¿Qué parte no entiendo?

Nuestra revolución por lo inédita en su concepción y transitar, no ha tenido una morfología bien definida. Las circunstancias que se desarrollan en su entorno y en su interior la han detenido, transformado, entretenido y perturbado. Estos factores endógenos y exógenos han sido implacables en su accionar y han tratado de evitar la consolidación del proceso y sin caer en valoraciones subjetivas, con relativo e importantes éxitos.

Los que de alguna manera ponen en entredicho la capacidad del compañero presidente Maduro en su accionar como estadista al frente del gobierno revolucionario, no ven la inmensa e intensa tarea que asumió. El camarada Chávez en su recordada alocución, no legó su compromiso patrio en alguien a quien el no considerara del tamaño de ese compromiso. Carajo, pero la vaina no estaba fácil de asumir, ni es menos cómoda de dirigir y llevar a buen recaudo, esta responsabilidad es harto difícil y nosotros somos los que lo elegimos a el. Esto, de manera alguna no exime al camarada Nicolás ni a ningún miembro de su gabinete a estar expuesto al ojo avizor público y que mas que una crítica, el pueblo tiene derecho a expresarles sus preocupaciones, porque es mandato manifiesto de un poder originario: el poder popular o soberano.

Estamos viviendo (y hasta tolerando) una inquieta situación socioeconómica causada por factores de la extrema derecha desestabilizadora y la infame e inmoral incompetencia y corrupción de los “servidores públicos” devenidos a enemigos de la revolución, pero que siguen ahí. Pero también nuestra sociedad se ha convertido en una sociedad de cómplices por participación, omisión, transculturización y deslinde de los más caros valores humanos que debemos traer desde el seno del hogar y acrecentarse en el devenir social. Este desarraigo es producto de muchos factores, pero como lo he dicho en varias oportunidades ni soy psicólogo ni sociólogo para realizar una profunda evaluación, solo me remito al hecho mismo tangible de nuestro colectivo trajinar vivencial.

Pero, a veces me pregunto algunas cosas que para mi no tienen coherencia. Nuestro presupuesto nacional, nuestro P.I.B, nuestra deuda pública y privada, nuestras reservas, nuestras importaciones y exportaciones, en fin nuestra macro y microeconomía la expresan y calculan los voceros de nuestro gobierno y los del capital privado en verdes dólares ¿Por que no hacen lo mismo con el salario de los trabajadores, que son los que generan esa riqueza? Da inquietud y hasta agonía cuando hacemos una simple conversión en números absolutos entre nuestro bolívar “fuerte” y el presumido dólar que mueve nuestra economía, porque el resultado es un irreal y menoscabado salario que es el que realmente tenemos para confrontar la brutal inflación que nos agobia hasta los huesos en nuestro día a día. Y me preocupa mas aun que el camarada Jesús Faría, versado en materia económica formal manifieste que: “Esta es una economía que está dirigida por un Estado abatido, muy limitado por expresiones muy claras de corruptela, ineficiencia y burocratismo. Ese modelo ya no da para más…” y además acota que “Sin el desarrollo de la economía será imposible salir de estos procesos de desestabilización política económica con lo cual no hemos tenido que confrontar y muchos podremos transitar al socialismo”. Entonces me pregunto ¿Que hemos hecho en estos tres lustros? ¿No hemos avanzado hacia un modelo más eficiente y humano? ¿Cómo explicarme aquella cifra de que hay un 7% de desempleo y un 40% de economía informal y si esta economía informal no es desempleo?

Debemos y tenemos que acabar con la utopía infinita del socialismo, hacerlo real, no con una economía marginal sino eficiente (palabra que el Camarada Chávez rescató semánticamente del capitalismo) y ojala no seguir con aquella añeja y pervertida premisa de que el camino hacia el socialismo es un recorrido plagado solo de sacrificios y sacrificios y que serán las lejanas generaciones que gozaran de los privilegios, que la abnegación de las actuales propiciaron. Hay que romper ese antecedente, nuestra generación y las que vienen merecen un mejor vivir, no seguir diciendo que los pobres están con la revolución porque eso es decir que nuestra revolución se sustenta en la indigencia. El saldo político de los logros sociales que se dieron, ha mermado para la revolución y hay que reconocerlo y no debido a la estrategias de la derecha, ni siquiera a las negligencias o las torpezas, sino que el pueblo ve los desafueros y la impunidad que cometen, los que deben velar por nuestro bienestar.

Cuando Ernesto Guevara escribió su carta de despedida a Fidel Castro, le indicó a este: “Que no dejo a mis hijos y mi mujer nada material y no me apena: me alegra que así sea. Que no pido nada para ellos pues el Estado les dará lo suficiente para vivir y educarse” Ese revolucionario, ese gran carajo tenía que estar seguro al irse, que su descendencia debía de estar cuidada, para partir tranquilo al altiplano a hacer revolución, porque dentro de su portentosa personalidad quería que su compañera e hijos disfrutaran de la revolución en la que participó y era en ese momento y no después. Chávez y otros camaradas se sacrificaron, creo que ya es momento de que el pueblo pueda tener sosiego y seguir acrecentándolo para cuidar esta revolución para las venideras generaciones. ¿Por que esperar, digo yo?



Sin Chávez no hay Revolución, porque Chávez es la Revolución. Y todos somos Chávez, porque está Revolución es Chavista.



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Carlos Contreras


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