Hablemos de Macroeconomía (Parte II)

Según vemos, Karl Marx trabajó la economía en sentido amplio, en su presentación macroeconómica. Sólo así dio con el hallazgo de la verdadera fuente de la ganancia económica, aunque esta fuente no pudo ser admitida por los economistas de marras, y posteriormente mucho menos por los apologistas del sistema capitalista.

Nada raro, si pensamos que los avances científicos representados por el Materialismo Dialéctico no son coadmitidos por los idealistas; estos se mantienen aferrados a un atraso o estancamiento cognoscitivo, sólo para satisfacer los intereses clasistas burgueses. Es falso que hallan idealistas por un lado-en la “derecha”-y materialistas dialécticos por otro-la "izquierda". Se trata de que aquellos se hallan atrasados científicamente como lo siguen estando, por ejemplo, los seguidores de mensajitos astrológicos.

De allí que la literatura económica del mundo burgués trate la Economía marxiana sólo para negar y desvirtuar la teoría del valor trabajo, misma teoría que en condiciones burguesas le permitió a Marx descubrir la plusvalía (pl), o sea, ese excedente de valor creado en la fábrica por un trabajador que recibe un salario a cambio de menos horas de trabajo que las correspondientes a la jornada establecida. Digamos que se trata de una explotación laboral algo parecida a la practicada durante el Medievo con sus siervos y campesinos: el asalariado trabaja una parte de las horas para sí con medios de producción prestados por el patrono, y gratis para este durante el resto de la jornada.

Lo que le imprime carácter macroeconómico a la “pl” es que sólo el cálculo anual de toda la producción burguesa permite descubrir que, si bien todos los capitalistas logran incrementar su capital aportado inicialmente, porque logran vender a precios superiores a su costo de fabricación, o de compra para el caso de los intermediarios, todos ellos venden por un “precio marcado por una tasa general de ganancia media”. Este precio es resultado de una férrea competencia entre todos los fabricantes, de tal manera que los consumidores finales terminan comprando a “precios de producción”, precios que luego se reajustarán según la competencia entre comerciantes y consumidores finales.

Ocurre que los capitalistas no intercambian sus mercancías como valores de uso que hayan costado tal o cual valor trabajo, sino como productos de capitales[1], o sea, como si los medios de producción también crearan algún valor adicional más allá de su valor de compra. No reconocen el carácter de “capital constante” (c, en la entrega anterior) que los caracteriza, a diferencia de la mano de obra o “capital variable” (v, el entrega anterior) que con su uso sí puede crear más valor que su precio de compra; crea el valor del monto salarial más la “pl”.

Digamos que primero opera una competencia intraclasista, de fábrica, que moldea la tasa media de ganancia, y luego otra competencia de mercado para conquistar a los compradores finales, y así los capitalistas terminarían recibiendo tasas diferentes según sus habilidades comerciales y las coyunturas del mercado. (Continuará).



[1] Véase Karl Marx y Federico Engels, El Capital, Libro Tercero, passim.


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Manuel C. Martínez


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