Desde esa visión nihilista tan particular de Nietzsche, en algún momento afirmó que “La esperanza es el peor de los males, pues prolonga el tormento del hombre”. Pero sería imposible para mí secundar tan fatal afirmación.
Definitivamente, en una línea más optimista prefiero a Martin Luther King cuando sobre la esperanza nos dice: “Si ayudo a una sola persona a tener esperanza, no habré vivido en vano”. Y mucho más atrás en el tiempo, prefiero a un Aristóteles cuando me dice que “La esperanza es el sueño del hombre despierto”.
Todas estas referencias vienen a mi mente como consecuencia de una reunión muy particular, con algunos dirigentes parroquiales del PSUV, que en plena reflexión sobre la situación actual del proceso me preguntaron si aún, a pesar de las dificultades que vivimos, podemos seguir teniendo esperanza.
No tuve ninguna duda en afirmar, a diferencia de Nietzsche, que era imposible no tenerla, no para “prolongar el tormento”, sino para mantener “el sueño despierto” del legado del Presidente Hugo Chávez.
Sin embargo, la palabra “esperanza” no deja de ser compleja, y tampoco es la misma desde Aristóteles hasta Luther King. Como dice mi apreciado amigo y maestro Juan Carlos Monedero: “Hay una primera regla para saber de política: no vayas a las palabras del pasado creyendo que ayer significaban lo mismo que hoy, Las palabras permanecen, los conceptos cambian”.
Es por ello que hoy es absolutamente imprescindible renovar el discurso y la acción política, en especial si pretende levantar alguna bandera revolucionaria. Cuando la revolución estanca sus conceptos, se convierte en “una revolución conservadora”, o una profunda contradicción que hace que deje de ser lo que fue.
Hoy la palabra “esperanza” en la revolución no es la misma “esperanza” de 1992 o de 1998, mucho menos del 2002 o del 2005. Hoy la “esperanza” sin Chávez, en nuestra revolución es una “esperanza renovadora”, heterodoxa, transformadora, que dé cuenta de lo bueno del pasado, pero que pretenda construir un futuro permanentemente mejor, mucho más feliz.
En este sentido Juan Carlos Monedero nos dice en uno de sus más recientes escritos que: “Si es cierto que la felicidad es la ausencia de miedo, los pueblos en actitud de buscar son más felices que los pueblos que encontraron y andan preocupados por no perder lo conseguido”.
La meta de la revolución bolivariana y chavista no puede ser sólo defender las conquistas obtenidas, para ser felices y tener nuevamente esperanzas, debemos seguir buscando felicidad. Tener esperanza es buscar la felicidad sin miedo, desde las bases, desde la raíz, siendo radicales.