Distribuir la riqueza en la sociedad burguesa es vender las mercancías tanto nacionales como importadas, a fin de recuperar con ganancias la inversión adelantada en los procesos fabriles y mercantiles.
El principal distribuidor de la riqueza, para la mercancía producida en el país, es el capitalista de la fábrica, y el capitalista comerciante en el caso de la importada. Estos empresarios, garantizada su ganancia en el precio de venta, dejan un margen del valor creado y añadido por los trabajadores y representado en la mercancía que va a manos de los intermediarios, es decir, venden o revenden por debajo del valor apresado en cada mercancía. En el caso de que el fabricante o importador vendieran al detalleo, retendrían para sí toda la plusvalía involucrada desde la fábrica o desde los puertos de importación.
Importadores y fabricantes suelen financiarse con la banca y a esta le reconocen una parte de sus ganancias derivadas del primer margen dejado por la fábrica como estímulo empresarial para el mercadeo correspondiente.
Todos los capitalistas son pechados por el Estado; de esta manera, parte de sus ganancias se integra al Presupuesto Nacional. Desde el Estado, entonces, se distribuye la riqueza en servicios públicos.
La parte de la riqueza que crean los trabajadores en las fábricas, y que les llega en forma de salarios, no entra, pues, en la distribución de la riqueza nacional, habida cuenta de que los salarios son el precio que paga el capitalista por el trabajo recibido de sus asalariados, hecha la salvedad de que el valor del trabajo prestado por el asalariado vale más que el salario recibido, y esta diferencia se conoce como plusvalía de donde procederían todas las ganancias e impuestos que expresan la principal forma de distribución de la riqueza creada en las fábricas durante cada período económico, al margen de las ganancias extrafabriles derivadas de sobrevalores o sobreprecios especulativos que van con cargo a ahorros correspondientes a períodos previos o a parte de las ganancia del período de los empresarios de menor jerarquía burguesa[1]. De perogrullo, resulta paradójico que quienes crean toda la riqueza nacional no reciben una pizca de ella, ni de los patrones ni del Estado, por el contrario, son los grandes y únicos dueños económicos de toda esa riqueza de la cual son despojados por la burguesía.
Los problemas de la corrupción burocrática ejercida por funcionarios inescrupulosos y por empresarios, de cara a recuperar con ganancias extraeconómicas parte de los impuestos enterados al Fisco Nacional, así como los problemas de la usura y la especulación comercial en el mercado son aberraciones de un sistema que no sólo esquilma la salariado como trabajador, sino como consumidor y posible benefactor de algunos servicios públicos financiados y costeados por el asalariado, según lo que apuntamos arriba.
[1] Véase: Manuel C. Martínez M., PRAXIS de El Capital (ramcam@cantv.net)