Haciendo un recorrido por los distintos hechos que ha vivido el pueblo venezolano en los últimos años, podemos encontrar partes del rostro del enemigo. A medida que el pueblo fue enterrando las sombras y rompiendo el silencio, el rostro oculto y escuálido de los apátridas se hizo visible. Con sus cuarenta años aparentemente ya andaban cansados, ojerosos, y casi desfigurados. No obstante ese era el juego, fingir una salud precaria para hundirse con el pueblo y mantener el control del tablero político. Era como un juego de ajedrez, donde se impedía que el resto de las piezas buscara luz para alumbrar inclusive su propia conciencia.
De repente surgió la reacción y de un manotazo se le quitó la máscara al enemigo, quedando el rostro descubierto. Las marcas del antifaz quedaron penetras en su piel. Develado su rostro ahora se muestra tal cual es: un depredador sediento de venganza y dispuesto a entregarle el alma de la patria a los otros enemigos.
Hasta el mes de diciembre de 2005 eran invitados de la democracia, a pesar del carácter genocida que desarrollaron en abril de 2002 con el Golpe de Estado y luego con el paro petrolero y la guarimba. Pura maldad de un enemigo que se transforma y lo transforman. Son los verdaderos farsantes de la política venezolana, que hablan de democracia y se cobijan con el manto del fascismo. A veces dicen ser buenos, pero en realidad son malos, de sangre “chinche”, y siempre andan con la daga oculta para clavarla en el alma de la nación y acabar con los sueños de los venezolanos.
Ese es el enemigo que tenemos. Se volvió malo o tal vez ya lo era. Enredado con los restos de su propia careta de fracasados, poco a poco fueron huyendo. El 4 de siembre de 2005 cayeron las últimas caretas. Ahora hay un enemigo obstinado, suicida, oculto, peligroso desde el punto de vista político económico y social. Nadie olvida el odio, la violencia que aplicaron para adueñarse del poder, eliminar la constitución y disolver los poderes públicos legítimamente constituidos. En lo económico, quedan las huellas del paro petrolero que afectó duramente el corazón de la economía nacional, y donde cientos de miles de medianos y pequeños productores sintieron el zarpazo a sus pequeños negocios con los cuales alimentaban a su familia. Y en lo social, cómo olvidar la manipulación mediática que condujo a muchos venezolanos hasta las puertas del sepulcro, gracias a las balas asesinas del grupo de francotiradores pagados en dólares y contratados por Fedecámaras, la CTV, los medios de comunicación y el resto de la oposición, bendecida por unos sacerdotes de la Iglesia católica venezolana, que no terminan de quitarse ni la careta ni el ropón.
Las instituciones solidarias no se disfrazan en la fe sino que la practican como modo de vida. Encerrarse en el purpurado no es suficiente, ni tampoco lo es condenar con palabras sueltas y juveniles . Hay que mostrar el rostro tal cual es. Nada de máscaras, ni de maquillajes ni de cambio de piel. La democracia es la puerta abierta hacia un campo fértil donde los ciudadanos deben descubrir y reafirmar sus valores de crecimiento, pero siempre con el semblante lleno de energía y no lleno de fatalismo.
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