En el chavismo todo el mundo venía desde tiempo atrás llevando julepe o para decirlo de manera más convencional, recibiendo críticas a granel. De esa avasallante criticadera sólo se salvaban Chávez y Los Roberto. Dije avasallante, lo cual significa que también, de vez en cuando, hasta el comandante llevaba sus leñazos. No olvido cuando en el CELARG un grupo de intelectuales, como Vladimir Acosta y José Luis Monedero, al hacer su crítica al proceso, habló de hiperliderazgo y el entonces canciller Maduro respondió, no sé si con sentido crítico, palabras más palabras menos, que aquellos eran unos habladores de paja.
Cuando toco este tema me refiero también por supuesto, como todos podrán ver, a quienes critican a los que critican; estos suelen ser como más punzantes y preocupados que se conozca de su crítica.
Recuerdo que cuando el compañero Chávez habló que a partir de ese momento ningún miembro del gabinete sería cuadro dirigente del partido, porque el volumen de la crítica a esa práctica suya había llegado a un límite tal que parecía un globo por estallar, todos le aplaudimos y aceptamos como que la crítica provenía de él. Pero no había pasado mucho tiempo, apenas pocos días, cuando el querido camarada Chávez retornó a la misma práctica. Al incurrir en ese desliz, caer por segunda o tercera vez en el mismo hueco, todo el mundo se calló; pareció como lo más prudente.
Pero a Los Roberto, que recuerde nadie, salvo el suscrito cuando escribió ¿Qué será ahora de Los Roberto sin Ricardo Sánchez?, lo que fue una crítica saludable y fraternal, como a modo de chiste. Así había transcurrido la vida.
A Toby Valderrama por criticar a su manera y a cada instante, le criticaron tanto que parece haber buscado la forma de quitarse aquel San Benito de encima, según una crítica que en aporrea le hicieron . Lo malo del Toby no es que critique, sino que no aterriza para decirnos a los mortales que es lo que quiere el negro, empeñado en ese lenguaje encriptado, apoyado en fórmulas generales, como si él estuviese en un mundo y nosotros sus lectores en otro, o disquisiciones como las de Don Francisco Quijano.
Al camarada Nícmer Evans, apenas dice algo, como manifestar su preocupación, habiendo buenos motivos, digo yo, como lo que recientemente hizo apoyado en lo que dijeron las recientes encuestas, según las cuales andamos como aporreados, de paso encuestas que no las hizo él, le han dado en la cédula o, como decían en mi pueblo, hasta en el cielo de la boca; tanto que han dudado de su lealtad y le han calificado de anti.
Así hay unos pocos, no muchos, que se atreven a criticar y lo que le viene encima de un lado u otro no es nada reconfortante y en veces, lo que llega por el correo no es publicable ni menos constructivo. Fascista, jalador de bola de Maduro, enemigo de Maduro, recalcitrante a punto de saltar la talanquera, adulante de Diosdado y hasta adversario de éste, todas esas cosas contradictorias llegan por el correo.
Pero Los Roberto habían pasado como agachados o quizás mejor, para decirlo como ellos se merecen, cual garzas por el pantano sin ensuciarse el plumaje. Nadie hasta ahora se había metido con eso y con ellos.
De repente, cuando nadie lo esperaba, un personaje bondadoso y comedido, inteligente, discreto, callado, por demás, sensible y respetuoso, como mi amigo Evaristo Marcano Marín, margariteño para más señas, como Roberto Malaver, se le ocurrió decir esa risa no es de loco o Los Roberto:¿Se están riendo de mí?. Dijo aquél que los dos personajes de como ustedes pueden ver, suelen reírse de los opositores, sin voltear al otro lado, al nuestro, el de ellos, ni percatarse que allá pareciera no haber tanto loco o bruto, porque nos tienen, desde tiempo atrás, las cabras metidas en el corral. Y ayer domingo, digo yo, allá en San Diego y San Cristóbal, nos dieron más palo que a una gata ladrona; lo que era de esperarse, pero parece que quienes se molestan por las críticas no quisieran ver lo que como está de anteojito. Las cifras no sólo hablan de una derrota que se sabía venir sino de un retroceso de nuestra parte. En esa escaramuza que debimos ganar, por lo menos avanzando sustancialmente, la perdimos. ¿Por qué sería?
Pienso pues por mi parte que los tercos, usaré esta palabra de manera estudiada para no darle razón a nadie me despaturre, están en ambos lados. Abundan quienes, de un lado, creen que todo anda mal y sólo es posible La salida, lo que incluye a la MUD toda, pero también los demasiados optimistas, del otro, que todo lo ven bien, los que por ponerle un nombre serían como La entrada. En la misma tolda de estos, estamos quienes no estamos por salir ni por entrar, sino por impulsar al proceso, encontrarle salida pero a las calamidades que nos afectan, dentro del Plan de la Patria y reimpulsar la ruta que nos conduzca al cambio de esta sociedad capitalista injusta, incorporando más y más gente ganada para el cambio por convicción y posición social. Es decir, no creemos que todo esté mal, por supuesto, pero dicho así para evitar interpretaciones sesgadas, tampoco que todo anda de maravillas, o como decían en Cumaná, chipén chipén. Ocultar que hay descontento en la calle por un cúmulo de problemas, que a la vista están, parece una insensatez o pose de avestruz.
No se trata tampoco de estigmatizar a nadie, con aquel viejo lenguaje de una izquierda que sólo sabía dividir. Por eso hay que dejar, como solía decir Chávez que, hasta las piedras hablen o Mao Tse Tung, que las flores florezcan. Quien calla o ríe, viendo que me deslizo hacia el vacío, no me lo advierte, pese mi empecinamiento, no es el mejor de mis amigos.