En el momento que escribo estas líneas, y producto de las conclusiones del Tercer congreso del PSUV, un fantasma recorre el país, avivando el espíritu y la importancia que debemos darle al proceso de formación política dentro de las filas revolucionarias. Damos la bienvenida a esta iniciativa ya que todos los baches, tropiezos y “malentendidos” que hemos padecido durante estos años de revolución, tienen su razón de ser en que no hemos asumido esta tarea con el interés y la importancia que para la consolidación del proceso revolucionario tiene.
A cada rato nos topamos con situaciones de todo índole y nivel que no nos explicamos que pasen en estos momentos, menos que vengan de un organismo, gerente, director, alcalde, gobernador, diputado, ministro, secretaria, portero, dirigente u obrero, etc, que se dice comprometido y que ocupan un cargo dentro del proceso revolucionario.
He aquí algunos de estos problemas que nos golpean a diario, cuya existencia la mayoría de las veces la atribuimos a un sin fin de elementos, sin detenernos en la verdadera causa, la cual si no la enfrentamos con valor, vigor y organización, no vamos a poder cumplir los objetivos por lo que tanto trabajó Chávez ayer, y trabaja arduamente Nicolás hoy.
Si algún compañero se tomase la molestia de estudiar algunas cosas que durante este tiempo nos han pasado como organización y como proceso revolucionario, si analizamos algunos planes no concluidos, proyectos que no avanzan, problemas de Ética y Moral entre funcionarios y compañeros en general. Si nos detenemos en cada uno de esos casos, llegaremos a la conclusión de que su principal razón de ser es la falta de formación político-ideológica de los hombres y mujeres en los que nuestro hermano y compañero Nicolás ha confiado, y dado alguna responsabilidad tanto dentro del gobierno como del partido.
.Un militante formado es un compañero o compañera que sabe lo que hace, y sabe por qué debe hacerlo con honestidad, transparencia y rápido, con el único interés de saber que su esfuerzo junto al de miles y miles de compañeros contribuye al engrandecimiento del proyecto político.
Un revolucionario formado ve en el trabajo un proceso creador entre el y la meta que se ha planteado el proyecto, esa actividad creadora y consciente no deja lugar al individualismo, al reivindicativismo, arribismo, burocratismo ni al divisionismo. Mucho menos concebir el trabajo como un sacrificio; un trabajador formado asume el trabajo como una actividad productiva en función de un beneficio colectivo y que al mismo tiempo sirve para que el ser humano exprese su humanidad, su naturaleza y sus potencialidades.
Problemas como la corrupción obedecen a que tal o cual funcionario valoriza más tomarse para sí unos recursos, que invertirlos en los proyectos sociales para los cuales le fueron asignados. Un funcionario con formación busca rendir los recursos para realizar más obras para la comunidad. Un trabajador que no tiene conciencia de su papel en este proceso, preferirá siempre la huelga en función de lograr un convenio de trabajo, antes que procurar una forma conciliatoria que permita la recuperación de la empresa, permitiéndole una mejor condición para esa discusión contractual.
Los trabajadores de una empresa recuperada que tengan conciencia de la importancia de la prosperidad de dicha empresa, se esforzarán en primer lugar en hacerla avanzar, que empeñándose en los beneficios particulares.
A diario vemos a los trabajadores ique revolucionarios, que permanentemente van a huelga “por sus derechos”, aún cuando las empresas lejos de producir ganancias, producen pérdidas al país; esta práctica no nos habla de unos trabajadores ni muy ganados como tampoco muy conscientes para trabajar por un proceso revolucionario. Lógicamente, si no saben el papel de la clase obrera en el proceso revolucionario, no se les puede culpar por ello. Los trabajadores tienen el derecho de buscar sus mejoras, Sí, pero el trabajador revolucionario tiene el deber de trabajar también por el crecimiento de la empresa velando porque la producción cada día sea mayor, así como mayor el compromiso laboral de todos. Una clase obrera con formación revolucionaria entiende que luchar por la revolución es luchar por todas sus reivindicaciones y derechos laborales; y que la más grande reivindicación del trabajador es formar parte del ejército que lucha a diario en función del triunfo revolucionario, única parte donde el trabajador es tomado en cuenta como lo que realmente es: Motor de los cambios históricos de la humanidad.
También cuando hayamos formado políticamente a médicos, enfermeras y todo el personal de nuestros hospitales, acabaremos con el problema de la pérdida de medicinas e implementos en estos centros de salud.
Seguro estamos que de tener una formación revolucionaria, los gerentes, directores y supervisores de los Abastos Bicentenarios, no hubiese sido necesario aplicarles una multa para que entiendan que el público que allí acude debe ser tratado con humanidad, decencia y esmero como corresponde entre revolucionarios.
Un Guardia Nacional con formación revolucionaria, difícilmente se presta para dejar pasar drogas y armas en nuestras cárceles. Será combatiente permanente del contrabando y la matraca. Cuando contemos en nuestras escuelas, liceos y universidades con profesores con criterios y mística revolucionaria, pensando más en la patria que en el conflicto, podríamos decir que tenemos el futuro de la revolución en buenas manos. Si estos ejemplos les parecen simples y banales para un análisis importante, será porque ellos lamentablemente han pasado a ser parte de nuestro acontecer diario, lo que debería preocuparnos por representar un problema básico para el avance del proceso de cambios que buscamos. Si tuviésemos un pueblo formado políticamente entenderían más y mejor el por qué existe la escasez de artículos de primera necesidad. Sabrían que es una política reaccionaria del enemigo y la enfrentaríamos con más fuerza y combatividad, de la misma forma no tendríamos quienes prefieren tener el papel toilette que tener patria.
La revolución es un problema de eficacia, y la eficacia no es cuestión de suerte, magia o de pedirle a Dios, es cosa de estar preparado en todos los sentidos. La revolución necesita médicos, ingenieros, economistas, abogados, generales, etc, etc, pero antes para llegar a ello, se necesitan revolucionarios, ¡Busquémoslos, Hagámoslo!
Toda esta realidad es el producto de la ausencia en “militantes”, “cuadros”, “dirigentes” y “funcionarios”, de la elemental formación revolucionaria, única forma de que lo que pensamos, y lo que hacemos lo hagamos como revolucionarios.
Esta batalla la tenemos que ganar al igual que todas las que se nos presenten en el futuro, pero para ello debemos echar mano del arma más poderosa que tienen los pueblos en el prometedor camino a su independencia, la que no es otra que la educación y la formación del hombre y la mujer nueva, no en vano el libertador dijo alguna vez: “Nos dominan más por la ignorancia que por la fuerza”.
Trabajemos pues para que la ignorancia no sea el arma de destrucción de nuestra propia revolución, que triunfen las ideas constructivas y justas del socialismo, contra el desastre y la barbarie del capitalismo.
Ramón Blasco (Guameño). Septiembre 2014.