Si bien es cierto que los partidos políticos de la revolución deben mirar profundo hacia sus patios interiores, también deben hacerlo hacia fuera. Tal vez mirando desde adentro puedan darse cuenta que corrientes nuevas y cristalinas atraviesan la pradera. Se trata de nacientes que surgen desde las extrañas mismas del pueblo para regar el árbol de los sueños.
El fortalecimiento de los movimientos populares es el principal reto que tienen planteado los nuevos líderes de las democracias latinoamericanas. En consecuencia, la relación entre lo político y lo social es clave: sólo se si logran fortalecer nexos como iguales, el liderazgo político y el social podrían seguir avanzando en puntos de encuentros. Lo contrario sería el desencuentro, que indudablemente pudiera ocurrir si predomina la ceguera política. No obstante, se debe estar claro que a pesar de la presencia de arrugas en el intercambio de miradas, el árbol de los sueños no secará su tallo, ni mucho menos desencajará sus raíces de la conciencia del pueblo.
No debemos alterar la naturaleza política, ni mucho menos forzar los acontecimientos. Mas bien dediquémonos a construir una relación que enlace sentimientos y disipe los desencuentros. Nadie está autorizado para abrir las compuertas y facilitar el derrame de la sangre, ni ponerles en bandeja de plata el alma de la república a los enemigos internos y externos. De allí que es importante comprender el porqué debemos estar unidos y dando la batalla en su solo frente. Recordemos aquellas letras de Alí Primera que cantaba y cantaba con su pueblo y donde dejaba claro “que si la lucha se dispersa no habrá victoria popular en el combate”. Y ese es un canto que no debemos olvidar los partidarios de este proceso revolucionario.
El reto, nada difícil, es desarrollar lazos mas fuertes en lo ideológico para fortalecer el proceso transformador. De esta manera los partidos revolucionarios junto con los nuevos movimientos de base (ubes, círculos bolivarianos, Frente Francisco de Miranda, las misiones, comités de tierras y tupamaros) como expresión de la participación pueden empujar eficientemente y evitar cualquier mutación de la práctica política o erosión del sistema.
El ocaso de las democracias representativas no un problema de limbo teórico sino un planteamiento serio que tiene correlatos, es decir, que hay evidencias visibles de que ello ha ocurrido. La realidad es que hoy en día se asiste, por un lado, a la consolidación de movimientos y partidos revolucionarios que galopan velozmente por los caminos de la izquierda, y por el otro, a la marcha fúnebre de los viejos esquemas partidistas que van por allí recogiendo los restos de su careta para volver a colocárselos en su retorno imaginario. Pero lamentablemente no volverán por lo menos en cien años. Que así sea.
*Politólogo. MSc en Ciencia Política.
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