expresarse simultáneamente en lo económico, en lo social, en lo político y en lo cultural, de manera que pueda romperse con los parámetros impuestos por la democracia representativa y, en virtud de esto, lograr un mayor nivel de consenso entre la ciudadanía en beneficio de sus intereses colectivos. Así, por ejemplo, en el plano de la economía la democracia participativa y protagónica debe significar algo más que el control general del funcionamiento de una empresa por parte de sus trabajadores a través de la autogestión, si en dicha empresa persiste la lógica capitalista y no se rompe el carácter de mercancía adquirido por la fuerza de trabajo bajo el capitalismo. Esto es algo fundamental, a pesar de existir la propiedad social de los medios de producción. Además, la democracia participativa y protagónica debiera expresarse en el control social del plan de inversión de dichas empresas, sirviendo de contrapunto a la dinámica del mercado capitalista, en vista que éste tiende fundamentalmente a la obtención de ganancias por encima de las necesidades humanas y lo que se requiere es, precisamente, que la producción satisfaga tales necesidades, sin que ello represente mantener una economía subsidiada por el Estado, puesto que, de hacerlo así, no importaría entonces si ésta fracasa o es exitosa.
A la par de lo que sería, en consecuencia, la democracia participativa y protagónica en el ámbito político, ésta deberá extenderse a lo económico, creando un binomio prácticamente indisoluble que tenga sus efectos en el amplio mejoramiento de las condiciones de vida de las personas, del entorno natural y en la consolidación de un modelo de sociedad de nuevo tipo; lo que exige de los trabajadores, en un primer plano, proponerse un debate profundo respecto a lo que son como clase social explotada bajo el capitalismo, de modo que asuman el papel que les corresponde en la transformación socialista de la sociedad en que viven.-
Maestro ambulante
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