En el caso que nos toca muy de cerca como campesino, habitante del pie de monte andino, donde se produce fundamentalmente café, zona montañosa considerada productora de agua y de oxigeno. Hago esta referencia porque los campesinos de por acá tienen características distintas a los campesinos del llano, además esta zona tiene en realidad características distintas y debe ser abortada como tal, no es lo mismo un productor de arroz, caña, o criador de ganado que un campesino que cultiva café. No es lo mismo ni en ubicación geográfica como es obvio, pero tampoco en su carácter organizativo, ni en sus necesidades o preocupaciones.
En lo primero que debemos ponernos de acuerdo es que antes que caficultores, somos campesinos, somos en todo caso agricultores. Nos cambiaron el termino y nos convirtieron en caficultores y en el subconsciente nos hicieron dedicarnos exclusivamente al cultivo del café, olvidándonos que podemos producir otros rubros agrícolas y pecuarios. Desde entonces nos hicieron mas dependiente y mas esclavos y nos condenaron al fracaso. Son demasiadas cosas juntas y apuradas por salir convertidas en verbo de lucha, son muchos años viendo como nuestros campos siguen quedando abandonados a pesar de la gran inversión que la revolución a dedicado a los campesinos de las zonas productoras de café. Les confieso que me niego a que nos llamen caficultores, esa fue una trampa, como trampa fue el habernos cambiado los patrones alimenticios y nos obligaron a consumir carne vacuna y aceite vegetal en lugar de lo que históricamente consumíamos, grasa de cerdo y carne de animales menores (aves, cerdos, cabras, ovejas, entre otros), debido a esto, todos andan mal de la tensión, colesterol, triglicéridos y cosas de esas, sumándole a esto el bolsillo vacío. Es justo señalar que en 15 años revolución se ha invertido más dinero en el campo que en las décadas de puntofijismo, y sin embargo nuestros campos siguen quedando abandonados. Entonces algo no anda bien.
En días pasados un amigo me decía: Los campesinos no necesitamos que nos construyan casas, nosotros las hacemos, son otras las necesidades, mejorar las condiciones de asistencia técnica, financiamiento a tiempo y comercio justo. Creo que hay mucho de razón en ello, con los excepciones que ameriten resolver lo del techo, y lo confirmo cuando leí de Fruto Vivas refiriéndose a la GMVV, que es lo mismo morirse hambre en un rancho que morirse de hambre en un apartamento lujosísimo. Allí una enseñanza, la cuestión no solo es producir, sino que producir, para quien producir y de quien son los medios de producción, ahí esta el detalle. Organizarnos para producir lo que consumimos.
Pero volviendo a lo que nos ocupa, ¿qué hacer entonces? como decía Lenin, desechar las ilusiones y prepararnos para la lucha responde Mao. Me atrevería a señalar algunas cosas: Cambiar el modelo educativo del campo, este debe ser distinto al de la ciudad, un modelo que afiance al campesino en su espacio natural y que no lo siga expulsando hacia los centros poblados, pero los resultados serán a largo plazo. El plan café ha sido un dolor de cabeza, alguien se sigue haciendo rico con el café y no somos precisamente los campesinos, esto hay que revisarlo con mucha seriedad, (en una próxima entrega hablaremos de esto) este es un problema verdaderamente complejo que debemos darle repuesta, pero ya. La creación un ente financiero en manos de los campesinos y sustentado en un modelo económico socialista, no como la vulgar banca capitalista que nos ahoga (incluyendo la nuestra). Se debe tratar en igualdad de condiciones a los campesinos del café o los que producen otros rubros. Nosotros también podemos producir alimentos y esta es la clave para salir del atolladero Crear un agresivo plan de apoyo, concienzudo, inteligente, científico y supervisado para impulsar la producción de rubros agrícolas diversos que potencien y ayuden al café. Promover la agroindustria en esta zona, producción de cítricos, frutales, ganadería menor, hortalizas, flores, y mil etcéteras.
Son tantas vainas que podemos producir, después de tantas vainas que nos siguen echando.
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