Toda actividad laboral humana es un poema o la lírica gestual de los seres humanos, animales y hasta vegetales y minerales

Los intereses clasistas reservaron el lirismo a los trabajadores menos productivos, a los llamados clasistamente artistas,  y a los amos del poder económico privatizado,  trabajadores que  por excelencia no trabajan productivamente en nada  y son quienes viven para explotar a terceros y no para producir riqueza alguna.

 

Los romanos feudales, los más parasitarios que registra la Historia Universal, demostraron paradójicamente que todo ser humano en funciones gubernamentales, militares, campesinas, fabriles, comerciales, financieras, artísticas, científicas, filosóficas, manufactureras e intelectuales en general, todos esos seres activados haciendo esto o aquello, son poetas, son líricos en cada una de sus actuaciones vitales al servicio de sus semejantes y de sí mismos. Como sabemos, los terratenientes y aristócratas hablaban en versos mientras los siervos lo hacían en prosa.

 

Robar, matraquear, payasear, ejercer manualidades artesanales, fabriles, comerciales, financieras, demésticas  y paradomésticas, etc., todos estos trabajos pueden perfectamente considerarse una amalgama de versos de ejecuciones  operísticas, unos poemas morbosos, otros sanos y otros insanos y dañinos a terceros, pero poemas al fin y al cabo.
 

Hasta ahora, el trabajo ha sido medido tendenciosamente  en términos crematísticos, en términos comerciales y, con más propiedad, en términos clasistas y burgueses. Digamos que, a lo sumo  durante el régimen feudal y hoy en día, el capitalista,  se ha reconocido el trabajo como simple aplicación productiva comercial, o sea, si resulta rentable para sus usuarios que son los compradores de fuerza de trabajo, que son los capitalistas, y rentable para el artesano por ser  dueño privado de su mercancía.

 

Es que, además de los valores de uso en los cuales y con los cuales el trabajador deposita sus energías laborales o creativas-más allá del valor de cambio burgués-se trata de valores líricos, labores o manufacturas que dan como resultado los citados valores de uso, además, decimos, la sola ejecución de esa labor es un valor espiritual de la más alta sublimidad poética.

 

 Sólo que el trabajador, a solas o en equipo, ha sido un poeta sin saberlo[2]  porque le han vendido la falsa idea de que para ser un versista, un lírico, hay que tener facultades innatas e imaginativas para hacer composiciones ritmométricas vaciadas en las palabras escritas u orales. En tal sentido, el monto de la plusvalía definida por Karl Marx se ha quedado muy corto porque los poemas resultarían invalorables en todos los mercados.


[1] Por eso, el hombre dedicado a la poesía oral y escrita convencionales, clasistamente considerada, habla de la belleza de la naturaleza, como el sabio Darwin cuando nos invitó a observar la vida animal en reemplazo a su matanza con fines lúdicos o para controles de natalidad.

[2] Se ha reconocido que sin saberlo el hombre siempre habló en prosa durante muchos milenios.

 



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Manuel C. Martínez


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