A la Superintendencia de Precios, ganancias y costes Justos en relación al círculo vicioso de la usura, la carestía, los costes inducidos y la inflación continuada
Comencemos por los trabajadores a destajo, por aquellos profesionales y técnicos [2] que no cuentan con ninguna renta fija porque trabajan por su cuenta, porque pertenecen a la pomposa categoría laboral de trabajadores de libre ejercicio. Es la llamada "aristocracia proletaria".
Estos ciudadanos técnicos y profesionales están prestos y son expertos en actualizar su renta tan pronto ellos mismos sientan subones de precios en sus personalísimos bolsillos, por ejemplo, al momento de comprar repuestos o insumos correspondientes a sus oficios, como tales, o de su cesta básica, generalmente aburguesada o semisuntuaria[3].
Muchos técnicos de segunda y primera calidad, e igual conducta y reacción rigen para los egresados universitarios a destajo o de libre ejercicio[4], ellos, decimos, terminan elevando su nivel de vida-lo que no invalidamos para nada-, su confort, y por supuesto tienden a sufrir el fenómeno de la histéresis de los costes[5].
Esta nueva vida económica les resulta muy satisfactoria, pero sujeta a los vaivenes de la renta de sus clientelas. Como el nivel de gastos personales hogareños suele crear hábitos o demandas inelásticas respecto a sus eventuales rentas, entonces reaccionan con ajustes automáticos en sus honorarios.
Es así como estos destajistas parten de los precios de mercado, los trasladan a los precios de sus servicios personales que ellos mismos han encarecido para sí, y lo hacen para saltar o evadir los efectos inflacionarios de los cuales ellos mismos son parcialmente formadores o marcadores. De precios u honorarios. Dejamos aun lado la perversa práctica profesional y técnica de forzar el mercado de sus clientelas con estrategias con frecuencias de visitas en número innecesario y otras prácticas siempre reñidas con la ética ante las cuales muestran indiferencia porque priva su necesidad de ingresos regulares.
Asimismo, los intermediarios entre la fábrica y el consumidor final hacen otro tanto, y sin hurgar muy lejos en el primero que marca precios e independientemente de esa búsqueda, como se trata de la circulación capitalista, del encadenamiento de la fabricación de mercancías con su comercialización y el correspondiente financiamiento, el inicio puede perfectamente arrancar en cualesquiera de esa 3 fases de la circulación capitalista: D- M- P- M- D.
Lo importante es que en esa cadena de partícipes, los unos le marcan los precios a otros y de allí que el proceso inflacionario termine generalizándose. Menos mal que nos hallamos muy lejos de procesos estangflacionarios, habida cuenta de que el nivel de empleo mejora acelerada y sostenidamente.
De tal manera que fabricantes, comerciantes propiamente dichos, financistas y trabajadores a destajo se ven envueltos en una espiral inflacionaria y usuraria donde ellos son víctimas y victimarios.
De allí la complejidad del problema social que este tipo de usura y de inflación representan. De allí, en pocas líneas, la importancia de una regulación de honorarios y precios de los servicios de los profesionales y técnicos que monten sus oficinas amparados en la fulana libre empresa privada, e independientemente de que los precios de sus insumos suban, sencillamente deberían rebajar sus rentas e ir readecuando su nivel de vida con la elasticidad solidaria de quien preste servicios personales a destajo: deben entender que hay meses buenos y m. malos, máxime si el Estado le costeó los gastos de formación académicos o universitarios.
[1]Todas las numerosas y variantes marramuncias comerciales son atribuidas por y como ejercicio normal del comercio.
[2]Se entiende por profesionales aquellos egresados de centros superiores universitarios que hayan cursado carreras completas y no cursos atomizados y desarticulados entre sí, como maestrías varias, sólo con el ánimo de alcanzar posgrados tipo piaches di. Por técnicos, a todos los trabajadores en general independientemente de la regularidad o sistematización de sus conocimientos tanto teóricos-teoría empírica que también la hay ella cuando ella proviene de enseñanzas propias de técnicos autodidactos-, como experimentales o que se adquiere a punta de la rutina, y que hasta viendo logaran aprender dichas y correspondientes técnicas. Técnico es, por ejemplo, un analfabeto de la mal llamada faena sucia, cosas así, pero también lo es el llamado técnico dental, así lo decimos.
[3] Véase León Tolstoi, La muerte de Ivan Ilich. España, 1971, Biblioteca Básica Salvat, # 23,
[4] Para disimular y poner como pendejos a sus clientes, algunos de estos sujetos, generalmente profesionales, suelen manejar su paga recibida con el eufemismo de honorarios en lugar de precios.
[5] Véase mi entrega de igual nombre y por este mismo medio: http://www.aporrea.org/actualidad/a102427.html