La noche oscura se tragó su cuerpo, más no pudo la quietud seca de la muerte con su grandeza, no se quedó tranquilo, como se quedan los muertos. De su ataúd comenzaron a florecer los gritos en su garganta convertidos en pueblo, yo lo vi, yo estaba allí y la muerte no fue pausa, no fue fría, no fue muerte.
Los que vamos a seguir vivos comenzamos a recoger los cantos de luz que manaban de su figura, entre sus voces infinitas y nuestro llanto se fueron abriendo las puertas del cielo desde donde bajaron a buscarlo nuestros ancestros. Volaron guacamayas girando y cantando, sus plumas multicolores evocaban nuestra bandera, los ríos bajaron sus aguas cristalinas que golpeaban con furia a las piedras de sus cauces, reclamamos todos a la vida desatenta, las miradas del pueblo vimos su fisonomía de gigante, escuchamos su voz de profeta, cantor que anunciaba la nueva era de la felicidad posible, de la mujer y el hombre nuevo.
Por aquí paso carajo, ¡hacia aquellos montes lejos! Toda la patria recoge sus pisadas, los infantes le mandan besos en las alas de sus sueños, los abuelos lo miran cruzar hacia la muerte, con la sonrisa de siempre, con el amor y la fuerza de su irreverencia y se despiden sabiendo que ya morir será menos duro. Por aquí paso y despertó a todas y a todos los que le oyeron sus palabras, sus gritos y suscantos, con la voz de Bolívar en el pecho se fue por los caminos a revivirlo, por aquí, hacia esta tarde azul que vino a recogerlo, valiente siempre por los caminos, sonajero inmortal de las esperanzas de todos los pobres de la tierra, arándola, domando ríos, uniendo diferencias, convocando la unión poderosa de nuestra patria grande que se inclina para mirarlo, llorarlo y despedirlo.
Por aquí pasó, compadre, desde su infancia llena de llanuras y de ríos, desde el caimán de cien metros con el que habló en el Orinoco, desde las arañas que vendió descalzo cuando era niño, desde su sueños con el Látigo, desde la Academia militar donde se hizo hombre, desde aquel Samán donde juró libertarnos, desde el 4 de Febrero que hoy de nuevo lo arropa.
El amor inmenso de los pueblos lo dejará seguir viviendo para siempre. Los fríos picos del Aconcagua, los guaranís desde sus chozas, los mapuches insurgentes, los campesinos, los maestros, la juventud con sus caras pintadas de futuro y esperanzas, los obreros y obreras, las llanuras de Apure y sus ríos, las sonrisas infantiles y los desposeídos.
Por aquí vino la historia desde todos los templos, al frente el Chino Valera regando las calles de poemas, A llegado la hora de comenzar la nueva vida, la nueva tierra, vino Guaicapuro y los Tupac montaron la guardia ante tu capilla, Marmaduque Grove desde el Chile de mil ochocientos paso volando en su avión rojo sobre el cielo anunciando socialismo, vino Evita, vino Neruda, vino Violeta a cantarte, vinieron las serpientes que amenazaron tu infancia en la sabana, vinieron los soldados de Zamora y allí estaba Maisanta tirando su escapulario contra la pared desu celda otra vez lleno de ira, de rabia.
Vinieron los venados y los pájaros de la Amazonia, los rayos de los sacerdotes incas cayeron desde más arriba de los cielos, sonaron los llantos de todo el dolor de tu pueblo quinientos años dominado y hoy de pie con tu voz de trueno en sus gargantas, gritando patria, llorando patria, luchando y prestos a asaltar el futuro. Hacia la sociedad de iguales, de todas y de todos, hacia el socialismo libertario, donde nos uniremos de nuevo. Por aquí pasó la vida a llevarte su amor, su promesa de lealtad y de obediencia en tu sepulcro.
Por aquí paso, hacia más allá del cielo…
Por aquí paso carajo, Hugo Chávez,
¡El libertador del pueblo!
Las venas del imperio / Raúl Bracho.