Primero Justicia remató a Acción Democrática y todavía no se ha dado cuenta. Los pejotecos siguen de lo más despistados y no han aprendido a explotar sus momentos estelares ni a cobrar sus facturas políticas. Las circunstancias históricas le ofrecieron la posibilidad de convertirse en la alternativa del chavismo y de liderar la oposición. Botaron ambas bolas de foul. Se dejaron arrastrar a la nada del abstencionismo por una AD moribunda.
El viejo partido blanco venía prolongando su agonía desde el Caracazo (27-F), la defenestración de Pérez, el oportunismo de Caldera con su chiripero y el triunfo de Chávez en 1998. Con todo, seguía siendo el primer partido de la oposición. Se jactaba de espetarle a las demás organizaciones antichavistas que participaba en elecciones por tener voto y gentes, es decir, tenía con qué. Esto le duró hasta el año 2005. Todas las encuestas que llegaron a manos de Ramos Allup, le informaban que el partido, de ir a los comicios, sería superado por Primero Justicia.
Ramos decidió salvarse de esa humillación agarrándose del clavo caliente de la abstención.
Ya no se bajará más de ese tigre.
La actual dirigencia adeca no aceptará ante la historia que en sus ineptas manos se perdió el otrora gran partido. Tampoco tiene la fórmula para evitarlo. Los petimetres, lechuguinos y patiquines de la derecha ultramontana –léxico de Ramos Allup- nunca sabrán que superaron a AD porque éste jamás se volverá a contar. A los atrapados dirigentes adecos sólo les queda ponerle precio a su abstención y a sus menguadas siglas. Ya ni siquiera son el cascarón vacío del que hablara Carlos Andrés Pérez cuando, ante el país, se quejaba con amargura de que “hubiera preferido otra muerte”.
Como le ocurrió al decimonónico gran partido liberal amarillo, Acción Democrática ha muerto. En verdad, Primero Justicia no le provocó la muerte pero le dio el puntillazo, sin proponérselo y sin saberlo. En la medida que la vieja organización se extinguía, el clan de los muchachos del Este caraqueño avanzaba y ocupaba sus espacios. Cuando Ramos Allup vio los números de todos los sondeos de 2005, quiso que la tierra se lo tragara. La organización que fundara Rómulo Betancourt desaparecía bajo su conducción y, lo que es peor, bajo la algazara funeraria de unos petimetres.
La novatada de Primero Justicia le vetó la posibilidad de enterrar históricamente al mastodonte blanco. No se trataba de un acto simbólico y gratuito. La organización turpial quedaba cobrando y, al sepultar el cadáver adeco, todo el espacio de éste, se le ofrecía como compensación por sus servicios mortuorios. Cortos de visión política, no lograron entender que por el hueco por donde AD descendiera al averno, se precipitarían también COPEI, Proyecto Venezuela y demás restos del puntofijismo.
En un pataleo in extremis, Ramos Allup se sacó de la manga la abstención y arrastró a Primero Justicia por ese abismo. Con esta jugada postrera, AD sigue siendo el “primer” partido de oposición, cuando en realidad ya no es ni el tercero. El negocio del jefe blanco, en adelante, es no contarse. Nada de primarias y cosas parecidas. AD está muerto pero, al no confrontarse electoralmente, nadie descubre el cadáver.
Con ese exangüe cuerpo insepulto los chicos de PJ siguen negociando y, lo que es peor, cediendo a su chantaje. Con otra abstención, AD logrará meter en su mortaja a los pejotecos, unos nonatos políticos que no llegaron a la edad de los dientes de leche.