Hoy en la tarde vi a Nicolás. En mi diario trabajo de ruletero, en mi viejo carrito alemán, llevaba a tres ciudadanos chinos que me tomaron una carrera desde las mercedes para Fuerte Tiuna.
Al tratar de entrar por los Próceres a Fuerte Tiuna, la guardia de honor, a la que reconozco a leguas desde que trabajé en el gobierno cuando Chávez, me hizo saber que por allí venía el jefe. Bastaron unos minutos para verlo pasar montado en bicicleta con una chaqueta azul clara vía al Fuerte, con un batallón de bicicletas detrás de él, en un domingo de Caracas.
No pude dejar de recordar a mi amado presidente comandante Chávez, al que siempre vi más o menos a la misma distancia en actos y marchas y no puedo negar que lo sentí en el alma al ver a Nicolás, quien lleva sobre su espalda la gran responsabilidad de continuar el camino.
Los mismos carros de escoltas, la gloriosa Guardia de Honor, el revuelo de los transeúntes me remontaron a unos años atrás cuando esas señales me decían que venía Chávez. Hoy sentí lo mismo, venía Chávez.
Me latió mi corazón como cuando Chávez pasaba cerca de mi en las caravanas o en los actos del Teresa Carreño, donde asumía la responsabilidad de ayudar en todo al lado de mi Coronela Eugenia Sader Ministra de Salud, quien era hasta más exigente que él en todo, en la seguridad, en el guacho, en cada milímetro de su presencia ante su pueblo.
Yo al dejar a los pasajeros chinos en Cityk --como se llama el galpón de los obreros chinos-- me detuve un tanto a hablar conmigo.
¡Como me haces falta Chávez!
¡Como nos haces falta a todas y todos! ¡Como le haces falta a Nicolás y a tu pueblo en esta hora de batalla!
Se me humedecieron los ojos, yo que soy ateo casi que le pido a dios por mi pueblo y por mi patria. Me vi parado ante la historia, mirándola con los ojos que Chávez dejó en mis ojos, los meses de violencia fascista se me vinieron de golpe, la escasez de productos, la retahíla de imbecilidades de la oposición y el imperio atrás azuzando incansable, la guerra contra ese Chávez que debemos mantener victorioso, como sea, la rabia de saber que lo mataron, el miedo a la derrota, todo, todo, se me vino de pronto.
Al llegar aquí, frente a esta computadora de siempre, donde escribo. Al abrir Aporrea leí esta noticia:
Por si fuera poco, también se va la luz
Racionamiento de agua en Catia se quedó "pegao"
Entonces me descompuse totalmente, se me salió el Chávez que llevo adentro.
Me acordé del otro Chávez, que me gustaba mucho más. Ese Chávez atestado que paraba la caravana y se bajaba a hablar con un latero, que recogía un perro en la autopista, un enfermo, que se iba en jeep manejando por la carretera vieja de la Guaira parándose en cada pueblito, escuchando, escuchando y escuchando. Resolviendo.
Hay mucha molestia en la gente. Mi trabajo de taxista es un termómetro. Yo me preocupo porque se quien tiene la culpa, que es lo que está produciendo ese descontento, esa angustia ese descalabro. Porque se muy bien que no hay dos Chávez y eso lo está usando a las mil maravillas la oposición de mierda.
Todos culpan a Nicolás como culpaban a Chávez, pero Nicolás no es Chávez y de eso se trata de no permitir que lo sea. Pero somos pocas y pocos los que sabemos de quien es realmente la culpa y un imperio detestable impone mentiras a diario para ir destrozando a nuestro presidente obrero.
Nicolás ni yo podemos ser otra cosa que Chávez, quizá cada uno de ustedes tampoco. Es un destino signado por el pacto de amor con uno tan grande como el gigante nuestro.
Pero debemos no solo sacar el afiche y los Aló Presidente, debemos ser el Chávez del 2014, del día a día de hoy, en cada esquina, en cada pueblo, pararnos, salir escondidos a visitar Catia, Petare, al pueblo. Visitar de sorpresa y sin el protocolo de actos que siempre esconde lo malo y enseña lo bueno, ser subversivos como Chávez siempre lo fue y por lo que más lo amó su pueblo.
Yo, yo no podría montar bicicleta tan tranquilo, si se que no hay agua en Petare.
¡Viva Chávez carajo!