La Ingeniería económica, siempre económica hasta ahora, ha hecho “milagros” en materia de incrementos y mejoras en la productividad del obrero asalariado. Todos sus logros y esfuerzos han sido técnicos aunque revestidos falsamente de innovaciones económicas.
Esas mejoras técnicas en la productividad se han traducido limpiamente en mayores ganancias para el patrono, pero al lado de una constancia en la vida del asalariado. Las mejoras salariales recibidas por el obrero burgués, compensatorias de su mayor productividad, han sido para poder mantener el volumen y calidad de la cesta básica. Cada vez que los precios de las mercancías del consumo familiar se han disparado, han sobrevenido los reclamos obreros y sus correspondientes ajustes salariales, sólo a condición de que su aporte a la empresa crezca al punto de que el patrono, lejos de reducir su ganancia, la mejore para sí.
Pero, hay otra causa ajena al mercado, una causa económica que explicaría la incesante poquedad de la productividad en el trabajador asalariado. Esta es su desunión y desconfianza con los demás trabajadores de su misma empresa, además del separatismo que caracteriza a los burgueses fuera de la fábrica y a los proletarios quienes de una u otra forma ven mejorados sus ingresos salariales respecto de quienes ganan salarios inferiores. Esta separación es entre todos porque, si, por ejemplo, Chucho gana más que Jacinto, y este más que José, los tres son intraficables socialmente entre sí, el de menor ingreso resulta alienado por defecto, y los otros dos, por exceso.
Aun así, y muy probablemente por esa causa, la búsqueda de mejores productividades en la mano de obra y en los rendimientos de los medios de producción no cesa. Por esta razón debemos profundizar la búsqueda, pero no reducida al plano técnico, sino en lo económico propiamente dicho.
Mientras las condiciones del obrero en su existencia fuera de la fábrica no se vea mejorada mediante la garantía de un empleo permanente, y de unos salarios cuyos montos se hallen permanentemente adecuados al desarrollo de su familia en el sentido amplio, en lo material y espiritual, por ejemplo, en automáticas mejoras alimentarias acompañadas de un desarrollo creciente de sus aspiraciones y apetencias extralaborales, para el mejor disfrute de su tiempo libre, mientras eso no se logre, decimos, la productividad técnica del asalariado siempre resultará deficiente.
Es frecuente que cuando un trabajador asalariado le presta servicios otros trabajadores de empresas ajenas a la “suya” lo hace con un protocolo como si los trabajadores que le reciben la mercancía fueran especiales, no fueran sus compañeros proletarios con quienes debería tener lazos de familiaridad laboral con independencia de los distintos centros de trabajo que por razones de la división del trabajo los obliga a separarse y hasta alejarse entre sí espacialmente.
Bien, esa condiciones y mejoras económicas necesarias para lograr aumentos notorios en la productividad técnica tendrán que pasar necesaria e imprescindiblemente por el modo de vida socialista, por ese sistema de vida donde los trabajadores “vivirán para trabajar” ayudándose unos con otros, y dejarán de “trabajar para vivir” separados en centros laborales ajenos y con distanciamientos sociales fuera de la fábrica porque unos ganan más que otros hasta Bs. 1, 00. En la sociedad socialista el desempleo resultará inexistente y las mejoras productivas serán tecnoeconómicas.
12/08/2014
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