Quinto malo

La palabra de armar futuro y derribar imperios


Creo que por la influencia de las distintas culturas religiosas hemos conferido a la palabra un poder taumatúrgico. La religión cristiana, en sus distintas sectas, no es la excepción: “En el principio fue la palabra y ésta se encarnó haciéndose humanidad”.

Para las religiones, para el pensamiento filosófico de fundamento idealista, es la palabra la que existe y es capaz de derivar en realidad, de declararla, de inventarla, de hacerla corporeidad.

Por mucha fe que se tenga, ello no es así. La palabra no inventa ni crea sino que es creada. El concepto es siempre hijo de lo que la humanidad hace, fabrica, genera. La cultura, las culturas, son primero acciones y después palabras, disciplinas, definiciones.

Más tarde, la palabra, como objeto bello, como cuerpo de metáforas, como versos, puede hacerse poema y, entonces sí crea, recrea lo real, lo muestra más bonito, más aceptable, más hinchapulmones y arrancasuspiros. Asunto éste que la realidad misma y hasta su transformación por las manos de las personas creadoras y creativas a veces no consigue por sí sola.

La palabra, como producto subderivado de lo que la humanidad culturalmente (disculpen la redundancia) genera por el trabajo, no siempre encierra el atributo de la belleza. Es así como puede haber también una palabra fea, una palabra dura, una palabra ofensiva, una palabra demoledora, una palabra convincente, una palabra dulce o una palabra amarga. Una palabra multiatributos o una palabra “vacía”, que sería el paroxismo de un concepto “sin definición”.

Lo que sí es cierto, luego de los siglos que lleva la humanidad transformando la materia prima y la realidad para su consumo, para su alegría, para su frustración o para su satisfacción, es que la palabra hoy es también una herramienta, un instrumento de armar futuros y de derribar imperios. De allí que tenga tanta importancia en la actualidad eso que, desde hace mucho tiempo se aplica, se ejerce, pero que ahora se devela con rango de armamento en lo que conocemos en el presente como “guerra mediática”.

La palabra es un proyectil, una espada, un ladrillo, la mezcla de juntarlos, la cuchara o la palustra para frisar paredes, el amor o la rabia, la ternura o el maltrato. En manos de las revolucionarias y los revolucionarios, la palabra es el instrumento amoroso de derribar imperios y de construir mañanas en igualdad, socialistas, libres. Nos corresponde entonces hacernos de la palabra sin aspavientos, con humildad, con el uso correcto. Nos corresponde ser radicales del verbo y del verso.




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Iván Padilla Bravo

Director del semanario cultural "Todos Adentro", medio adscrito al Ministerio del Poder Popular para la Cultura. http://www.mincultura.gob.ve/

 ivanpadillabravo@gmail.com      @IvanPadillaB

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