Qué difícil es hablar claro de las aberraciones incrustadas dentro de nuestro componente poblacional. Ya que para muchos (en forma interesada los que más), al que como mi persona se atreve en función didáctica a desenmascarar los defectos inherentes al conglomerado social del país que lo vio nacer, incurre en lo rayano en la traición; a pesar de lo cual y después de un prolongado periplo de vida, he llegado a la conclusión de que si no reconocemos nuestros defectos no habrá revolución posible, y vaya que estamos lejanos de iniciar una verdadera revolución
Con mucho dolor voy a comenzar diciendo que los venezolanos desde hace ya varias décadas y en forma creciente, nos hemos ido convirtiendo en una nación de depredadores, que al contrario del Cronos mitológico que devoraba a sus hijos, somos unos malos hijos que devoramos paulatinamente nuestro propio gentilicio, y al generalizar esta afirmación, independientemente de la génesis motivadora de esa conducta, quiero expresar que en nada se diferencia un comerciante especulador dueño de un gran supermercado (de esos mal llamado empresarios) y por lo común extranjeros (incluyendo esa nueva plaga de comerciantes chinos intocables), del político corrupto, o del buhonero que especula con productos de primera necesidad, todos marchando a pocos pasos detrás del malandro que mata para robar, y todos sin excepción, caracterizados por el egoísmo más acérrimo y el desprecio absoluto hacia sus conciudadanos.
Si bien es cierto que desde la gesta independentista durante e inmediato posterior a la misma, el saqueo, el pillaje y el abigeato, eran acciones comunes de nuestras tropas llaneras en particular, lo cual se repite durante la guerra federal, esta conducta no se generaliza al resto de la población y se extingue casi por completo a la bajada de los andinos y su ocupación del poder. Si bien es cierto que la metodología en el uso de la represión no es compatible con nuestra actual realidad de libertades democráticas incluyendo su componente de impunidad y anarquía (en la mala acepción de la palabra), el general Gómez abstrayéndonos de su origen y sus tropelías en el poder, acuñó la frase de “yo convertí al venezolano de hombre de guerra a hombre de trabajo”, y esto no solo se lo debemos a sus métodos represivos en contra de la criminalidad (excluyo en función al caso que estoy planteando, los mismos métodos aplicados a sus opositores políticos, entre los cuales hubiera estado yo si hubiera nacido dos décadas antes), sino a la respuesta favorable de la mayoría poblacional en cuanto a la represión al hampa común aplicada por Gómez; la gente estaba cansada del “desmadre” existente producto de las guerras civiles; ya en algún otro artículo expuse como los caudillos anti Gomecista se quejaban del poco apoyo prestado por la mayoría de la población durante sus incursiones a través de las fronteras, y es que la gente intuía en ellos no solo “el más de lo mismo”, sino que con ellos se volvería a abrir el periplo sin fin de las guerras civiles con su cortejo de depredación consiguiente, depredación esta que sin tocar directamente a la población urbana, obstaculizaba en buena parte nuestro desarrollo agropecuario, convirtiendo en piltrafas los ingresos del país en materia de exportaciones, teniendo los gobernantes de turno que recurrir a repetidos y onerosos empréstitos externos en el mercado internacional, cuyo incumplimiento de pago al final terminan siendo la excusa para el bloqueo de 1903 por las potencias europeas.
Estoy consciente que cuando expreso lo antes expuesto en pro de hacer énfasis en el elemento productivo, estoy omitiendo tanto la explotación inmisericorde a los trabajadores en general y a los trabajadores del campo en particular, como contraste al usufructo por parte de la clase dominante de los ingresos del país (fuere cual fuere el origen de los mismos); explotación para la época aplicada en grado menor, a los trabajadores del los países del mundo industrializado, ya que el desarrollo productivo de dichos países (debido en gran parte a la explotación de sus colonias, y al hecho no estar inmersos en la conflictividad interna de corte feudal ya por ellos superadas en siglos anteriores), habían permitido el desarrollo del capitalismo, y por ende el desarrollo de su antítesis dialéctica representada por el desarrollo del proletariado y de la conciencia de clase con ello implícita, base sobre la cual se desarrollan las diferentes doctrinas socialistas hasta llegar al marxismo. Es decir nuestro atraso productivo después de la guerra de independencia fue un obstáculo más que importante a nuestro desarrollo social, siendo el periplo de paz existente desde la llegada de Gómez al poder (aunque paz draconiana en efecto durante el mandato de este) hasta la del derrocamiento del general Medina Angarita, periodo durante el cual y en forma paralela a la explotación petrolera se siembra el germen de los asomos de una burguesía nacional, la cual es ahogada con el asentamiento de la democracia liberal en el poder, para ser sustituida por una burgesia importadora dependiente, se frustra así con ello el proceso evolutivo natural de nuestro desarrollo como país capitalista autónomo para caer en el del capitalismo dependiente. En otras palabras el predominio del comercio de importación sobre el desarrollo de la producción autónoma de productos elaborados.
La llegada de los adecos al poder a raíz del golpe del 18 de Octubre de 1945 se caracteriza desde el punto de vista socio político por un igualitarismo de neto corte demagógico y populista, es decir no dirigido a motivar a los trabajadores hacia la toma o intervención directa en el aparato productivo y del poder en general, para la transformación socio económica del país, sino a convertirse en receptores de prebendas reivindicativas (la gran mayoría de ellas sin lugar a dudas justificadas), pero sin la consiguiente respuesta a favor cuanti cualitativamente del aumento de una real productividad para el país.
Haciendo abstracción de la persecución política a sus opositores (entre los cuales me incluyo), el ínterin Pérezjimenista se caracteriza en lo económico, por una parte, y en forma negativa para los intereses de la nación, por la profundización en cuanto a los rubros de importación se refiere, así como el otorgamiento de nuevas concesiones petroleras a las grandes trasnacionales, y la exportación de materia prima no petrolera (el hierro en particular) a precios irrisorios; pero por otra parte y en forma discutiblemente positiva, su gobierno se caracterizó por toda una política de “cemento armado”, donde hasta las clases populares se vieron beneficiadas con obras de magnitud importante en lo urbano, como la sustitución de ranchos por apartamentos cuyo paradigma fue la construcción de la urbanización hoy llamada 23 de enero en Caracas, aparte de la modernización de la red vial del país, que además de facilitarle a las transnacionales una mayor facilidad para la extracción de nuestras riquezas, sin lugar a dudas ha sido para la población una comodidad que aún disfrutamos. Por otra parte y con mano zurda diría yo, durante su mandato se inicia el desarrollo de la infraestructura industrial con la siderúrgica a la cabeza, y el inicio también de la red ferrocarrilera nacional, como ejemplos más notorios; lo cual le vale a Pérez Jiménez la pérdida de apoyo por parte del imperio norteamericano, dando paso franco a su derrocamiento ya de por sí gestado popularmente dada su política de represión interna y perdida de las libertades civiles, abriéndose a su caída el inicio de la “democracia” representativa de corte liberal.
El alto costo a la caída de Pérez Jiménez de la vuelta (relativa como antes encomillé), al usufructo de las libertades públicas por parte del pueblo venezolano, se vio reflejado entre otros por el crecimiento en términos exponenciales de la burguesía parasitaria, que con el termino de “empresariado nacional”, no deja de ser más que la representación de un comercio importador de todos los rubros habidos y por haber, en un periplo que comprende desde las fruslerías más superficiales hasta los productos de primera necesidad, creando una matriz nacional caracterizada por una sociedad que sin producir prácticamente ningún producto elaborado, consume al mismo nivel de los países productores de los mismos. Es decir una sociedad netamente de consumo, a expensas de la exportación de materia prima de extracción. La industria privada nacional como tal, no ha sido más que una industria de ensamblaje de partes importadas ya elaboradas en el exterior, principalmente en los Estados Unidos de Norteamérica, con el agravante que muchas de dichas industrias maquiladoras no son más que filiales de sus casas matrices con sede en el exterior, dependientes para su producción de componentes ya elaborados importados desde dichas casas matrices. He aquí la tragedia que implica la concesión de divisas necesarias para poder abastecer a nuestra población, con la cual en gran parte se desangra nuestro país.
La nacionalización a medias de la industria petrolera por Carlos Andrés Pérez, y su involución aun mayor en cuanto a dependencia foránea en los últimos años de la cuarta republica, es frenada con la llegada de Chávez al poder, quien profundiza la independencia de PDVSA del capital extranjero (lo de la propiedad de las asociaciones de capital mixto, aunque la mayoría de las acciones sean de la nación, tiene bemoles dignos de un estudio más profundo), por otra parte la creación de las industrias de Guayana también por Carlos Andrés Pérez, no ha sido si no una fuente dispendiosa de recursos por parte del Estado (Nación), ya que con una producción por debajo incluso de su auto sustento, solo ha servido para fuente de corruptela y depredación para las mafias a todos los niveles incrustadas en ellas, desde su élite gerencial hasta el nivel sindical. Vergüenza debería darnos a todos los venezolanos que en un proceso autollamado revolucionario, estas industrias no haya ni siquiera llegado a la mitad de sus cuotas productivas de cuando brevemente se encontraron en manos privadas; lo cual no es sino un signo más de la faceta política de complacencia populista y electorera, que ha caracterizado a este gobierno durante sus quince años en el poder, donde con pocas excepciones, la mala praxis en el manejo económico por parte de personeros gubernamentales, lejos de ser castigada es premiada con un borrón y cuenta nueva, siendo rotados una y otra vez a través de los cargos públicos; pareciendo como si no existiera o fuera un requisito nimio la rendición de cuentas ante el poder constituido, y ante el pueblo organizado, como debería ser el caso en esta tan cacareada nueva forma de socialismo
Volviendo al inicio de este artículo en cuanto a nuestra cultura de depredación, estoy convencido que la generalización de la misma en nuestra población (a mí criterio como un hecho innegable), no es más que el producto por una parte, del mal ejemplo de la impunidad ante los malos manejos (por incapacidad, por corrupción o por ambos factores a la vez) de los funcionarios políticos gerenciales nombrados por el dedo político gubernamental, (al parecer y con las presiones y limitaciones que le imponen los diversos grupos enquistados en el poder, el presidente Maduro intenta luchar en contra de las mafias incrustadas en todas las organizaciones y actividades del Estado Venezolano, ojala pueda obtener resultados positivos), reflejados estos en las esferas de las organizaciones populares, cuyos ejemplos se pueden ver en el fracaso masivo de las cooperativas, donde el Estado invirtió cuantiosos recursos, sin resultados productivos de ningún tipo, perdida de los materiales adquiridos por reventa de los mismos a favor del peculio particular de unos cuantos de quienes las constituían, o lo que no se si calificarlo como peor, el abandono a su deterioro de costosas maquinarias adquiridas con los dineros del Estado. Por otra parte, en un mar de “comunas de maletín”, dado la situación de impunidad antes nombrada, surgen como excepciones heroicas, algunas verdaderas comunas que han logrado convertirse en entes populares productivos, desgraciadamente si acaso se podrán contar con los dedos de las manos.
Otros factores por ejemplo, como el bachaqueo de extracción acompañado del bachaqueo interno, con el fin de revender los productos a precios de inflación, generadores ambos de colas interminables en los supermercados, aparte de una superlativisación en la escases de los productos básicos, es reflejo de un país en el que a pesar de su mínima producción aguas abajo (sinónimo de una baja oferta de empleo formal), se jacta de haber bajado las tasas de desempleo, lo cual solo es indicativo de que dicha reducción no es otra que el reflejo de la economía informal, y del excesivo empleo de funcionarios públicos, ¡coño es que hasta le pagan a las milicias populares que deberían estar formadas solo por voluntarios!
Entiendo que ante la situación de una masa poblacional mayoritaria abandonada por los gobiernos de turno antes de la quinta república, se haya abierto toda una política masiva de ayuda social, lo cual no puede estar divorciado por parte del gobierno de la exigencia de reciprocidad (no solo electoral) por parte de esta población beneficiada con los programas sociales, a pesar de los cuales el índice delictivo por ejemplo, para ir a los extremos, se ha incrementado exponencialmente; una política anti delictiva basada solo en la prevención, es incompatible con los crímenes atroces que con gran frecuencia se producen, valga como un ejemplo prosaico, el de los esfuerzos de el dueño de un perro para que este no se contamine con el mal de la rabia, pero una vez que su mascota sufra la enfermedad sin lugar a dudas hay que sacrificarla. Aclaro que no estoy proponiendo la pena de muerte ya que una cosa son los perros y otra los humanos, pero cuando leo acerca de penas nimias para asesinos contumaces, y hasta el mismo hecho de presentar por la prensa las fotografías de malandros pillados con “las manos en la masa” con el rostro cubierto, y que por defender “sus derechos”, olvidándose del hecho de que dicho procedimiento atenta contra los derechos del resto de la población. Peor sucede con lo que respecta a la impunidad de los “pranes y sus luceros”, armados hasta los dientes dentro de las cárceles donde cumplen condena, con el agravante de que los mismos son las verdaderas autoridades dentro de la prisión. Todo lo anterior no es otra cosa que los signos de una política populista, generadora cada vez de una mayor impunidad y desorden social, hasta llegar el momento en que para subsistir, el Estado del signo que sea, no le quede más remedio que enfrentarse en una guerra abierta al hampa organizada (véase el ejemplo mexicano). Para aquellos revolucionarios que se puedan horrorizar por lo que aquí planteo, quiero puntualizarles que la mía es una posición basada en la lógica formal, amén de que Marx nunca ocultó su profundo desprecio hacia lo que él llamo el “lumpen proletario”, y a Lenin no se le “aguó el ojo” para colocar carros armados con ametralladoras enfrente a las panaderías, para evitar el saqueo de las mismas a raíz de la toma del poder por los bolcheviques, y esto por no hablar de las sanciones aplicadas a los delincuentes comunes (a la par de a los disidentes políticos en la Unión Soviética durante el régimen estalinista), o la represión a la delincuencia en China, Irán, y Cuba para hablar de países amigos; ni hablar de la represión a la misma en los países capitalistas con los Estados Unidos a la cabeza. Por lo cual repito, la lucha anti delictiva en pro de la tranquilidad social, no es una cuestión de ideología si no de lógica pura, haciendo la salvedad que la diferencia ideológica se encuentra en incluir o no en la misma a la delincuencia de cuello blanco, incrustada tanto en la empresa privada como en los diversos niveles de la administración gubernamental.
No puedo despedir este artículo sin tocar aspectos básicos generadores de la acción caótica en que como Nación nos encontramos. En primer lugar nuestro sistema educativo, sistema este que se contenta con dar una educación formal sobre bases etéreas, enrumbado primordialmente hacia la preparación universitaria en carreras liberales, sin priorizar las necesidades reales del país. Nuestro sistema educativo parece que hubiese sido diseñado para evitar a toda costa nuestro desarrollo científico tecnológico. Su basamento parte del derecho igualitario de todos los ciudadanos de recibir al máximo las facilidades educativas que el Estado (Nación) pueda ofrecerle, no tomando en cuenta para nada, la capacidad de cada ciudadano como receptor de dichas facilidades, es más lo último que me informan es que en la Misión Sucre por ejemplo, al profesorado se le impide aplazar a cualquier alumno por menos rendimiento que esté presente, por aquello de la ecuanimidad en cuanto a su origen de clase. La única expresión que se le puede aplicar a esta aberración conceptual es ¡QUE BOLAS!, tienen los padres putativos de esta concepción ideológica, de la cual solo se sacarán pésimos profesionales que irán a engrosar las filas del burocratismo ineficaz, y terminarán siendo presa fácil de cualquier componenda.
Es mi criterio en primer lugar, que si queremos realmente salir del hoyo de la improductividad, en primer lugar debe desarrollar al máximo la industria que mejor conocemos, es decir la Industria petrolera. Al respecto y con el respeto que me merecen, calificados expertos, prometen aumentar a seis millones la extracción del petróleo en fechas próximas, que me disculpen estos expertos al incursionar en un campo que no es el de mis conocimientos, pero más que la cantidad de petróleo bruto a exportar lo cual supongo contribuiría a la baja internacional del precio de dicho producto (de esa cabuya ya tenemos un rollo, acordarse de Giusti cuando rompió las cuotas OPEP, el petróleo nuestro bajo casi a 7 U.S. dólares por barril). La justificación de este aumento en el numero de barriles, pudiera ser, si este incremento se empleara en la elaboración de productos derivados, para lo cual en lo particular, no me importaría que el país se aliara hasta con el diablo, si eso implicare no solo un aumento en los ingresos de divisas para el país, si no que a su vez estas sirvieran de llave para abrir una industrialización firme y progresiva de el resto de nuestra producción nacional, con lo correspondiente a la rama agropecuaria a la cabeza.
Volviendo a la educación. Me voy a atrever a caracterizar al ser humano usando la genial frase de Ortega y Gasset de “Yo soy yo y mis circunstancias”, es decir cada ser humano es “él y sus circunstancias”, y por lo tanto aunque todos en derechos y deberes somos iguales ante la ley (repito, con la flexibilidad que en revolución se debe tener acorde a las circunstancias de cada cual en cuanto al cumplimiento de la ley), esto no es aplicable a la educación, ya que si se pretende ser ecuánime igualando con un rasero el producto final de la capacidad o interés que manifiesta cada uno de los que estudian una profesión o materia determinada, sin importar cuales sean las diferencias en la adquisición de los conocimientos necesarios para ejercer o ejecutar dicha profesión o materia, se cae en una inecuanimidad no solo injusta de por sí y valga la redundancia, sino dañina para los que de buena fe son receptores desprevenidos en el aérea de acción de quienes como profesionales se piensa dominan los conocimientos a aplicar, y dañino también en grado sumo para los intereses del país en todas las aéreas de aplicación de dichos conocimientos.
Lo que si sería ecuánime desde todo punto de vista, es él de una educación planificada tanto en función a las aéreas de mayor necesidad del país, como en referencia a la capacidad o voluntad en el aprendizaje de cada uno de los alumnos, con un seguimiento continuado en cuanto al desarrollo de su aprendizaje y vocación desde el inicio de su educación primaria, hasta la culminación del bachillerato. Lo anterior permitiría una clasificación racional en cuanto a las capacidades e inclinaciones individuales en el área educativa de cada uno de los alumnos del sistema. Así nos encontraríamos acorde a lo planteado, con alumnos cuyo nivel solo le permitiría acceder a un aprendizaje como obreros especializados, otro grupo de alumnos calificarían para su educación como técnicos a diversos niveles, y solo los más calificados tendrían acceso a la universidad. Por supuesto. y aquí si intervienen los factores circunstanciales ambientales dados por las oportunidades de haber nacido en un determinado contexto socio cultural, lo cual haría inecuanime, si lo que aquí propongo se aplicara de manera rígida e inflexible; de ahí mi segunda proposición: Sobre la base de un pensum general de estudios de primaria y bachillerato que contenga materias con una temática acorde a la educación para el trabajo, deben concatenarse los pensum de estudios post bachillerato de manera tal de que el que quiera ascender en el grado de sus conocimientos por los motivos que sean, no se vea obligado a repetir materias comunes ya aprobadas en el nivel inmediato inferior, esta sobreentendido que posterior a un lapso de trabajo continuo en su área de trabajo, el Estado debe proporcionarle al ciudadano todas las facilidades para el logro si así lo desea, de un nivel educativo inmediato superior (como ejemplos: Estudios a distancia supervisados, Laboratorios fijos o itinerantes). En cuanto a los universitarios, sus pensum de estudios sin negar el área de la aplicación de conocimientos para el trabajo, debe hacer énfasis prioritario en el área de la investigación aplicada, que tanto necesitamos para nuestro desarrollo científico técnico en pro de una verdadera independencia económica.
La fuga de cerebros. A la par del antichavismo visceral en amplios sectores de la clase media, es alarmante comprobar cómo por otros motivos coadyuvantes aducidos por los que emigran del país, tales como la inseguridad y los bajos sueldos, miles de compatriotas con títulos profesionales han abandonado el país en busca de estabilidad y sosiego personal, lo cual aparte del caso de los médicos quienes son bien recibidos sobre todo en España, muchos de estos otros profesionales inmigrantes, deben descender en forma brusca de su estatus socio económico para poder mantenerse en los países del primer mundo, la mayoría de las veces con ingresos equivalentes por debajo de los que ganaban en nuestro país. Muchas psicólogas, administradoras y contables trabajando de “cachifas” en Inglaterra, en Italia conocí a un contador público trabajando de obrero de la construcción. A algunos de estos inmigrantes se le pone la “papa” tan dura que deben regresar al país con el rabo entre las piernas, otros a pesar de no estarlo pasando nada bien, por orgullo se empecinan en no volver. Pero apartándonos por un momento de estas tragedias personales, nos encontramos con el cómo se pierde la inversión efectuada por el Estado venezolano, en la formación de dichos profesionales que emigran del país. Pero que puede hacer el Estado Venezolano para en alguna forma paliar este desbarajuste que significa la fuga misma de cerebros, cuyos conocimientos pudieran ser canalizados para ayudar al desarrollo científico tecnológico del país, resarciendo así el gasto que la Nación invirtió en su preparación universitaria gratuita. Mi respuesta a lo anterior abarca dos aspectos, por una parte la obligatoriedad bajo contrato, a los egresados de las Universidades públicas de trabajar para el Estado por un tiempo determinado equivalente a la inversión que la Nación erogó para su formación, y en segundo lugar ofrecerles condiciones de trabajo dignas; lo cual debe incluir no solo un sueldo aceptable, si no programas paralelos que faciliten la adquisición de vivienda, de medio de transporte, de paquetes vacacionales, asistencia paga a eventos científicos y accesos a revistas científicas internacionales gratuitas para el profesional; entre otros beneficios, que paralelos a su sueldo pudieran en grado importante evitar la emigración de estos profesionales. Además el que llenar estas necesidades básicas, facilitaría el que estos profesionales técnicos y universitarios pudieran rendir al máximo en pro de los intereses del país.
Aunque lo que aquí expongo es solo una parte de lo que a mi criterio se debería hacer, terminare diciendo lo que se ya ha convertido en un lugar común: “hay que hacer una revolución dentro de la revolución”.