Paridad entre valores de cambio vs. entre precios

El caso colombiano y fronterizo del comercio irregular conocido como contrabando de extracción nos pone en evidencia los dos reflejos de las mercancías en cuanto a su dualidad de valores.

Por una parte, el valor de cambio de las monedas de los países o paridad cambiaria del dinero de los países transaccionistas es el que marca los precios o convertibilidad de tales monedas entre sí, y hasta allí.   Por otra, el valor de uso permite transacciones mediante trueque en el sentido de que de un país a otro, o de una región a otra, perfectamente los precios de las mismas mercancías puede diferir entre sí y entonces la paridad de las monedas puede andar por un lado y la de los valores de uso por otro.

Veamos ejemplos concretos aunque hipotéticos:

Al parecer, hoy   Bs. 1,00 vale un poquitico más de 0, 25 pesos colombianos, o sea que para adquirir un peso de esos necesitaríamos aproximadamente 4 Bs., algo semejante a la vieja y débil paridad que teníamos frente al dólar años atrás.

Ahora bien, cuando usamos el Bs. para comprar una mercancía en Venezuela y la llevamos a Colombia, y de paso lo hacemos en la frontera para minimizar los costes de transporte, podemos cotejar las metamorfosis cambiaras que podrían perfectamente alejarse de las paridades cambiarias entre las monedas de ambos países.

Por ejemplo, si una mercancía cualquiera vale en Venezuela 4 Bs, en la Colombia importadora traduciría un peso, luego de que este peso se convierta en bolívares, y en principio podría pensarse que ese es el precio la mercancía en juego allá en Colombia.  Sin embargo, no es así como funciona el comercio exterior de valores de uso que son las mercancías en general, aparte de las mercancías dinero o divisas.

Es posible que esa misma mercancía en calidad y cantidad valga en Colombia mucho más de aquellos 4 Bs., lo que traducía que en ese país importador valdría, digamos 3 pesos y hasta más porque allá, los costes de fabricación de productos de origen natural son más elevados que los nuestros. Si a este sobrecosto colombiano se le añade los subcostes de la producción venezolana, misma que se halla subsidiada, subvencionada, exonerada de impuestos domésticos, y otras rebajas de fabricación, entonces estamos ante dos mercancía igualmente satisfactorias de sus correspondiente necesidades comunes para ambos países, que si nos tocara trocarlas, las mercancías colombianas valdrían más que las de acá- un mismo kg de azúcar-, en razón de eses ventajas comparativas no naturales, sino tecnopolíticas, y  una mercancía venezolana puede perfectamente valer mucho allá porque que los precios en el exterior están ya marcados por las características productivas colombianas.
 
Estas modalidades comerciales entre países nos pone en evidencia que sí se puede cambiar "azúcar por azúcar" a través del dinero,  y gasolina por gasolina, y aunque a nadie se le ocurriría cambiar 100 Bs, por más de esa cantidad, también en Bs., vemos que sí es factible y muy rentable para los transaccionistas.

Este tipo de desangramiento de mercancías que está ocurriendo mientras no nos autoabastezcamos ni tengamos sobrantes para exportación, sólo puede resolverse con regulación de tránsito en lugar de prohibiciones de exportación.

Esta regulación del tránsito, podría ser la que venimos sugiriendo, es decir, mediante la construcción de una especie de muralla china a los largo de nuestras largas y sinuosas fronteras con Brasil y Colombia. Las alcabalas evitarían de un solo golpe los tales camino verdes, entre otras vías de traficación.



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Manuel C. Martínez


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