El candidato oposicionista

El candidato oposicionista será un producto ideado por fuerzas extrañas al país. Por lo tanto, tendrá que vencer las pequeñas miserias humanas para poder figurar en el tarjetón electoral.

El candidato oposicionista intentará romper todos los esquemas. Su carácter electoral dependiente le impedirá una facilidad de maniobra, tanto dentro como fuera de su organización partidista. Sin embargo, se le saldrá la clase porque no quiere que le den, sino que lo pongan donde haya.

En estos comicios, el candidato oposicionista viene montado en un portaaviones electoral impulsado desde la Casa Blanca. El candidato oposicionista intentará vencer la sensación de asfixia golpista y la incompatibilidad política y metabólica que le impide dormir.

El candidato oposicionista no podrá dejar a un lado los partidos que están de capa caída ni olvidarse de las organizaciones políticas ultraderechistas y sus centros neurálgicos, que lo presionarán incesantemente.

El candidato oposicionista viene en todos los signos del horóscopo, pero siempre prefiere ser escorpión. Posee inequívocas señales de identidad, es inconfundible y original: afirma tener escondida la solución de todos los problemas que él mismo ha generado. El candidato oposicionista es un manimal: tiene forma de frijolito, mosca y elefante blanco, entre muchas otras, pero siempre termina siendo un verdadero camaleón.

El candidato oposicionista es como un vehículo último modelo: con servicio de altura, con habilidad de maniobra comprobada, tracción en ambas manos y en el reproductor de las chequeras de las cuentas bancarias dolarizadas que tiene en el exterior.

El candidato oposicionista es práctico, con parachoques del color de la bandera del país de su amo. Hasta ahora nadie garantiza que el candidato oposicionista posea alarma anticorrupción. Las apariencias no engañan: si usted busca autenticidad y toda una vida rica en experiencia, venga a descubrir los atractivos del candidato oposicionista, quien tiene una capacidad tecnológica incorporada para olvidar las promesas electorales.

El candidato oposicionista habla espikinglis y maneja un lenguaje entreverado para encubrir sus errores políticos. En su degradación servil del idioma, no dice "golpe de Estado", sino "vacío de poder".

Llama "paro cívico" al "sabotaje petrolero", y a sus derrotas electorales las denomina "fraude".

El candidato oposicionista no se amilana ante nada. Gracias a su resistencia, rapidez y versatilidad para saltar talanqueras, puede vencer todos los obstáculos. Para que no lo reconozcan, en esta oportunidad se le eliminaron los gestos de antropoide que alza los brazos.

Las excepcionales cualidades del candidato oposicionista le permiten imponerse en todos los terrenos prohibidos, tales como corrupción administrativa, el tráfico de influencia, la zancadilla, el golpismo y la guerra sucia.

El candidato oposicionista es un tipo que pintará alto, pero tendrá una caída estrepitosa. Es impetuoso y, con sólo escucharlo, se adivina su fuerza contenida en el perfil de su línea de carrocería averiada. Domina a la perfección la técnica de la demagogia, el engaño, la estafa y la mentira. Es desafiante con los excluidos, pero sumiso con su amo imperial.

El candidato oposicionista posee contraste, nitidez, brillo y perfección de imagen mediática. Este candidato constituye todo un símbolo de características únicas en su género humano.

No le avergüenza besar viejitas y niños mocosos, tocar las puertas de las casas donde viven las hordas, los desdentados, todo a cambio del voto. El candidato oposicionista, mejor conocido desde ya por el soberano como frijolito III, tiene una falla de origen: no admite que es minoría y tiene que aceptar la derrota. Por lo tanto, si las encuestas no le favorecen, coge tierrita y no juega más.

Periodista vchavezlopez@hotmail.com


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Vidal Chávez López


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