Comenzaremos esta reflexión haciendo acto de memoria de la tipología del Venezolano (a) que muestra el Cine Nacional a través de una de las películas más taquilleras: Papita, maní y Tostón como preámbulo al tema político.
Y es que la cinta en cuestión, trata de revelar la idiosincrasia nuestra, elevándola a un plano conceptual de fanaticada, en la cual los valores individuales, familiares y sociales se expresan y consolidan en la misma manera que coincidimos con el prójimo en los gustos deportivos, incluso, recuerdo claramente, que algún diputado de la oposición venezolana, famoso por su triste episodio de corrupción grabado, proponía al hoy desaparecido Presidente Chávez, el encontrarnos con una política de seguridad que no fuera ni roja, ni amarilla, sino Vinotinto, haciendo alusión al sentimiento que embargaba a la población al visualizar posibilidades reales de asistir a una cita mundialista en el futbol.
Tal petitorio, debe analizarse a la luz de las tendencias más actuales que ocupan a la Educación como ciencia y, es que no hay ejemplo más sencillo que aproxime al concepto de “Aprendizaje Cooperativo” que los elementos que me he permitido relatar como introducción.
Tanto en la política, como en la ficción, se invita a concluir en los peligros de sectorizarnos como grupos en la construcción de país que nos toca a cada uno como habitante de esta tierra y es que la tendencia a vernos como grupos excluye toda posibilidad de aceptación del otro, como legitimo otro y avanza decididamente a la polarización de una sociedad, políticamente hablando.
Ahora bien, la polarización como fenómeno nos acerca a la conclusión de que llegamos a ese escenario, cuando no entendemos que podemos avanzar en la práctica definiendo con claridad, unos roles en los cuales no sólo quede delegada la responsabilidad como ciudadanos, sino también la conciencia de saber cuál debe ser nuestro aporte en la construcción colectiva, esto inclusive es válido en los propios grupos, dando origen a las famosas tendencias.
Cuando no hay apreciación sobre la construcción colectiva, se aprecian los episodios en los cuales los Diputados culpan al gobierno de los desatinos en la política y cualquier jugador de posición acusa al Jonronero de no producir carreras para el equipo, sin detenerse en cada caso, a evaluar el aporte que ha dejado de dar cada cual, en el rol que le toca desempeñar, desde sus propios espacios.
Cada cual debe cumplir un rol en la sociedad, allí radica la columna vertebral en el contrato social planteado por Rosseu en aquellos años de la Revolución Francesa, sólo así alcanzaremos a comprender una noción más compleja del concepto “Estado”.
Sin embargo, la analogía nos ha permitido establecer didácticamente una comparación entre un “Aprendizaje Cooperativo” y la realidad del país desde lo político y lo ficticio. Si imaginamos entonces que somos uno más de un grupo, pero que tenemos un rol definido con claridad sobre cual es nuestro aporte en la construcción colectiva, dejando a un lado toda posibilidad de pensar que sean otros los que deben hacer las cosas y por ende son ellos, los únicos responsables, entonces nos acercamos a entender que como pueblo, podemos aprender unos de otros, avanzar en el camino, dándole la mano a quien ha quedado atrás, como el más fiel ejemplo de la formación humanista, cuyos resultados tangibles se traduzcan en la convivencia de los unos con los otros, aceptándonos en nuestra diversidad.
Insisto con el recuerdo y vienen a la memoria, varios pasajes en los cuales, observamos a los Venezolanos hablando con desconocidos en las camionetas de transporte público, siempre sale alguien con una receta para curar alguna enfermedad que aqueja a la población, siempre sale un fanático a hablarnos de los errores que cometió algún jugador en el juego de anoche, pero lo más importante y poco visible, es que la socialización de estos saberes, representa la forma en la cual ese ciudadano entiende su rol dentro del proceso, quizás no tenga la posibilidad de cambiar inmediatamente las cosas, pero sus comentarios son aportes en pequeño que van de oído en oído, hasta alcanzar alguien que escuche y comience a transformar a partir de esas experiencias. Cuando ese nivel se alcanza, hay un Aprendizaje Cooperativo en la sociedad.