Cuando los vendedores de chucherías y otras baratijas nos decían así en Cúcuta, justo en la Plaza Santander frente al Banco de Colombia, simplemente callábamos para no caer en provocaciones. Había que contenerse porque lo contrario sería contradictorio con el periodismo de paz que a toda costa impulsamos y defendemos en la Universidad Bolivariana de Venezuela, especialmente delante de estudiantes de Comunicación Social, ya próximos a obtener su título de licenciados y licenciadas. Hay que dar el ejemplo ¿no?
“Ni siquiera tienen para comprarle comida a las palomas, ¡¡¡Maduro los tiene arruinados!!!”, gritaban sin disimulo. Las palomas de esa Plaza están tan gordas que ni siquiera vuelan pues las pobres forman parte del negocio…La verdad es que no teníamos ni para comprarles comida. Yo cambié Bs 100 y me dieron 2.700 pesos. Me compré tres bolsitas de agua a 500 pesos cada una y un pan de bono y un dulce llamado “solterita”. ¡Listo!. Todo carísimo en Cúcuta. Muchas tiendas de ropa fina pero ni un solo cliente en ellas.
Los cupos CADIVI
Los cupos Cadivi son casi tan famosos como nuestras misses o el petróleo. Por todas partes ves cartelitos y de lejos las letrotas: CADIVI. Los “raspa cupos” nos perseguían por cuadras: “venga conmigo hasta la tienda que sólo por llevarla me gano el almuercito, sin ningún compromiso para usted”, me rogaba una señora que mostraba con orgullo su cartel: “se compran cupos de Cadivi”. Otro “comprador” de cupos hasta se dejó fotografiar. Me dijo que se ganaba una comisión de 10 mil pesos y que hasta me daría las facturas que seguro me pediría Cadivi para su “control”… Cambiar bolívares por dólares es el otro negocio en Colombia y una forma más de burlar el control de cambios aunque es un poco lento el proceso. Pero lo principal es que entren bolívares pues éstos regresan a Venezuela rápidamente para poder adquirir la gasolina y los productos subsidiados. Es un ir y venir. Se nos va la Patria por allí. ¡Y cómo duele!.
Fue un viaje de interacción comunitaria, en el marco de la Unidad Curricular Periodismo en Situación de Conflicto, Preventivo y de Frontera, con el objetivo de que los estudiante pudiesen ver, sentir y vivir la frontera más dinámica y más viva de América Latina.
Un hervidero de gente, motos (muchas motos, cientos de motos); gandolas cargadas de alimentos y víveres (hay producción), camiones y carros de todos los tamaños, alimentan el calor sofocante y húmedo de la carretera que serpentea desde San Cristóbal hasta San Antonio del Táchira. El tránsito lento, pesado, te hace caer en un sopor como el de aquel Macondo que describía el Gabo en Cien Años de Soledad. Nos dicen que tanto tráfico es por el “bachaqueo”: “aquí todo el mundo bachaquea y por eso hay que bajar temprano, para evitar estas colas”. Lo primero que vemos vía a San Antonio es aceite de motor y en la misma tienda se consigue harina de maíz. El dueño nos deja pasar hasta el baño (luego de 16 horas de carretera queremos llegar a alguna parte). Con la mirada escaneamos el sitio y hay mucha mercancía de todo tipo pero a mí me interesa el aceite de motor, sin embargo no lo compro.
La Guardia Nacional Bolivariana tiene presencia en la añeja alcabala de Peracal. Desde el autobús de la Bolivariana vemos a los guardias registrando maletas, abriendo y cerrando puertas, bajando a conductores y pasajeros. Pero son muchos carros y pocos efectivos. De Cúcuta a San Antonio la cola es peor y el sol de la mañana calienta sin piedad.
El punto y la raya
Ya en San Antonio el próximo paso es pasar el Puente Internacional Simón Bolívar. Hasta bonita es la ruta hacia Cúcuta, uno se imagina a Simón Bolívar cruzando por allí. Chávez se reunió en ese mismo sitio con Juan Manuel Santos, su “nuevo mejor amigo”. El hermoso paisaje esconde la tragedia de un pueblo que se rebusca como sea para sobrevivir…Un trajín que no cesa. La frontera es una ilusión, una línea en el mapa; un punto y una raya que el calor humano desdibuja. Recuerdo aquella canción que entonaba Soledad Bravo cuando era de izquierda y come candela: “Entre tu pueblo y mi pueblo hay un punto y una raya, la raya dice no hay paso el punto vía cerrada”. Pero sí hay paso, y no hay vía cerrada entre San Antonio y Cúcuta, todo lo contrario…
Dame más gasolina
Ya desde la entrada se ven las llamadas “pimpinas” que se llenan con la gasolina que les sobra a los autos y motos. Las motos son los vehículos por excelencia para sacar nuestra gasolina hacia Colombia. Entonces los guardias revisan el tanque y si lo ven lleno le sacan una cantidad que vierten en esos envases. En ese proceso se usa una manguera, método bastante rudimentario que retrasa muchísimo el tránsito. Pero (y esto lo digo con toda responsabilidad) pudimos ver que los motorizados llevan billetes de Bs 50 enroscados en los dedos que aprisionan el manubrio. A veces, en un abrir y cerrar de ojos, un guardia toma el billete y finge sacarle gasolina a la moto. El motorizado pasa para el otro lado del puente donde le esperan más pimpinas. Del lado colombiano no hay ni un policía. Una vez en Villa del Rosario, en el sitio llamado “La Parada”, le sacan la gasolina a la moto y le pagan a su conductor Bs 70 por litro. La moto hace ese viaje una docena de veces en el día. Saquen la cuenta…Pero los tachirenses reconocen que el método del chip de la gasolina ha frenado con creces el contrabando. Por eso es que la oposición pide a gritos que eliminen esa medida.
El bolívar no es nada “fuerte”
Comenzamos a ver los negocios de “La Parada”. Una cosa es que te lo cuenten y otra muy distinta que lo veas. Una cosa es explicar una teoría de la comunicación en láminas de Power Point y otra es que esa realidad te salte en la cara…Todo lo que hace mucho no vemos en nuestros mercados está allí: harina de maíz. Margarina, aceite, pañales, jabón para fregar, para lavar ropa, detergentes, champú, desodorantes, leche en polvo, leche de Mercal, arroz Mercal, café, café, café…Más café…Nuestro bolívar no vale nada: un peso colombiano vale Bs. 0,0029. Así que todo lo divides entre 29 para hacer la conversión. Un paquete de café cuesta hasta 3 mil pesos, es decir casi Bs. 200. La leche Mercal que en Venezuela es a Bs 10, allá la venden en 2.500 pesos. El asunto es que esos productos los compran regulados en Venezuela y en Cúcuta los venden al triple de su costo. También esos víveres que salen de nuestro país, regresan pero al mercado informal y el venezolano los compra carísimos porque no se consiguen en los supermercados. Vimos muchas mujeres manejando motos. Son bachaqueras que llevan la mercancía pegada al cuerpo y por las trochas meten el contrabando hasta Cúcuta y más allá…Los estudiantes pudieron hablar con una chica que full de desodorantes. “Véndeme uno, pues”, le dijo un estudiante. “No puedo porque ya están contados y comprados”, respondió ella tranquilamente. Antes, pero mucho antes, era al revés. El venezolano hasta hacía mercado en Cúcuta y entonces la guardia decomisaba el café. Por eso digo que ahora el gran negocio para Colombia es…Venezuela.
Y vuelvo a pensar en la canción aquella de Soledad, esa que habla de mapas, puntos y rayas… “Porque esas cosas no existen si no que fueron creadas para que mi alma y la tuya estén siempre separadas…”