De acuerdo a la lógica del sistema capitalista, el orden natural de la sociedad supone la existencia de una jerarquización que no debe alterarse entre una minoría dominante y una amplia mayoría dominada; la primera con todos los privilegios posibles, así estos rebasen el sentido común y busquen justificarse de un modo carente de racionalidad, y la segunda, ahogada en miseria, explotación y opresión, aun cuando todo el discurso burgués-liberal le da preeminencia a la soberanía popular. De este modo, el capitalismo ha impuesto (o reacomodado) aquella concepción del mundo que legitimó el poderío de castas, estamentos y clases sociales presentes en las sociedades antiguas, en algunos casos con reyes y emperadores, cuyo poder se derivaba directamente de sus dioses o por su linaje divino, cosa que se mantuvo por largo tiempo y fue reforzado -de una u otra forma- por los jerarcas y teólogos de la iglesia católica, apostólica y romana.
Así, disponiendo de los recursos de la educación y de la religión, del control ejercido sobre las estructuras del Estado y del uso manipulador de los medios masivos de información, el sistema capitalista ha podido expandirse y consolidarse, a tal punto que mucha gente (incluyendo a la que se autoproclama revolucionaria) lo ve como un mal necesario, difícil de transcender y, por ende, de eliminar por completo. Algunos, incluso, lo defienden con argumentos similares a los esgrimidos por quienes se benefician del mismo, a pesar de saberse explotados, en vista que su nivel de conciencia de clase es muy precario todavía, no obstante la instrucción avanzada que puedan mostrar.
Esto ha hecho que la resistencia a los cambios revolucionarios que se proponen para erradicar las injusticias, desigualdades, guerras imperialistas, depredación del ambiente y exclusiones de todo tipo causadas por el capitalismo se manifieste de una manera permanente, máxime cuando no hay una vanguardia de verdaderos cuadros revolucionarios que oriente a los sectores populares en el logro de su autonomía frente al Estado y la lógica capitalista, evitando su burocratización y su aburguesamiento.