La inflación se acelera y desacelera

Los comerciantes parasitarios, la elasticidad de los precios y más sobre la frecuencia de las rentas.

Nuestros comerciantes respetan más su ortodoxia contable que la Ley sobre costes, ganancia máxima y precios justos.

De perogrullo, siempre hay un iniciador de los precios inducidos, tanto en la fase fabril como en la comercial[1]. Y una cosa es clara y taxativa: a mayor costo, mayor precio al consumidor, y esto es inmancable, es ortodoxia contable y pura, y a este efecto se le llama elasticidad de los precios derivados de los costes, pero, además, los precios guardan una estricta elasticidad con la renta o solvencia del demandante.

La ortodoxia contable y la LEY DE LA OFERTADEMANDA-de rigurosa inviolabilidad-hace de los comerciantes y fabricantes un disciplinado y respetuoso agente y sujeto de esa ortodoxia y de esa ley.

Esta ley de mercado es básica o estructural y consecuencialmente opera por encima de cualesquiera leyes de la superestructura social; opera por encima de las leyes derivadas de la fulana sociedad civil porque, en principio y como condición sine qua non, todas esas leyes regulatorias de los contratos comerciales deben estar acordes, primeramente, con los criterios y praxis de la burguesía, llámese a esta: parasitaria o emprendedora[2].

Las leyes estructurales, particularmente las de mercado, de hecho se hallan por encima de la Constitución, de su paquete de leyes potenciales existentes y por existir ya que sencillamente las Constituciones y todas las manifestaciones superestructurales del Estado burgués deben estar al servicio del comerciante y no de los trabajadores, de los eferentes, y no de los demandantes, salvo que estos sean también oferentes en segunda instancia[3].Es decir, la Constitución suele moldearse hasta inconscientemente a la conveniencia intrínseca de la clase
burguesa.

Es que la ley de la oferta y la demanda rige la estructura económica de la sociedad burguesa, la garantiza y ofrece los patrones conductuales de todos los empresarios burgueses, moldea la conciencia superestructura, nuestros pensamientos desde la cuna, en pocas palabras: moldea el Estado y nuestra conciencia aburguesada. Es la explotación espiritual o enajenante, la plusvalía animada.

Esa realidad hace compleja y difícil, aunque no imposible, la victoria en la batalla que enfrenta la Ley de precios justos emanada contra las precipuas leyes del mercado imperante en la estructura económica mercantil y burguesa.

Esas batallas y victorias dependen de la rotación de las rentas de los demandantes: No es lo mismo cobrar cada mes que hacerlo cada quincena, cosas así porque sencillamente estamos en presencia de una economía no alimentada por la producción, sino por el poder adquisitivo proveniente de la industria petrolera, y así como hay capitalistas parasitarios que directamente trasiegan a sus bolsillos la renta petrolera(Cadivistas: del Banco Central a sus empresas), ahora hay los comerciantes parasitarios que indirectamente trasiegan a sus bolsillos esa misma renta petrolera(Pensionistas: del Presupuesto Nacional a los centros de expendios comerciales)

Y así como las nueva inversiones de capital pueden acelerar la Economía productiva nacional, la frecuencia de la recepción de la renta presupuestaria y salarial acelera o desacelera, ya no la actividad económica productiva puesto que puede aprovecharla el comerciante para disparar los precios de su oferta, y a esta aumentarla o frenarla, sino acelerar o desacelerar la inflación.

[1] La fase bancaria queda un tanto al margen porque sus ganancias están rígidamente establecidas por el Estado en pertinente concomitancia con la reciente Ley de Costos, ganancias y precios justos. De allí que para poder incrementar sus ganancias, el empresario financista se vea tentado a justificar unos sobrecostos, algunos sobrepreciados como lo son esos cargos por consultas, estados de cuentas, chequeras, visitas a Internet, por la emisión de Tarjetas de débito y de créditos, y muchas otras variantes permisivas de ganancias complementarias. Recordemos que los sobrecostos y costes en general pasan limpiamente a los precios, y sobre estos costes se calcula el máximo de ganancias legales. Para el comerciante, cada incremento de coste, del precio de compra de sus insumos fabriles o de consumo final, son automática, contable y ortodoxamente asimilados a incremento del capital adelantado. Se trata de la elasticidad = 1, de los precios en función de los costes, y tales incremento de precios del costo de producción ofrecen la falsa idea de que su mercado ha aumentado.

[2] El vocablo “empresario” ha sido usado deliberadamente como eufemismo de explotador de mano de obra y de consumidores intermedios y finales. En las relaciones entre comerciantes y en la de estos con los fabricantes , los consumidores finales o los proletarios son sólo demandantes y no ofertantes. Es falso que el trabajador ofrezca sus servicios, como se maneja tendenciosamente por allí para engañar a los legos y a la clase proletaria en general. La idea es vender la falsa idea de que en cada contrato laboral entre capitalistas y asalariados se da una oferta y una demanda.

[3] Los consumidores finales o los proletarios son sólo demandantes y no ofertantes., Es falso que el trabajador ofrece sus servicios, como se maneja tendenciosamente por allí para engañar a los legos y la clase proletaria en general. La idea es vender la falsa idea de que en cada contrato laboral entre capitalistas y asalariados se da una oferta y una demanda. En realidad, el asalariado simplemente alquila su fuerza de trabajo a cambio del salario porque se la solicitan en alquiler y porque no tiene alternativa ya que carece de medios de producción. Con estos, el proletario se ve chantajeado por el patrono que de una u otra forma acaparó la propiedad privada de los medios de producción.


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Manuel C. Martínez


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