Unios: a la memoria del viejo Freddy Yépez


Lamentablemente se estaba esperando el desenlace de la lucha del camarada Freddy Yépez contra la muerte, cuando nos informan que a las 7:30am del 8 de agosto lo vence el maldito cáncer que llevaba en el pulmón. Tanto para UNIOS, así como para el EPA, la pérdida de ese viejo querido, de ese camarada, es de verdad penosa; fue un gran comunista, un gran luchador internacional por la causa de la libertad y la redención de los pueblos del mundo. Hasta el último aliento de su vida, de su existencia, la dedicó a la lucha revolucionaria, a la formación, a la organización, usando al marxismo como método de análisis y práctica. Para él, esa era una tarea fundamental que llevaba a la práctica, la reflexionaba y la reflejaba en sus escritos. Como lo diría Gramsci: el intelectual orgánico forma, lucha y reflexiona.

Quienes lo conocieron en las montañas de los Andes venezolanos, jamás podrán olvidar que el primero en salir a saludar cuando se llegaba a los campamentos del EPA, era un señor: flaco, alto, trigueño, canoso, de poca barba (como si no se afeitara en 3 o 5 días), de bigote, de lentes y que portaba casi siempre una chaqueta verde o marrón, de blujeans y en ocasiones bufanda, extendía los brazos, con una sonrisa de entusiasmo y con una mirada de esas que hacen radiografías circunstanciales a las personas, tal vez buscando gestos, o esas cosas que buscan los viejos cuando son viejos y que saben más por viejos que por diablos. Con el abrazo lleno de fraternidad decía: ¡bienvenido camarada¡ ¿cómo estuvo el viaje? Y si había o no respuesta, decía: “pase a la cocina para que coma algo y descanse” si le llevaban cigarros decía alegre: “ay papá, ay papito, a este me le dan doble ración”, pero el que iba por primera vez se daba cuenta que la doble ración era por broma. Si llegaba alguien todo serio, el viejo salía con una de las suyas: “que le parece viejito, con esta cuerda e locos de aquí, disque a hacer la revolución con esas bromas tan bobas, y le digo: si no se apura a comerse eso, se lo quitan, aquí todos son unos muertos de hambre, y ese gordo de allá, no se llena con nada, mire como le mira el plato, es un pozo sin fin”. Las carcajadas saltaban de una persona a otra, incluso hasta del que estaba serio.

Los funcionarios públicos de cualquier institución o entidad: entre ellos ministros, generales, alcaldes, gobernadores, diputados, en fin, que lo trataban o lo conocieron se sorprendían cuando el viejo les decía: “yo no soy chavista, soy una persona que lucha por la redención y la liberación de los pueblos” eso no era lo único, sino que también salía al paso en decirles: “le podemos ayudar a consolidar tanto su gestión como la revolución, y no queremos cargos de dirección” eso no era cualquier cosa, todos iban a pedir, y por el contrario, el viejo iba a ofrecer y a ayudar.

En las reuniones con otras organizaciones picaba adelante al decir: “manden a sus mejores cuadros para una escuela de formación integral conjunta” porque sabía que la lucha solo la podían dar los cuadros formados en todas las áreas: en la formación político y militar, explicaba: “que el fusil debe ser dirigido por la mente, no la mente dirigida por el fusil. Y la formación sobre la realidad es la guía, pero las coyunturas y la práctica sobre los hechos concretos orientan cuando defender la revolución, bien con el voto, o bien por las armas”

Sabía que la unidad había que trabajarla, que no era algo que se decretara, la unidad se hacía construyendo y haciendo. Cuando se planteaban los temas de la unidad con otras organizaciones siempre decía: “tenemos que empezar a conversar por las cosas en las que nos parecemos, en las que tenemos coincidencias, pues en las que no, las resolveremos en la práctica y en la reflexión”. El viejo estaba convencido de que sin la unidad de los revolucionarios era difícil de avanzar y de profundizar, pero estaba consciente que el problema de la unidad era el vanguardismo por diversas razones, pero explicaba a los compañeros: “que la unidad o fusión con otras organizaciones traía consigo un proceso dialectico de contradicciones no antagónicas, en las prácticas, los hábitos, en las estructuras de cada organización, era otro tipo de sinergia, que tenía que haber mucha madurez, y, a ese nivel aún no hay condiciones subjetivas”.

Ese era el viejo, agradable, jocoso, transparente, profundo, analítico, sincero, siempre hablando con mucha solvencia; se ganaba la confianza de la gente rápido, pero lo más importante era que no la traicionaba, que se mantenía y se mantuvo siempre por el camino correcto.

Pero el viejo Freddy Yépez no sólo eran anécdotas, era más que eso. Sus escritos en Aporrea eran muy seguidos. Dibujaba sus análisis sobre la situación del país o a escala internacional con simpleza, pero con tal agudeza y profundidad, que no daba espacio a la incertidumbre. Era entendible de principio a fin, porque no atiborraba los verbos, o atropellaba los sustantivos, o en su defecto, no rebuscaba palabras para que sonaran rebumbantes para nada; sencillo y complejo a la vez como era él. Sus libros son desde filosofía, humor, históricos, platónicos, hasta de novelas, de todos los matices, cabe decir que son más de 60 libros entre publicados y no. Pero cada uno da a conocer quién era el maestro, el viejo Yépez.

Verlo escribir era todo un show, se ponía a escribir sobre un tema que le llamara la atención o sobre lo que estaba pasando. Si se perdía, prendía un cigarro, o montaba la olla del café, charlaba con el que estuviera en la casa de visita, le ofrecía un café con leche, y de repente sin decir nada, pedía permiso y lo dejaba a uno con la palabra y se fajaba en la computadora. A veces, buscaba un libro entre su extraordinaria biblioteca, leía y citaba. Así iba hasta que terminara. Y decía: “compañero lea lo que escribí y me dice que le parece”. Si alguien opinaba, y le parecía correcto, lo metía; o en su defecto, acomodaba lo que había escrito, era muy abierto. De hecho, en círculos de camaradas decía: “compañeros deben de atreverse a escribir, es la única forma de que empiecen, también deben de leer, para que tengan seguridad de lo que van a decir”. Ese era el viejo, formaba, luchaba y organizaba.
Al leer los libros de YÉPEZ, como por ejemplo: “el ELN y la paz en Colombia” o “Catatumbo: drama de desplazados”, se podrán formar una idea sobre la realidad del conflicto armado en el vecino país. Es más, estos libros son ya clásicos para el que quiera saber sobre la insurgencia de las FARC y el ELN. El libro “Mérida: 13 de marzo”, refleja lo que fue la lucha estudiantil universitaria; los escritos sobre “las Reflexiones del Medio Oriente” reflejan lo que se vive en esa parte del mundo en la actualidad. Los escritos sobre: “las tres almas majaderas”; “Cristo y Marx”; “¿Por qué se derrumbó la URSS?” son muy buenos. Sus textos “La carta al señor Bush”, “¡Cuidado, camaradas con falsas ilusiones!” o “terrorismo individual”, reflejan sus dotes de estadista. Escribió con precisión sobre la realidad actual, incluso anteponiéndose a posibles sucesos, que después sucedían, como por ejemplo el asesinato de Danilo Anderson. No es que haya dicho que Danilo iba a morir, sino, que se iban a dar asesinatos selectivos en el país. Y leer el libro: “Las elucubraciones de un loco” explica: cómo ese es proceso dialectico de la lucha de clases y el odio entre las mismas por su carácter contradictorio. En una conversación en referencia a este libro, el viejo afirmaba: “los sucesos del 14, 15 y 16 de abril de 2013 cuando la derecha exacerba su odio y lo inocula en su masa votante contra la revolución, logran hacer tambalear al recién electo NICOLAS MADURO, y que si no se aplicaban medidas que pudieran corregir el rumbo, “la oposición y su masa electoral y algunos cuadros que ellos formen para el combate iban a dar la pelea” (vean lo que sucedió en febrero de 2014 con las llamadas guarimbas). El libro sobre “clamores de un nuevo amanecer” es la reflexión de cómo va naciendo la insurgencia en la montaña y de cómo la montaña se hace amiga de la guerrilla, porque ella comprende que la protegen, y esta a su vez los esconde a ellos. De verdad es hermoso.

Quisiera seguir escribiendo sobre el viejo, cada vez hay más cosas que se recuerdan, y si se llama para preguntar algún dato sale otro, pero es necesario recordarlo como era: alegre; el que quiera conocerlo busque sus libros, sus escritos en Aporrea, y se darán cuanta de quien era ese extraordinario camarada. Por último, ese viejo nació en UPATA, estado Bolívar, según el mismo Freddy Yépez: El que lo mete en este camino fue el compañero Soto Rojas, desde entonces recorrió el mundo como muchos, pero como pocos supo llevar el aliento, la firmeza y la convicción de que un mundo mejor era posible. A donde llegaba decía: “hay que enderezar entuertos, pues mundo anda patas arribas”(era su visión quijotesca de la lucha); siempre compartió las posiciones revolucionarias del gobierno Bolivariano, pero también criticó las posiciones ambiguas, y las que estaban en contra de la clase proletaria, sólo que su pedagogía política hacia que la crítica no fuera tan ruda, pero si profunda y sin matices gobierneros.

Comenta un camarada que sus últimas palabras fueron: “porque no agarramos el garrote y arreglamos a VENEZUELA”. A los 70 años de edad fallece en la ciudad de Mérida el camarada e internacionalista FREDDY YÉPEZ y será enterrado donde está su primera esposa la señora MARGOTH. Nuestra fraternidad y abrazo solidario con MARIANA su compañera, a su hija Geraldine, esa niña que le devolvió la vida, a su hijo leo y a sus nietos que adoraba.

“LA CLASE OBRERA, LOS CAMPESINOS, Y LOS DESHEDERADOS DESPEDIMOS CON SALVAS DE HONOR AL MAESTRO EJEMPLAR Y SOÑADOR INVICTO, GLORIA A SU MEMORIA, PARA TI AMIGO FREDY YÉPEZ, EN LA CIMA DE LA GLORIA ESTARA TU NOMBRE ESCRITO EN PIEDRAS POR MANOS DEL PROLETARIADO” J. CAMPOS

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Rafael Enciso

Economista Investigador

 saberytrabajo1955@gmail.com

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