La purificación de las culpas

A lo largo de este espacio, en diferentes momentos y circunstancias, hemos intentado desnudar rasgos de nuestra cultura que inciden en el accionar político. En tiempos de crisis, de críticas, autocríticas y de asumir responsabilidades, es oportuna entonces la mirada hacia nuestras predisposiciones culturales.

La imposibilidad de la convivencia refleja la crisis divisoria que nos aqueja, situación de radicalización que usualmente se expresa en la aversión por el contrario, por quien nos adversa, cuestiona o critica. Se exacerba la idea del "enemigo" en la medida en que el “otro” debe ser anulado o suprimido, porque pone en peligro ya sea el proyecto de sociedad o la verdad que quiero imponer. Animosidad que se prolonga en un deseo o intención de daño y se sustenta en la creencia de que aquellos a los que pretendemos destruir -física o simbólicamente- están a su vez preparando nuestra desaparición, mientras que nosotros, inocentemente, sólo nos limitamos a ejercer el derecho a protegernos. El prejuicio en política en tanto generador de intolerancias, cobra formas diversas que expresan una discriminación, rechazo o desprecio al diferente que en el fondo contiene elementos de frustración y de temor hacia lo "desconocido".

En situaciones de crisis y conflicto, donde ha ocurrido, como en Venezuela, un debilitamiento de las normas y de los mecanismos de control, es frecuente desplazar la agresión sobre el adversario…que se convierte así en víctima expiatoria. Se desplazan la agresión y la culpa colectiva hacia el “otro maligno” que será el depositario de todos los errores y cosas malas que han ocurrido y ocurrirán. Contra ellos lucharemos heroicamente y sólo podrán salvarse si aceptan la verdad única, es decir, la nuestra.

Ha sido creado el chivo expiatorio, quien de ahora en adelante deberá acarrear con la responsabilidad real o simbólica de los pecados de otros. En tanto “blanco demonizado” cargará con la culpa del conflicto, mientras que los acusadores alcanzarán por esa vía la condición de inocencia y una sensación de unidad y de creciente cohesión. Libres de toda culpa, sin responsabilidad alguna por la crisis, “nosotros”, los buenos, por oposición al “otro maligno” nos limpiamos, nos purificamos y nos santificamos. Ha ocurrido la transferencia ritualizada y la expulsión del mal…



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Maryclen Stelling


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