Adiós costes marginales, aunque con cargo a precios justos superiores

"Nos ha pelado el chingo, pero nos estaría agarrando el sin nariz". Veamos:

Originalmente, los fabricantes o productores privados vendían directamente sus mercancías tanto a consumidores finales como a algunos intermediarios o mercaderes. Con la aparición del comercio y fabricación en serie, los industriales terminaron autonomizando el capital productivo del capital distributivo, del capital comercial.

Surgieron así los comerciantes colocados entre las fábricas y el consumidor familiar encadenados a lo largo y ancho de todas las sociedades, y asimismo el comercio internacional terminó siendo acaparado las transnacionales[1] del mercado mundial, al punto de que una mercancía hecha en casa bien podría ser comprada por sus inquilinos sólo cuando el capital extranjero los ponga en las bodegas de nuestras esquinas.

Si bien la competencia intracapitalista tiende a balancear la tasa de ganancia entre los fabricantes de un ramo y luego entre todas las fábricas, cuando la tasa de ganancia del comercio supera la de la fabricación también sobreviene una competitiva lucha o competencia que tiende a igualar las tasas de comerciantes y fabricantes. Esta competencia incluye al capital financiero o bancario.

En el caso venezolano, donde se tolera hasta 30% como tasa máxima de ganancia anual, pareciera que se está frenando la competencia entre capitalistas ya que a estos les estaría resultando indiferente mantener su capacidad actual de producción con la misma tecnología porque ahora se verán obligados a vender a menor precio justo, inducido por la Ley correspondiente sobre esta materia, y seguir ganado la tasa máxima vigente repartida entre un mayor volumen de producción, lo que posiblemente justificaría su aumento en capital constante, maquinarias, por ejemplo.

Sin embargo, nos preocupa que si no hay competencia entre los capitalistas, los comerciantes podrían limitarse a ganar según una tasa máxima que estaría siendo cargada individualmente a cada intermediario de las diferentes cadenas, con lo cual los precios justos y finales resultarían sobreenecarecidos ya que cada comerciante recibe como coste la ganancia de su proveedor. Nuestra preocupación proviene de unos precios actuales que lejos de bajar, suben y suben como si toda la causa pudiera cargársele a la Guerra Económica".

Antes de la Ley de Precios Justos, vendían según los costes marginales y la tasa media general se calculaba sobre esa base con lo cual las mejoras productivas de las nuevas inversiones quedaban reservadas para el disfrute del empresario y no del consumidor. Digamos que la libre competencia capitalista regulaba las tasas excesivas, pero costeaba según costes marginales. Los consumidores recibían mercancías con precios sobrecargados.

Observamos que con la referida ley, si bien se estaría logrando evitar ganancias superiores a 30%, aun así el pueblo estaría recibiendo precios superiores, aunque justos. O sea, "Nos ha pelado el chingo, pero nos estaría agarrando el sin nariz".

[1] Los comerciantes suelen ser socios capitalistas de compañías autónomas y sus acciones son perfecta y legalmente poseíbles por cualquier ciudadano del mundo a condición exclusiva de su capacidad para comprarlas.



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Manuel C. Martínez


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